Capítulo 7

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(Palabras en cursiva están en español)

La audiencia no tardó en comenzar a señalar a la presencia traslúcida cerca de las gradas, y pronto, las cámaras estaban sobre aquella sombra blanca que había interrumpido la entrevista.

— ¿Qué estás haciendo ahí, Amaia? — preguntó Bucky al aire y regresando a su postura anterior.

Los sentidos de Amaia volvieron a la normalidad en cuestión de segundos, el repentino murmullo en lugar de los gritos de emoción la confundieron aún más. Se tensó al ver las cámaras apuntando a ella, al igual que las personas. John, por su parte, sonrió.

— ¡Amaia! Ven— John hizo un ademán para que se acercara.

Una sensación de frío recorrió toda su columna. Le habían dado una sola orden, y no la cumplió. Masajeó discretamente su cien, dónde era el dolor más agudo por la falla en sus inhibidores.

Sigue la corriente. Una vez le dijo su madre cuando le enseñaba las tácticas de espía. Se acercó con una sonrisa apenada y quitando por completo su invisibilidad. Y antes de llegar, uno de los camarógrafos le entregó una silla.

La mujer le sonrió amablemente.

— ¿Y quién es esta hermosa chica? — preguntó cuando Amaia tomó asiento

—Ella es la sombra blanca— presentó alegre John— una muy buena agente, y probablemente mi compañera.

—Sería un completo honor, Capitán América— concordó Amaia fingiendo emoción y balanceando sus pies, ya que por la altura de la silla no lograba tocar el suelo por completo.

Bucky miraba la tele con el ceño fruncido y mandíbula tensa. La notaba con pánico, convivir con ella durante dos años seguidos le ofreció conocer a la perfección a Amaia.

La entrevista seguía. La mujer insistió un par de veces en saber el verdadero nombre de Amaia, pero ella se negaba a darlo, poniendo una excusa tras otra. El resto de la entrevista fue conforme al programa.

La chica se movió incomoda un par de veces al escuchar a uno de los hombres indicar que una de las cámaras estuviera sobre ella. A simple vista no se veía, pero Bucky, Rodhey, y la familia Stark notaron los músculos del cuello de la chica tensarse cada vez que se dirigían a ella con una pregunta.

Las horas pasaron y las personas comenzaban a salir del estadio. John firmó varios posters y camisetas, mientras Amaia se encontraba a su lado. Al cabo de los minutos, ambos se encontraban de camino al punto de encuentro que les señaló el General Ross. Una van blindada que los llevaría a su destino.

— ¿Por qué saliste de los vestidores? — preguntó John

—Quería ver la entrevista más de cerca— respondió Amaia con una sonrisa y encogiendo sus hombros— ya sabes, no todos los días estás en una entrevista donde reciben al nuevo Capitán América.

John asintió y siguieron con su camino.

Amaia captó un olor diferente en el ambiente. Le extrañó de primer instante el que tantas personas estuvieran caminando justo dónde ellos estaban y no a los alrededores, estando dentro del mar de personas nadie sin sentidos tan agudos lo notaria. Había algo que no le gustaba de aquello.

Los celulares comenzaron a vibrar. Todos comenzaron a correr y el caos se desató.

Un golpe directo en el costado de la chica hizo que cayera y perdiera de vista a John. Las personas pasaban a su alrededor y la saltaban, no tenían muchas intenciones de lastimarla, solo desubicarla. Alcanzó a escuchar el forcejeo entre John y otra persona que trataba de quitarle el escudo, hasta que el hombre logró quitárselo y siguió a otros tres que recogieron unas maletas que anteriormente habían lanzado.

Amaia se levantó tratando de recuperar el aire perdido por el golpe y activó su invisibilidad. Esquivó a varias personas tratando de no perder de vista al hombre, corría lo más rápido que podía, pero su altura y zancada no le ayudaban. Llegó un punto donde el hombre se detuvo notando que lo seguían.

—Suelta el escudo— ordenó dejándose ver y levantando un arma que se le había entregado horas antes. No lo consideró correcto en un inicio, pero ahora lo agradecía.

El hombre la vio a los ojos

Adrenalina.

Miedo.

Era una mirada humana con sentimientos humanos, pero había algo distintivo en ellos que la chica reconocía y temía.

— ¿Quién eres? — preguntó.

El ardor en sus muñecas no tardó en aparecer. El hombre la había sujetado con una fuerza extrema y desmedida, arrojándola hacia el suelo con intenciones de inmovilizarla. Pero Amaia fue más rápida y ágil, ayudándose del impulso que la llevaba al suelo, encogió levemente sus piernas causando que diera media vuelta con el cuerpo, y cayó parada con un derrape.

—No te agrado, entiendo— murmuró irguiéndose y preparada para pelear— yo tampoco lo hago.

Aprovechó la sorpresa del hombre, activó nuevamente su invisibilidad y le arrebató el escudo despareciendo de su vista. Los demás que estaban a la cabeza del grupo regresaron y comenzaron a pelear contra Amaia, causando que se dejara ver nuevamente.

Un jalón en su espalda la sorprendió y luego del impacto del suelo de la camioneta la hizo quejarse por el ardor en su costado. John cerró la puerta de la Van e indicando que avanzara. Amaia recostó su cabeza adolorida y sintió algo golpear su pierna, levantó la mirada y su cuerpo se llenó de pánico. En un movimiento instintivo levantó el escudo colocándose enfrente de John.

La granada explotó y los sacó a ambos de la van.

La chica tosió gracias al humo en sus pulmones, se retorció un poco sosteniendo su costado mientras que con la otra mano aún sostenía el escudo, John soltó leves quejidos a su lado. Amaia sentía las vibraciones del sonido de las sirenas de los coches de policía, los pasos de las personas y el hablar de los reporteros, pero el pitido en sus oídos la distraía constantemente. Un hombre se acercó a ella, le preguntó algo que no alcanzó a entender, por lo que no respondió, parpadeó un par de veces tratando de remediar su vista borrosa. Pronto dejó de sentir sus extremidades, y cerró sus ojos cayendo inconsciente. 

The Red Shadow: the government agentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora