—Hijo... ¿Qué tal te fue en tu primer día de clases después de tantos años? —Fernanda, la madre de Emiliano, se acercó a recibir a su hijo—. ¿Querés comer? Te guardé algo, sabía que ibas a llegar tarde, pero no pensé que tan tarde. Tu hermano y yo ya comimos.
—No, má... No te preocupes. Mañana desayuno bien antes de ir a trabajar y listo. No tengo hambre.
—Pero me vas a contar que tal te fue en la escuela, nos tomamos unos mates y me contás, ¿sí?
Emiliano sonrío mientras asentía con la cabeza y abrazaba a su madre. A ella no podía decirle que no, la adoraba y la cuidaba desde que su padre desapareció del mapa, esa era la razón por la cual había dejado sus estudios.
Carlos, su padre, era ludópata. Los Herrera siempre tuvieron un buen pasar económico, y es por eso que el hombre se aprovechaba de eso para dar rienda suelta a su adicción. Quinielas, bingos, casinos, carreras de caballos... No conocía límites cuando se trataba de jugar y apostar. Incluso, era dueño de una pequeña fábrica de plásticos que perdió a causa del juego. Y tantas fueron las deudas que acumuló Carlos, que finalmente terminó desapareciendo. Un buen día se fue a trabajar, cuando Emiliano tenía quince años, y nunca más volvió.
Su madre lo buscó hasta el cansancio, incluso suplió su rol a cargo de la fábrica, hasta el día en que el banco se la quitó por falta de pago de la hipoteca. La pequeña empresa quebró, y Fernanda se llenó de deudas de un día para el otro.
Por ese motivo, Emiliano decidió dejar los estudios y salir a trabajar para ayudar a su madre a criar a su pequeño hermano, de cinco años en aquel entonces.
Supieron salir adelante, y no se quedaron en la calle porque la casa en la que vivían era de su abuela materna, al menos tenían la certeza de que nunca iban a ser desalojados de allí. La vida fue dura con ellos, pero pudieron salir a flote sin ayuda de nadie.
Es por eso que cuando todo se acomodó, cuando el niñito de cinco años comenzó a convertirse en un hombre, Emiliano decidió retomar sus estudios y así poder cursar una carrera universitaria. Porque fue lo que siempre quiso su madre, y quería darle el gusto de verlo con un título en su mano.
Pero estaba dudando de si iba a continuar con sus estudios.
—No te veo muy animado, hijo. ¿Te fue mal?
—No, má. No es eso, es que... No sé. —Soltó un profundo suspiro—. Esa escuela no me gusta, quizás abandone y busque otra. Tal vez una estatal, no sé por cuánto tiempo pueda pagar la cuota y compararme los materiales, si es que llegan a pedir algo.
—Pero si esa era la escuela en dónde ibas antes de abandonar. Además, no creo que te pidan las mismas cosas que le piden a tu hermano, es un secundario acelerado. Estabas contento esta mañana, algo te pasó.
Emiliano le devolvió el mate a su madre, quien lo observaba fijo. La conocía, y sabía que insistiría hasta que le cuente la verdad. Suspiró resignado y le contó de Dolores. Cómo se conocieron el viernes anterior, y todo lo ocurrido ese día, hasta el momento en que lo arrimó a su casa con el auto.
—No sé qué me asusta más, que me hables de una mujer por primera vez en tu vida, o que esa mujer, precisamente, sea tu nueva profesora de lengua. No tendrá mi edad, ¿o sí?
—¡Ay, no! ¡Mamá! —Emiliano estalló en una carcajada—. No sé cuántos años tiene, pero seguro es más grande que yo. Tal vez treinta, treinta y cinco si la mato con la edad... Ya no tiene caso. —Volvió a su semblante triste—. Ya me marcó la cancha. Ella es la profesora y yo su alumno, y no hay chance de que exista otro tipo de vínculo entre nosotros.
—¿Por eso querés cambiarte de escuela?
Emiliano asintió con la cabeza. —No quiero meterla en quilombos, pero tampoco quiero renunciar a ella. Me interesa, me gusta desde el día en que la vi llorando mientras revolvía un perchero en el local.
—Hijo... —Su madre tomó su mano sobre la mesa—. Ya es hora de que dejes de pensar en Javier y en mí. Si esa chica puede hacerte feliz, no la dejes ir. Nunca, nunca en tantos años te escuché hablar de mujeres, tampoco te conocí novias. Tuviste novias, ¿no?
—Sí, má. —Sonrió—. Tampoco soy un monje.
—Y bueno, por eso me di cuenta de cuán importante es esta chica para vos. Si ella te hace caso, ya encontrarán la manera de no romper las reglas del instituto. Pero no me dejes los estudios de nuevo —rogó con tono maternal.
—No te lo prometo, te lo juro. Por eso, si tengo que renunciar a Dolores con tal de que puedas verme recibido, lo voy a hacer.
—Tampoco quiero que vuelvas a dejar tu vida a un lado por mí. Me encantaría tener una nuera, un nieto tuyo... —pensó en voz alta—. Quiero verte con un buen trabajo, un buen porvenir... Tu hermano ya está grande, y hasta tiene un trabajito los fines de semana, en el mercadito de la esquina, así que tampoco es que necesita mucho de mí. ¡Hasta él tiene su novia! ¡Si la vieras! Ya la trajo un par de veces mientras estás trabajando, es una muchachita divina y muy parlanchina.
—Javier tiene más vida social que yo... —ironizó.
—¿No ves? Es hora de que pienses en vos. Nosotros ya nos arreglamos solitos. Estoy segura que, si se gustan, van a encontrar un punto medio entre la relación escolar y la personal. Hay tanto desgraciado que anda de trampa durante años y nunca los descubren... —protestó—. Ustedes no tienen una pareja a la que ocultarle cosas. Es soltera, ¿no?
—Sí... Recién separada, por eso lloraba en el local. No sé mucho más que lo que te conté, solo que es reciente.
—Entonces no te desanimes, hijo. Dejá que pase un poco el tiempo, imagino que para ella también habrá sido un shock verte ahí, en el aula. Y ella tiene mucho más para perder que vos —remarcó apuntándolo con el dedo—. No la apresures, dale tiempo para que asimile todo esto. Y si se acaba de separar, también tiene que hacer el duelo.
—Tenés razón, má. Me voy a bañar y a dormir, porque mañana no me va a levantar nadie. Gracias.
Emiliano se levantó para abrazar a su madre, se sirvió otro mate y se internó en la habitación que compartía con su hermano, quien estaba muy entretenido con su juego en línea. Tomó ropa limpia, se duchó y volvió directo a la cama.
Pero por más que lo intentó, no pudo cerrar los ojos sin que los pocos recuerdos con Dolores lo asalten.
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Recreos en el jardín
Romance¿Cuánto estás dispuesto a perder por amor? Dolores y Emiliano se conocieron de casualidad el mismo día que se perdieron para siempre, a pesar de que el flechazo fue instantáneo. Pero el destino se obsesionó en volver a encontrarlos, solo que no calc...