Epílogo Parte 1.

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Narra Valentina..

Vi mi habitación vacía y ese sentimiento se metió a mi cuerpo, las paredes estaban lisas pero parecían tener toda mi historia escrita sobre ellas.

Desde la primera vez que Martín vino a este lugar, hasta las veces que Villa subió por mi ventana.

Esto duele.

-esto se ve muy extraño- dijo mi abuela, viendo la habitación vacía solo con la cama y un montón de cajas regadas por el piso.

-si, es extraño meter tus recuerdos a cajas de cartón para viajarlas por aquí y por allá- dije.

Si lo dices así, duele más que ver las cajas regadas por mi habitación.

-¿Y Martín?- pregunto mi abuela apretando mi hombro como consolación.

-salió con una niña- dije.

Había logrado mejorar mi estado mental y psicológico después de todo. Me dolía levantarme todos los días por qué, mierda... sigue doliendo, pero el tener a Martín todos los días apoyándome a superarlo me ha ayudado más de lo que las palabras me dan a decir.

Pero seguía queriendo estar con él.

Aún así, Martín tenía su vida y las cosas con Laura iban muy bien así que prefería no meterme entre ellos

-bueno... entonces la cena ya va estar lista.

Olvide mencionar que había empezado a comer mejor. O al menos, comía en el día.

-¿Puedo salir un rato?- pregunté después de un rato de pasar mi mirada por toda mi habitación.

-¿Quieres salir?- pregunto con cierta sorpresa en su voz

-si... bueno necesito...

-sal, sal, vete- dijo con emoción, empujadome fuera de la habitación -y si quieres regresa hasta tarde.

-¿Me pasas un suéter?- pedí una vez que ya me había sacado de mi habitación

Aventó una prenda a mi cara -vente, ándale.

Baje las escaleras para salir de la casa. La brisa fría del atardecer pegó sobre mis brazos desnudos, enrrollé el suéter al rededor de mi cuerpo, dejando la cremallera abierta. El perfume conocido perforó mi nariz, recordándome los buenos momentos que viví junto con Villa.

¿Dónde carajos quedaron mis sudaderas?

Caminé por la calle dejando mi mente volar y que mis pies solo avanzarán a cualquier lugar que quieran ir.

Los recuerdos llegaron como tormenta sin avisar a mi memoria, lo extrañaba; y lo más extraño era que extrañaba las cosas más banales. Desde la seguridad que me daba con solo estar a mi lado, hasta las pláticas que teníamos en las madrugadas que pasábamos juntos.

Me sentía incompleta, como si me faltará algo y sabía perfectamente que era. Sabía que no importara que hubiéramos estado juntos una semana o un año, pero aún así habíamos pasado una vida juntos y separarnos de la noche a la mañana era imposible no sentirse de esa forma.

Pasé lentamente mi dedo por mis labios, sintiendo aún sus labios sobre los míos aunque hacia casi un mes que no lo sentía contra mí.

Dicen que solo necesitas 21 días para crear algún hábito o ser dependiente de algo alguien pero ahora me doy cuenta que no siempre es así, hace poco más de un mes que no estoy a su lado y todas las noches espero que las piedras toquen mi ventana.

Las idas y venidas a la casa de los Vargas me hacían verlo todos los días que iba, aunque me dolía verlo y saber que no estábamos más juntos, escuchar su voz cantando o el simple hecho de verlo me transmitía una paz y seguridad que solo el me ha hecho sentir.

Una Vida Juntos- Juan Pablo Villamil/Morat.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora