CAP. XVI, PARTE I.

11 1 0
                                        

CAP. XVI, PARTE I; "¡J VS. EL ALCÉ!"
𝗣𝗘𝗥𝗟𝗔 𝗔𝗗𝗔𝗠𝗦.

—Después de acabar esto... —jadee, cansada de tanto correr, y escalando una empinada colina —espero cambiar de cuerpo con Ayxel... ¡Y decirle a su aya que me haga pasteles y chocolate caliente!

J me observó, tiene en la cara tatuado: —¿De verdad están pensando en eso en este momento?

—No me juzgues... —jadee, nuevamente, llegando a nuestra meta. Nos atajamos siguiente un sendero más rudimentario que el principal, queremos aprovechar los últimos rayos de sol.

—Te pongo esa cara porque estás pensando en ti, y no es nosotros, somos un equipo tu y yo, ¡También quiero dulces!

Su protesta me recordó a la de un niño, pero por lo menos podemos mantener el humor entre nosotros en estas circunstancias.

—Perdona —me retracte —quise decir, para que aya nos haga dulces a ti y a mí.

Él asintió, aceptando mi reestructuración de planes, pero espero, que sí salgamos de aquí.

Tomamos aire, y nos sentamos un momento, para recomponernos, pero J se reincorporo rápidamente.

—Huele a sangre... —murmuró.

Con cautela, se atajó unos metros, y olfateo. Pareció darse cuenta de otra cosa, que lo calmó un poco.

Dio media vuelta hacia mí: —puedo oler a alguien cono...

J fue brutalmente interrumpido, gracias a que el alce gigante lo embistió de golpe.

¡Apareció de la puta nada!

Si fuera biológicamente posible, mi mandíbula inferior estaría tocando el suelo nevado.

Mire hacia donde él alce arrastró a J. Lo tiene contra un árbol. J aprieta los dientes y establece contacto visual conmigo. Quiere decir algo, pero cuando abre el hocico, vomita sangre.

Escucho como el alcé exhala como un toro en medio de una corrida, y lentamente, se aleja de J. Hubiera preferido por un lado, que no lo hiciera, ya que vi en cámara lenta, como sus astas afiladas salían del interior de la cavidad torácica y abdominal de J.

Está sangrando, J está sufriendo... J está...

Con mucho esfuerzo, logró quedarse en sus cuatro patas. Miro al alce con un desprecio indescriptible.

—Hace falta más que un alce imbécil para matarme... —esbozo una perruna sonrisa. Un pequeño brillo dorado comenzó a emanar de sus heridas, y se cerraron.

El alce volvió a exhalar con fuerza: —un pulgoso, y callejero canino, no me vencerá —. Afirmó el cornado anima.

Por un microsegundo, el ojo izquierdo de J tembló. J odia muchas cosas, pero que le digan pulgoso, y perro callejero, es como encender una bomba atómica.

Se vuelve Hiroshima 2.0.

—¿Cómo me llamaste? —bramo J. En sus patas algo hormigueo, y sus uñas perrunas se hicieron notoriamente más grandes.

El alce batió sus pezuñas contra la nieve del suelo: —¿Tienes garrapatas en las orejas? ¿Por eso no escuchas? Sarnoso.

Bien, con esto recordaré de por vida nunca decirle pulgoso a J ni de chiste.

J es un perro grande, pero acaba de acrecentar en muchos sentidos. Su pelambrera similar al de un golden black, se volvió más espesa, y unos imponentes caninos sonrieron fuera de su hocico.

Beloverd The Celestino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora