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Si bien todas las personas del planeta son bastante tímidas y raras en su primer día de clases, ese grupo no incluía a Aiden. Él se sentía confiado, sólo debía presentarse ante todos y luego sentarse en el banco vacío más cercano. Nada difícil.

-¿Y no estás ni un poquito nervioso?- le preguntó Mónica al joven desde la ventanilla de su auto, juntando sus dedos para expresar la palabra “poquito".

-No, para nada- respondió Aiden de lo más normal- sólo son personas, no monstruos- continuó confiado el castaño, mirando el edificio y dándole ligeramente la espalda a su mamá para apreciar el lugar.

-Si tú lo dices, en fin… ¿Te paso a buscar o prefieres caminar?- cuestionó su mamá. La verdad era muy tentador el volver en auto para Aiden, pero decidió optar por la opción de caminar. Además así recordaría el camino a casa y le sería de mucha ayuda para el cuerpo.

Luego de eso se despidieron con un beso y un “nos vemos" por parte de ambos. Aiden se encaminó hacia los escalones de la entrada principal y así entrar en el colegio. Al hacerlo hubo muchas miradas analizadoras de ropa, cuerpo y forma de vestir, muchos susurros de posibles personalidades basadas en lo que veían en Aiden. Típico de los alumnos al ver a una persona nueva, tratan de hacerse una idea de como es su vida, no para cosas malas (por lo general).

El solo se concentró en buscar el salón 23. El cual tardó varios minutos sin encontrarlo, como era escuela nueva, seguramente habría otro tipo de organización en cuanto a la distribución de aulas.

-¿Salón 23?¡Carajo!¡¿Dónde putas madres está el salón 23?!- se quejó no tan fuerte. Nadie lo había escuchado. Nadie excepto un chico moreno de ojos marrón intenso al igual que su cabello, de 1,86 metros de altura, unos bíceps totalmente trabajados al igual que el resto de su cuerpo. Literalmente Aiden quedó embobado con esa imagen, o mejor dicho, con ese chico. Tan así que no escuchó lo que decía el más alto.

-Emm…¿Chico?¿Escuchaste lo que dije?- preguntó el pelinegro pasando su mano frente a los ojos del más pequeño. Aiden sacudió su cabeza rápidamente saliendo del transe en el que había quedado.

-¿Qué? Disculpa no te escuché- se lamentó Aiden frunciendo la frente y sonriendo como un tonto por lo nervioso que estaba. El más grande sí que era guapo. Y para llamar la atención del castaño debía ser un adonis.

-El salón 23 es al que voy yo, si me sigues te muestro donde es- al saber esa información  Aiden se puso más feliz, ahora podría tener al muchacho algo cerca. Aunque sabía que ese tipo tenia lo homosexual de lo que Aiden tenia de heterosexual.

-Eh… sí, claro- aceptó el castaño, quien siguió al muchacho mas grande, Hasta llegar al salón 23. Caminaron un poco hasta el lugar donde Aiden había pasado y no se dio cuenta que pasó por dicho salón.

Literalmente se sentía como un idiota, no sólo por no encontrar el aula, sino también por ponerse histérico frente al chico, algo que pocas veces hace, siempre fue una persona calmada y racional.

En cuanto al muchacho, Aiden no sabía mucho de él, más que compartirían el mismo salón, sólo eso. Tenía mucha curiosidad, quería conocerlo, no sólo porque era lindo, también le daba una energía muy positiva. Tenía el semblante serio y no era de muchas palabras. Pero una buena persona. O eso aparentaba según Aiden.

-Buenos días muchachos- dijo alegremente el profesor al ver entrar a los chicos a su clase- ¿Aiden? ¿Cierto?- el hombre apuntó vagamente al castaño- ¿Podrías presentarte ante la clase?-

 Aiden asintió con la cabeza y se puso de espaldas a la pizarra para quedar frente a sus nuevos compañeros, con los cuales debía presentarse. El más alto, por su parte, fue a sentarse en su asiento, en la fila de la derecha. El castaño tomó coraje y suspiró.

Licantrophes: La Manada Luna LlenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora