Narra Villa..
Al salir de aquel lugar -en el cuál pasaron cosas muy extrañas- caminamos por toda la plaza, jugueteando, persiguiendo al otro, comiendo a morir y haciendo una que otra parada en alguna tienda de ropa, que aunque Valentina no quisiera admitir tiene un gusto extraño a ver ropa.
El principio de la caminata se sentía incómodo, ella no hablaba y su comportamiento se volvió más apagado, no entendí bien el porqué en ese momento.
- ¡Amor, mira! - exclamó emocionada señalando un vestido azul detrás de un aparador. Mi pecho se entrugo un poco al escucharla llamarme amor.
- Está bello. - dije viendo aquel vestido - Deberías medirtelo, apuesto a que te verías hermosa con el. - dije abrazándola por la cintura
- No, es mucho para mí. No lo podría aprovechar. - negó y comió un poco del helado de vainilla que cargaba - Sigamos. - dijo con un pequeño tono de desilusión. Tomó mi mano y me obligo a seguir caminando
No pude quitarme de la mente esas palabras, que eran las mismas cada que veíamos algún vestido, falda o cosas por el estilo. ¿A que se refería con "No lo podría aprovechar"?
- ¡Qué linda pareja hacen! - exclamó un señor mayor llamando nuestra atención y logrando que Valentina se sonrojara - ¿No quisieran tener pulseras para compartir? - pregunto alegre
- ¿Pulseras? - inquirio Valentina
- Si, muchas parejas las ocupan para tener un algo que los represente como pareja. Y algunos otros solo por qué si. - respondió aquél señor feliz
- Claro, nos encantaría. - respondí con una sonrisa
- ¡Genial! Vengan, siganme. - ordenó para después tomar su bastón y guiarnos a su tienda.
Era un lugar que daba la aprecia a viejo pero cuidado, todo era color café y había muchas cosas interesantes en aquel lugar. Empecé a examinar cada lugar de aquella pequeña tienda y cada vez quedaba más asombrado
- Es hermoso, ¿No crees? - susurro Valentina lo suficientemente fuerte para que solo yo escuchara
- Precioso. - admití sin quitar mi vista de un portaretrato que daba aparecía a viejo
- Bueno, linda pareja de jóvenes. - llamó el señor del otro lado de la tienda - ¿Cuál les apetece? - pregunto emocionado
Había mucho de dónde elegir: entre diferentes colores, formas, anchuras, y dibujos todas hermosas y parecía que iba a hacer difícil encontrar una que sobresaliera entre las demás, pero de pronto vi un par que podían ser las perfectas. Eran dos lunas una llena y una luna nueva, el hilo que portaba la luna llena era negro, mientras que el hilo que portaba la luna nueva era blanco. Logrando un bello contraste en ambas pulseras.
- Estás me gustaron. - habló Valentina con timidez señalando aquella pareja de pulseras
- Justo las que a mí me gustaron. - admití con una sonrisa - ¿Cuál es el precio? - pregunté tomándolas
- Son suyas. Es un regalo. - respondió aquél señor feliz
- No, no lo podemos aceptar.- negamos al tiempo Valentina y yo.
- Claro que sí. - admitió de nuevo - Ustedes dos me recuerdan a mi esposa y a mi, la conocí cuando tenía su edad y desde ese momento supe era el amor de mi vida y no la podía dejar ir.- hizo una pausa, tomo una gran bocanada de aire y siguió - Solo hasta que la vida me la arrebatará, fue la única vez que la deje ir. - termino con una sonrisa nostálgica
- Muchas gracias. - agradeció Valentina de manera comprensiva
El señor tomo las pulseras y las coloco en nuestras muñecas, mientras algunas lágrimas caían de sus ojos. Valentina volvió a agradecer y emprendió un camino saliendo de la tienda, iba a seguir sus pasos cuando aquél señor tomó mi mano
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Una Vida Juntos- Juan Pablo Villamil/Morat.
Roman pour AdolescentsY así es cómo empezamos a estar en "Una Vida Juntos".