Capítulo 33

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(Lo mismo de siempre, palabras en cursiva están en español, palabras en negritas son recuerdos o mensajes)

Depositó la hielera en la mesa junto a Sarah y tomó asiento soltando un suspiro. Su cara ardía y los ligeros tonos rojizos en sus mejillas reflejaban cuánto tiempo pasó repartiendo bebidas a las personas que apoyaron durante el día. Con lentitud quitó el cabestrillo y lo dejó en la mesa, luego comenzó a mover el hombro delicadamente.

—Te dije que te quedaras en la sombra un rato— regañó Sarah entregándole un vaso de agua mientras se sentaba frente a ella. Ambas se encontraban en la casa Wilson, todos los que ayudaron comenzaban a regresar a los lugares donde se hospedaron, ya que el sol comenzaba a caer y el cielo se oscurecía cada vez más. Sam y Bucky platicaban con una bebida en mano y una maleta en medio de ambos.

—Un poco de crema y estaré bien— dijo Amaia tocando su nariz con una mueca. Volteó hacia la ventana desde donde podía observar a ambos hombres— aún faltan detalles, ¿No?

—Sí, pero ya son muy pocos, nada a comparación de como estaba— rio Sarah. Se le notaba alegre, tantas personas reunidas para ayudarlos a reparar el barco le hicieron sentir más apoyada que nunca— ¿No deberías irte a casa? Ya es tarde, tus padres se preocuparán.

La chica sonrió levemente. Sam no le dijo exactamente quién era ella, solo la presentó con Sarah como una amiga de confianza, respetaba la decisión de Amaia de si mantener el secreto de ser hija de Natasha Romanoff, o decirlo desde un inicio. Sam sentía que decir aquello le correspondía a Amaia, no a él. Se lo había expresado luego de recibir el dinero.

Amaia ya no quería mentir. Su madre la ocultaba de sus enemigos, pero que ella lo hiciera con sus amigos no tenía buenas consecuencias, ya lo había experimentado y no quería volver a pasar por ello.

—Mi madre era Natasha Romanoff— dijo la chica con una leve sonrisa, para no incomodar a Sarah. Para muchos podría parecer un tema delicado, pero ella ya sabía sobrellevarlo— y no tengo un padre. Así que...

—Perdón, no sabía— se disculpó Sarah inmediatamente.

—No te preocupes— calmó Amaia, restándole importancia con un gesto de mano— está bien, por ahora estoy en custodia del gobierno, no paso un mal rato ahí— jugueteó con su collar— Pero, tienes razón, creo que es hora de que vaya a buscar un hotel o algo— admitió levantándose.

—Oh no, de eso nada— detuvo Sarah y Amaia volteó a verla— puede que tengamos una casa pequeña, pero hay espacio para las personas que lo necesiten.

Amaia entendió el punto de su comentario.

—No quiero incomodarlos...

El comentario de Amaia fue interrumpido cuando la puerta se abrió y por ella entraron Cass y AJ. El más pequeño, al verla, se acercó a darle un abrazo. Amaia rio ante el gesto y rodeo como pudo a Cass.

—Sigues aquí— expresó el pequeño alegre. Acto seguido, y sin soltar a Amaia, volteó en dirección a su mamá— ¿Puede quedarse? Por favor.

Amaia sonrió abiertamente mirando al pequeño, Cass colgaba su cabeza infantilmente hacia atrás sin apartar la mirada de su mamá, confiando en que Amaia lo sostenía fuertemente para que no cayera.

AJ se acercó y rodeó la cintura de Amaia con ambos brazos, causando un ligero trastabilleo por parte de la chica al recibir el repentino peso de su acción.

—Por favor mamá— pidió AJ— ya es muy tarde para que regrese a su casa.

Amaia frotó la espalda del niño mientras con el otro brazo sostenía al más pequeño. Sarah sonrió y se encogió de hombros cuando notó que Amaia mantenía su mirada sobre ella.

The Red Shadow: the government agentDonde viven las historias. Descúbrelo ahora