[5]

474 54 1
                                    

Aiden y Mónica se dirigían a la tribu para encontrase con la jefa. Lía le avisó Aiden que ella no llegaría a buscarlo, que se encontraban después. Entonces el pequeño se encontraría con Matt, era mejor opción.

-Estamos a un par de manzanas, es casi al final de la calle- dijo Mónica mirando hacia adelante. Aiden solo asintió, el solo se concentraba en el paisaje.

Casas, personas caminando, perros corriendo tras una pelota, todo se veía familiar, común. Quizás porque estaba en una ciudad similar a la suya.

Es el destino.

Pero a veces las personas condicionan nuestro destino, lo moldean a su gusto y parecer, a veces para hacer el mal, otras veces para el bien.

Ya habían llegado a su destino, había chicos jugando vóley sin camiseta o en sudadera, algo que no parecía raro, si no fuese en una mansión. Viven en comunidad, pero es como si todos fuesen familia. Al bajar del auto todos vieron de una forma extraña a Aiden, como si estuviesen confusos. En cambio a su madre la saludaron con total normalidad, e incluso ella misma abrazó a los muchachos.

-Están muy crecidos todos ustedes- Mónica tenia una sonrisa muy grande y la mirada melancólica, como si los hubiese extrañado, y al parecer sí los extrañó.

La rubia ladeó su cabeza indicándole a su hijo que debían continuar. Caminaron hasta la puerta de la mansión que parecía estar abierta. Las paredes tenían un color café suave muy bonito, el césped estaba cortado a la perfección, con un verde muy pronunciado. Justo como a Aiden le gustaba. Su casa no tenía patio, pero sí una hermosa vista a la ciudad.

-¡Mónica!- un grito de emoción llamó la atención de madre e hijo. Se trataba de una mujer rubia, alta y muy bella, sus ojos irradiaban alegría del momento.

Ambas mujeres se abrazaron fuertemente. Mónica frunció la frente de la tristeza en el hombro de la más alta. Se habían extrañado, era más que obvio.

-No sabes cuantas veces pensé en ti por estos años- susurró la amiga de Mónica en su oído- pensé que ella los había encontrado- las rubias contuvieron la respiración del sólo hecho de pensar de que les pudo haber pasado algo a Aiden o Mónica.

- No lo haría, no pudo tocarnos- respondió Mónica aún susurrando.

La más alta retrocedió un paso y tomó a Mónica de los hombros. Ambas se miraron fijo a los ojos.

-Te prometo que estarán seguros-

Aiden seguía ahí, sólo viendo. Hasta que la mujer lo miró con una sonrisa. Y se dirigió a él.

-Disculpa por no presentarme, soy Alira, tu debes ser Aiden ¿No?-

-Si, si soy Aiden, un gusto conocerla- el castaño extendió su mano hacia Alira, la cual ella tomó y se hicieron un apretón de manos.

Algo en Alira le resultaba muy familiar, quizás su forma de actuar o vestir, o a lo mejor simplemente la vio en alguna foto de su mamá.

-Estas muy alto, cuando te conocí eras pequeño y sonreías mucho- Dijo la mujer con una sonrisa en su rostro.

Ahí se dio cuenta que la vio en su infancia, aunque no tenía recuerdos de ella, su mente jugaba con lo olvidado y le daba pequeñas señales de familiaridad. Era algo incomodo que alguien te diga que te conoce de pequeño y otras cosas. No sabes como responder y simplemente te quedas paralizado sin decir ni una letra.

-En un rato comenzará el almuerzo, pueden pasar mientras tanto- Alira invitó a pasar a los recién llegados a su casa. Y era enorme, por dentro era más bella que por fuera, aunque la belleza superaba a la otra era sólo por un mínimo porcentaje.

Licantrophes: La Manada Luna LlenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora