CAP. XIII, PARTE II; "El timbre avisa".
𝗣𝗘𝗥𝗟𝗔 𝗔𝗗𝗔𝗠𝗦.
La casa es inmensa, no tan grande como la casa de Ayxel, pero es muy grande de igual forma.
Todas las paredes son blancas, y en cada arco que divide los espacios, hay molduras. No me había fijado que, al abrir la puerta principal, teníamos las escaleras para llegar a la segunda planta cara a cara, y su composición es de madera blanca, mimetizándose con las paredes. Los pisos de madera azabache, le brinda elegancia, pero me fascino más la cocina. Es la mezcla perfecta entre moderno, y antiguo, con electrodomésticos de alta gama, pero el toque que me enamoró, fue el piso.
Es de cerámica, tipo tablero de ajedrez.
Cuando llegamos a la segunda planta, Stefan me mostró una linda mesa de madera oscura.
Sobre está, está la foto de una hermosa mujer rubia, con los ojos marrón claro, junto a tres jarrones. Uno de los jarrones tiene rosas blancas, el segundo, jazmines, y el último, margaritas.
—Ella es mi mamá... —murmuró Stefan, con cariño, y acaricio la foto —murió cuando yo tenía tres años... Era una mujer enfermiza... Igual que yo...
Sentí un agujero en mi corazón, y recordé a mi papá; muchos se sorprenden, pero realmente si tengo vagos recuerdos de él, y son recuerdos cálidos, armoniosos.
—Yo también perdí a mi padre cuando tenía tres años... —agregue.
Stefan me sonrió: —lo sé, Peggy me lo dijo.
Bufé, mencionarla rompió el cálido momento.
—¿Por qué te cae tan al ella? —pregunto.
Tome aire, y volví a admirar a su madre: —¿Ella te dijo que le tenía envidia? ¿Que éramos rivales en natación? —pregunté, necesitando esas respuestas.
El asintió, y miró también la foto de su madre: —no le creo... —añadió —y también sé que Zack la odia, así que no tengo razón para creerle.
Sonreí: —¿Por qué no le crees?
—Porque me aseguro que eres envidiosa, resentida, y que solo te importa tu propio bienestar —Stefan tomó mi mano, y sonrió —pero te has portado bien conmigo, y viniste a traerme galletas, para agradecerme, una persona como la que ella describió, nunca haría eso.
Me relamí los labios, feliz: —gracias por no creerle, no muchos lo hacen.
—Tranquila —aseguró. Note cómo comenzó a jugar con el colgante de su collar.
—¿Qué es eso? —pregunte. Cuando comenzó a juguetear con él, sentí una vibra hechizante.
El miro el circular colgante, y sonrió: —es un collar que mi familia siempre le da a sus miembros, aunque esté era el de mi madre —informó, dejándome ver mejor el objeto.
Parece una moneda, pero los relieves en su interior, hacer la forma de una especie de lámpara, que encierra una media luna con dos estrellas en su interior.
—Es lindo... —masculle, embelesada por el objeto de plata: —¿Tiene algún significado?
—Reconocernos, o algo así —indicó.
El señor Palmer nos llamó para comer, y salí del corto trance al que me sometió el colgante.
❄️❄️❄️
La enriquecida fragancia a rosas me cosquilleo tan fuerte en la nariz, que me hizo abrir los ojos.
Me encontré de pie, en el medio de un hermoso laberinto de rosas rojas. Mire hacia los lados, y solo encontré rosas, mire hacia arriba y encontré un hermoso cielo, con matices amarillos, rojos, y naranjas, pero una extraña inyección de epinefrina vino a mí, cuando en el medio de ese hermoso cielo, un palacio, sostenido por nubes, se hizo visible ante mí.
No podía ver mucho, he de admitir, pero si logré detallar una cúpula de mármol, rodeada de rosas azules.
El sonido de pisadas corto mi embelesamiento, y algo en mí me ordenó correr, correr como si mi vida dependiera de eso. Cómo si mi felicidad esperada por mí.
Cruce por varias esquinas, como si conociera el lugar, sentí conocerlo, creo conocerlo, y, a final del laberinto, dándome la espalda, dos alas negras esperaban por mí.
—Perla... —. Me hombro, mientras se giraba hacia mí.Sus ojos azules parecían destrozados, y su piel más pálida, demasiado, al punto de presentar líneas violencias.
Corrí hacia él, y lo abrace, me eche a sus brazos con deseo de sentir su calor, con deseo de consolarlo.
—Necesito que me ayudes... —murmuró a mi odio, y eso me estremeció de mala manera: —si yo vuelvo... —prosiguió, pausado —sentiré tanto dolor en ese cuerpo poco acto... Los recuerdos me consumirán... Y me volveré loco...
—¿Loco? —repetí, incrédula, levantando mi mirada a él, estaba tan débil —¿Cómo que loco? ¿Cómo que volver?
Sus manos frías acariciaron mis mejillas, y sus alas nos envolvieron: —cuando cortamos lazos... Siempre recordamos las cosas buenas de las otras personas —adjunto, sin sentido para mí —pero a veces... Los seres vivos como yo... —sus lágrimas brotaron —recordamos cosas hirientes... Porque me siento culpable... Culpable de no cuidarte... De arrastrarte a mi...
Mis lágrimas salieron involuntariamente, me sentí afligida, ahogada en dolor.
¿Por qué? ¿Por qué me duele tanto?
—¿Cómo te ayudó? —pregunté, comenzando a sentirme asfixiada.
—Solo necesito que nos despiertes antes que ella logre revivirme solo a mi... —sentenció, besando mi frente.
—¿Ella? —pregunte.
—Ahora despierta —sonrió, alejándose.
—¡¿Quién es ella!? —repetí, apremiante.
Abrí los ojos, sudada, y con la frecuencia cardíaca vuelva un caos.
J levantó la cabeza, curioso, pero no le di tiempo para preguntarme qué me pasaba, simplemente me incorpore en la cama.
—Ayxel está en peligro... —asegure, mirando a J.
El timbre de la casa, en ese instante, sonó, sacudiendo nuestros tímpanos.
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Beloverd The Celestino.
FantasyPerla no conoce a Ayxel. Ayxel no conoce a Perla pero, por alguna rara razón, ambos se extrañan. Destino, promesa y un atroz intercambio de cuerpos ¿Que mejor mezcla para el desastre y la magia?
