NOTA DE LA AUTORA:
Buenas, buenas, espero que esten bien. Como saben, la semana pasaba retome la historia, y estoy muy emocionada ¿Y ustedes?
Dejo esta notita para pedirles un favorcito, y agradecerles. El favorcito es que comenten, y compartan la historia, y el agradecimiento es por seguir la historia, a pesar de que me perdí por un año.
Disfruten el CAP que les escribí con tanto amor. <3
CAP. XV; "Huele a J".
¿𝗔𝗬𝗫𝗘𝗟 𝗔. 𝗚𝗔𝗟𝗘𝗦?
Una suave melodía endulzó mis oídos cuando iba de camino a casa, fue justo enfrente de la estatua de Luisbert Meith.
Solo recuerdo que seguí la melodía... Porqué... Porqué... Me recordó a mi hogar, a mi verdadero hogar...
Mis pesados párpados lograron abrirse, y me siento mareado, con náuseas.
—Siento como si hubiera bebido demasiado...
Sujetó mi frente, odio la sensación de tener resaca, o cuando se te va el efecto de... Ah, no vale la pena recordar eso.
Una agradable brisa marina choca contra mi rostro, y eso me espabila un poco.
Mire mis pies, y luego mis manos, aunque el dolor de culo por estar sentado mucho rato en algo sólido me hace ponerme de pie.
Mire mi alrededor, y realmente mi corazón se llena de una sensación hogareña, y melancólica.
Muchas cosas empiezan a llenar mi cabeza de golpe, como si metiera una sobredosis de información en mi cerebro.
—¡Amo! —. Una voz conocida gritó por un lado en mi cerebro.
—¡Hay viene nuestro señor! —. Otra voz gritó, mostrándome una multitud alegre al verme.
—¡Juguemos! ¡Juguemos! —una infante voz repitió con insistencia igualmente.
Mis rodillas buscaron soporte en el suelo, y cubrí mis oídos. Me siento angustiados, eufórico, alterado.
—Paren... Paren... Paren... ¡MIERDA! ¡PAREN DE UNA MALDITA VEZ!
Explote, viendo el cielo. Mis lágrimas corrieron silenciosamente, pero el anaranjado cielo me consoló.
Las voces de fueron, y las imágenes dejaron de golpearme la mente.
—Amaba... Amaba... —titubee, recordando algo por mí mismo —amaba mirar el cielo con ella...
Baje la mirada, y observé mis manos. El corazón me dio una sacudida desagradable, y mis lágrimas irrigaron las baldosas encaladas de piedra pulida que recubren el suelo.
—El dolor ya pasara... —asegurar una suave, y conocida voz femenina.
Levantó la mirada, y sus ojos olivas le regalan calidez a todo lo que soy, fui, y seré.
—Eva... Evangeline... —murmure, poniéndome de pie.
Su sonrisa tan características, junto su mirada, su piel pálida, y sus largos cabellos negros, hacen que el tiempo se detenga.
—Ayxel, tu no deberías estar aquí —agregó ella.
Cuando menciono mi nombre, sentí eco en mi cabeza. Lo había olvidado... Me... Me sentía como... Cómo...
—Yo...
—Tu siempre serás tú —tomó mis manos, ella está tibia, y yo helado —pero ahora ese es tu nombre, no lo olvides ¿Si?
Miré nuestras manos, y negué: —no quiero volver Evangeline... No sin ti...
Ella acercó más su rostro al mío: —pero si yo también estoy contigo, amor mío —beso la punta de mi nariz —simplemente es mejor que olvides nuestro pasado, y comencemos nuestra aventura nuevamente, pero de cero.
—¡No me gusta no recordar! —protesto —¡Es frustrante despertar y sentir que estoy vacío! ¡Que no encajo! ¡Que le falta algo a mi vida! ¡Que nada vale la pena!
—Yo también me siento así... —aunque aún sonríe, lo hace de manera triste, la he lastimado: —¿Pero sabes la ventaja de olvidar?
Negué: —no creo que existan ventajas, porque si olvidó, voy a cometer los mismos errores, y eso es lo que quiero evitar... Quiero que por fin estemos juntos para siempre...
—Tienes razón, pero te olvidas de algo, mi señor —acaricio mi mejilla con dulzura —que tenemos una nueva vida, en otro momento, con otras circunstancias, y con otras personas. Nuestros errores, no valen aquí. Por eso esta vez, hemos olvidado, y podemos volver a equivocarnos, pero no todos los errores ni aciertos, tienen las mismas consecuencias.
Sus palabras, fueron consoladoras.
—Ahora despierta, y vive esta nueva vida, y que el destino nos haga volver a enamorarnos, pero esta vez no porque nos recordemos, sino porque dejamos que el tiempo nos vuelva nuestros nuevamente.
Sonrió por la audacia de sus palabras, y por lo poético que lograron ser.
—Nunca se te dio la poesía ¿Que ha sido eso? —la moleste un poco.
—Tengo mis momentos de iluminación, mi señor, eso ya debería saberlo —me dio un leve empujón —ahora, despierta.
Dio un paso hacia atrás, y agitó la mano, despidiéndose. Yo dio otro, e hice lo mismo, cerrando los ojos, pero nada pasó.
Los abrí, extrañado, y ella me miró con curiosidad.
—No... No puedo volver... —murmure, mirando mis manos, mi cuerpo está empezando a envejecer un poco.
Ya no era tanto el de un adolescente de casi 18 años, sino el de un chico de veintitantos.
—No es posible... —murmuró ella, con pánico.
Repentinamente, sentí que mis omóplatos arde. Apreté los dientes, al punto de hacerlos rechinar.
Me contraje, adolorido.
❄️❄️❄️
Mientras que mi alma se retorcía de dolor, y mi nuevo cuerpo físico, crea una especie de crisálida con la sangre de los licántropos, animales, y otras criaturas que la ninfa asesino, a lo lejos, intentando descifrar nuestra ubicación, un cuervo negro planea el área.
El ave se posó sobre una devastada punta de pino, gracias a la nieve.
—La ninfa fue lista. Usó un hechizo de mimetismo —informó el ave.
Un caballero, de altura considerable, cabellos entre cobrizos, y castaños, con una pesada mirada café, suspiró, fastidiado.
—Ha dado muchos problemas esa ninfa —se limitó a decir —¿Y Elisabeth?
El cuervo alzó vuelo sobre su sitio, y mutó su forma. Ya no era un ser alado, sino una figura humanoide, de una chica, para ser exactos.
—La deje con el pobre guardián —la muchacha sacudió sus largos cabellos rojos —a la bestia casi la dejan sin una gota de sangre.
—¿Crees que esté un vampiro involucrado?
Ella menea la cabeza: —lo dudo, pero quién sabe.
El hombre vuelve a suspirar: —busca por tierra un rastro de la ninfa, o de alguno de sus aliados, yo intentaré con magia.
—Como diga capitán —hizo un saludo militar, y los ojos negros de la chica, se desviaron hacia su costado. Olfateo un olor que se le hizo conocido: —¿No hueles algo familiar?
El mago cerró los ojos, y sobre la copa del árbol donde estaba de pie, levito, en posición de meditación.
—Me pareció hace rato, pero no logré descifrarlo.
La pelirroja cerró los ojos, y olfateo un poco más. Abrió los ojos, sorprendida, y sonrió.
—¡Huele a J! —asegura, y muy bien acertada que está.
—¿J? ¿Qué hace J aquí?
—No lo sé, pero está con una humana, muy cerca de donde está Elisabeth.
—¿No vueles a Ann por ahí?
—No, nada de nada, J está solo.
—Si Elizabeth está cerca de ellos, no vayas a ese lado, y rastrea en otra dirección.
La emoción que sintió la chica al querer ir a ver a J se volvió un poco amargo, y asintió.
—Eres un amargado Marco, me usas de perro rastreador.
—Solo has tu trabajo, Ruth.
La chica lo remedo, y se lanzó de la copa del árbol. Con una velocidad inhumana, pero normal para muchas criaturas, busco el rastro de la ninfa.
—Nunca espere que el mensaje enviado por una liebre termina siento tan entretenido, y molesto a la vez —se dijo a sí misma Ruth.
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Beloverd The Celestino.
FantasyPerla no conoce a Ayxel. Ayxel no conoce a Perla pero, por alguna rara razón, ambos se extrañan. Destino, promesa y un atroz intercambio de cuerpos ¿Que mejor mezcla para el desastre y la magia?
