30. The Berg.

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El Berg.


-¡Que alguien me conteste! -volvió a gritar.

Sin pensarlo un segundo, Thomas empezó a hablar.

-Ellos nos ayudaron a atravesar la ciudad. Si no fuera por ellos, no estaríamos aquí.

El hombre giró bruscamente la cabeza hacia Thomas.

-¿Tú... los recogiste en el camino?

Thomas asintió. Yo mire hacia atrás a Minho buscando algún signo de lo que fuese, pero el solo miraba a Thomas con seguridad, mientras me protegía con su brazo sobre mi pecho. Imité la confianza que tenía. Después de todo, a Thomas se le daba bien estas cosas.

-Hicimos un trato con ellos. Les prometimos que también recibirían la cura. Además, somos menos de los que éramos cuando empezamos.

-Eso no importa -dijo el hombre-. ¡No les dijimos que podían traer ciudadanos!

El Berg seguía elevándose hacia el cielo, pero la puerta no se había cerrado. El viento soplaba por el amplio hueco. Con un poco de turbulencia, cualquiera de ellos podía rodar hacia la muerte.

De todos modos, Thomas se puso de pie dispuesto a defender el pacto que había hecho.

- Bueno: ¡ustedes nos dijeron que viniéramos hasta aqui y nosotros hicimos lo que teníamos que hacer!

El anfitrión armado hizo una pausa, como si estuviera reflexionando sobre su razonamiento.

- A veces me olvido de la poca idea que tienen ustedes de lo que está sucediendo. Perfecto: pueden quedarse con uno de los dos. El otro se va.

Trate de simular el sobresalto. No podía elegir a uno, eso era espantoso.

-¿Qué significa... que el otro se va?

El hombre oprimió algo en la pistola y luego acercó el extremo a la cabeza de Brenda.

-¡No tenemos tiempo para esto! Tienes cinco segundos para elegir cuál de los dos se queda. Si no lo haces, los dos morirán. Uno.

-¡Espere! -exclamó Thomas, mirando a Brenda y después a Jorge. Los dos guardaban silencio, con la vista clavada en el piso. Sus rostros estaban pálidos de miedo.

-Dos.

-Tres.

¿Esto sería parte de su plan?

-¡Cuatro! -la cara del hombre enrojeció-. ¡Elige ahora mismo o mueren ambos!

Thomas dio un paso hacia adelante, y después señaló a Brenda.

-Mátala.

¿Qué carajo Thomas? Le hablé por la mente.

El hombre se puso el arma en la cintura, se estiró hacia abajo y, con las dos manos, tomó a Brenda de la camisa y la obligó a ponerse de pie. Sin decir una palabra, caminó hacia el hueco, llevándola con él.

Brenda miró a Thomas con los ojos llenos de terror y el dolor reflejado en el rostro mientras el extraño la arrastraba por el suelo metálico del Berg hacia la escotilla y hacia una muerte segura.

Cuando estaba a mitad de camino, Thomas entró en acción.

Saltó hacia adelante y derribó al hombre, asestándole un golpe en las rodillas. La pistola fue a dar al piso, cerca de él. Brenda cayó cerca del borde, pero Teresa se encontraba ahí para atraparla y alejarla del peligroso filo de la puerta. Thomas apoyó el brazo izquierdo sobre la garganta de su contrincante y trató de agarrar el arma con la otra mano. Una vez que logró palparla con los dedos, la sujetó y la atrajo hacia él. Luego se alejó ágilmente y apuntó la pistola con las dos manos sobre el extraño, que estaba tumbado de espaldas.

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