Capitulo 1

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Sus músculos se habían acostumbrado a una pelea de dos horas seguidas sin problema alguno. Aunque ello no indicara que le trajera malos recuerdos. Por no decir los peores de su vida.

Se aseguró de dejar a todos los guardias inconscientes en una esquina. No sentía cansancio por las maniobras, los giros no la mareaban y sus sentidos eran de mucha ayuda. Muchos trataban de atacarla por la espalda y otros por los costados. Había sido una misión relativamente fácil, aunque eso no indicara que salía completamente ilesa.

—Paquete seguro, señor— dijo prendiendo su comunicador con la respiración agitada.

—Excelente Agente cero— respondió el general Ross. Amaia casi podía sentir que se encontraba en una sala con clima, y lleno de olor a café de cafetera. Vaya que a veces no le agradaba en lo absoluto la actitud de su jefe— Traiga el paquete a casa.

—Claro, señor— respondió Amaia y silbó imitando el sonido de un gorrión, y una pequeña niña salió corriendo de uno de los muebles en aquella sala de experimento.

El "paquete" era la mismísima nieta del General. Y Amaia a pesar de su dolor en el costado, la cargó para tranquilizarla.

—Ven pequeña, vamos con tu abuelo— sonrió a la niña y esta imitó su acción tímidamente abrazándola por el cuello.

*Con Bucky*

—...Y lo más importante, ¿Has seguido mis recomendaciones? —Preguntó la terapeuta al soldado.

Bucky frunció el ceño, cómo buscando un recuerdo en su mente que sinceramente quería ignorar. Ir a esas terapias le habían ayudado, pero nada comparado al tiempo en Wakanda.

— ¿Cuáles eran las recomendaciones? —Preguntó. Claramente las recordaba, pero prefería ignorarlas.

—Contactar a tu amiga, algo muy importante— dijo la terapeuta clara y levantado una ceja

Bucky en verdad no le agradaba el hecho de que la terapeuta supiera prácticamente todo sobre él. En especial su estadía en Wakanda, el hecho de haber mejorado y haber conocido a aquella pequeña.

— ¿Y que si no puedo? — respondió él volteando a verla y cansado de responder lo mismo durante 3 semanas— desde que se fue no sé nada de ella— la terapeuta movió su cabeza indicando que siguiera— trabaja con el gobierno, jamás lo encontraría fácil, Amaia lo dijo.

Y era verdad, una semana después de que se fuera, le llamó por un teléfono prestado del gobierno, hablaron por varios minutos, un gran récord para él, y en aquella platica Amaia le dijo que localizarla no sería trabajo fácil, la mantendrían como una espía y cambiaria de lugar de residencia varias veces. A parte le dijo que lo extrañaba y trataría de mantenerse contactada. Ya había pasado un mes desde la llamada.

—Su nieta está segura señor— indicó Amaia regresando de la enfermería con una venda en el abdomen.

—Entendido agente cero, su madre estaría orgullosa— Amaia apretó la mandíbula tratando de controlar el nudo saliendo en su garganta.

—Con todo respeto, señor, pero no meta a mamá en esto— respondió ocultando exitosamente el enfado de su voz.

Pasaron unos minutos en silencio mientras el general Ross acomodaba los papeles en su escritorio. Amaia estaba a punto de irse cuando habló.

—Se te asignará una nueva misión— aclaró el general.

Amaia frunció el ceño.

—Pero tengo escuela— se cortó por un segundo. Era la tercera vez que la enviaban a misiones en semanas importantes para su educación— y mis exámenes...

Calló cuando el General Ross levantó una mano en su dirección, indicándole silencio. Amaia tomó un par de respiraciones manteniendo en el fondo de su cerebro la molestia que parecía un animal salvaje en jaula. ¿Qué acaso no entendía lo importante que era la educación para ella? No quería dedicar su vida entera a ser una triple agente.

—Proteger el escudo del Capitán América— siguió el General Ross presionando un botón.

Unas puertas se abrieron y una luz iluminó el escudo de vibranio que representaba mucho para una gran parte de la población. Uno de los mayores símbolos de protección en el mundo. Por ende, una mayor responsabilidad.

— ¿Qué? — murmuró sintiendo sus músculos tensarse.

Vaya que parecía tortura aquello. Su madre había tenido una estrecha relación con el dueño del escudo, incluso lo había portado durante batallas protegiéndola de varios ataques. No le ayudaban en lo absoluto a tener un buen luto de Natasha Romanoff.

—Mañana se te aplicará una breve prueba dónde verán que tan capaz eres, competirás con otros agentes, y necesito que la apruebes ¿Entendido?

—Usted sabe que soy de sus mejores agentes, pasaré la prueba, señor— aseguró Amaia forzando una sonrisa de superioridad. Claro que era las mejores agentes, pero fue entrenada de la peor manera existente— con su permiso.

El General asintió e indicó a otros tres agentes que la escoltaran a su cuarto—celda. Efecto secundario de haber tratado de escaparse 6 veces y de robar 3 veces un teléfono durante el último par de meses. Ella solo quería contactar con el resto de Vengadores, pero aquello indicaba menos eficacia en sus misiones.

Cuando llegó a su zona, los agentes cerraron la puerta con seguro y ella sintió nuevamente el silencio instalarse a su alrededor. Como odiaba ese lugar. Solo había tenido contacto con Tony, Pepper y Morgan, y Rodhey, este último gracias a que era agente del gobierno.

Dio un par de vueltas al cuarto antes de sentarse en la cama. Agradecía que no le pusieran cámaras al cuarto, le gustaba un poco de privacidad.

Se estiró a un mueble cercano, abrió uno de loscajones y sacó un pequeño álbum de fotos. La primera y única que sacó fue unaque ella tomó varios años atrás, Natasha trataba de hacer un pastel para sucumpleaños y su cara de frustración reflejaba que no era muy buena enrepostería, sus manos y cara manchadas habían sido un gesto bastante tiernopara la versión de 9 años de Amaia. Se había convertido en una de sus fotosfavoritas. 

Agudizó su sentido auditivo, esperando encontrarse con un latido calmado normal en alguien dormido, en vez de eso, encontró un corazón apresurado que parecía querer salir corriendo del pecho de su dueño. T/N frunció el ceño y trató de concentrarse para localizar las vibraciones de sus pasos, su olor entre el de muchas personas y el ambiente que rodeaba al hombre.

 Bucky se encontraba en una especie de bar, con unas flores en mano y una mujer frente a él. El movimiento en las articulaciones de sus dedos sonaban constantemente en los oídos de T/N, indicando nervios; su corazón aún no se normalizaba, y su voz tenia un disfraz de seguridad que engañaría a cualquiera, pero la niña lo conocía muy bien, estaba aterrado. Conocer a personas jamás fue el fuerte de Bucky. 

-¿Cuantos años tienes?- preguntó la mujer con una sonrisa.

-106- respondió Bucky seriamente.

La mujer rio, y Bucky le siguió el juego. T/N adivinó el momento exacto en el que el hombre frunció el ceño cuestionándose por su propia respuesta. Sonrió por ello.

Y con aquel sonido de fondo, el silencio pasó a ser de sus últimas preocupaciones.

The Red Shadow: the government agentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora