Dieciséis

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Esa noche Dolores salió ilusionada y llena de ganas de comenzar a dejarse llevar con Emiliano

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Esa noche Dolores salió ilusionada y llena de ganas de comenzar a dejarse llevar con Emiliano. Se habían cruzado al salir de sus respectivos salones, y él le regaló una mirada inexpresiva, que al mismo tiempo decía mil cosas.

Pero al llegar a su coche se encontró con una indeseable sorpresa. Denise la estaba esperando apoyada en la puerta del piloto. Vestía la misma ropa de la tarde, y su rostro expresaba furia.

—Permiso —espetó sin mirarla.

—Espero que estés feliz, Mauro me dejó por tu culpa —escupió sin apartarse demasiado.

—¿Y yo que tengo que ver? Es problema de ustedes.

Dolores abrió el auto, intentó entrar, pero Denise lo impidió cerrando la puerta y volviéndose a apoyar en ella.

—¡Es tu culpa! Algo le dijiste hoy a la tarde porque cuando volvió al departamento me echó.

—Yo no le dije nada, solo nos despedimos y me fui.

—Quiero que te quede claro algo. A la larga o a la corta va a volver a buscarme. Porque yo sí fui su mujer estos dos años. Yo me llevé siempre la mejor parte de él, mientras vos estabas ocupada en tus investigaciones de las palabritas, él estaba en la misma sala que vos haciendo sexting conmigo. Yo fui su paño de lágrimas cuando sentía vergüenza de que fueras tan antisocial en sus reuniones. Venía a buscar en mí todas esas fantasías que vos le negaste, porque salías cansada de esta escuela.

—Si tan cansado y avergonzado estaba de mí, me hubiera dejado, ¿no creés?

—Nunca te dejó porque le das lástima. Porque sabe que estás sola, que lo único que te queda es tu tío. Por eso se iba a casar con vos, por lástima y obligación. Ya ni siquiera le gustabas, no le movías un pelo mientras se enloquecía cada vez que me veía.

Los ojos de Dolores comenzaron a arder, pero no iba a llorar, no frente a Denise.

—¿Sabes qué? Me cansaste. —Dolores tomó del brazo a Denise y la apartó sin cuidado, mientras ella chillaba con un tono irritante—. Yo no quiero nada con Mauro, arreglen ustedes sus problemas. Déjenme en paz.

Denise seguía gritando a pesar de que Dolores ya había entrado al auto. Mientras se alejaba, vio por el espejo retrovisor que la rubia seguía maldiciendo y pataleando en la vereda. Una vez que se alejó algunas cuadras, y cuando el corazón volvía a su ritmo normal, comenzó a procesar todo lo que Denise le escupió en la cara.

Y rompió en llanto.

Las cosas horribles que le gritó se sumaron a todo lo que había vivido esa tarde. Necesitaba llorar en ese momento, era tanta la angustia que sentía que no aguantaba hasta llegar a su departamento, y tantas las lágrimas que no podía ver con claridad por donde conducía.

Estacionó sobre Rivadavia, prendió las balizas y se desplomó a llorar sobre el volante. Sentía que Denise le había quitado lo poco que le quedaba de dignidad al decirle que Mauro se iba a casar con ella por lástima. Lo peor de todo, es que esa escena de amante despechada había acelerado el proceso de duelo que debía transitar.

Recreos en el jardínDonde viven las historias. Descúbrelo ahora