Capitulo 29.

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Narrador externo.

Aquellos jóvenes, eran eso "jóvenes" en cualquier sentido: Amor, problemas de cualquier índole, y hasta para la vida misma. Pero para eso estamos aquí ¿no?. Para ser jóvenes y disfrutar de la vida, vivir como tal, disfrutar cada instante que la vida nos tiene; aunque la  caguemos, por qué ahí, y solo ahi en ese preciso momento, te das cuenta de que se trata la vida, y tal vez se trate de cagarla una y otra vez. Para poder aprender cosas nuevas, es lo que tenemos que hacer: fallar, fallar una y mil veces. Por que solo asi se aprenden las mejores cosas. ¿pero qué pasa si al fallar, hieres a una persona que amas? ¿vale la pena? Tal vez. 

Narra Valentina..

Después de la salida de Villa, me propuse a ayudar a Juan en su tarea. Después de eso, traté de hacer mi tarea; así que subí a mi habitación y  me propuse aprender las leyes de newton.

~Primera ley: a toda acción una reacción de igual magnitud~ Leía de mi libro.

Mi mente no dejaba de dar vueltas por todo lo pasado hace algunas horas.

Ya estaba atardeciendo en Bogota, y tenía de las mejores vistas en mi ventana; el solo caía en una pequeña montaña que quedaba justo enfrente de mi ventana. Regalando una hermosa vista. Las leyes de Newton habían aturdido mi cerebro, así que tome mi cámara y decidí tomar algunas fotos desde mi ventana.

-¡Valentina, baje ahora!- escuché que gritaron de abajo.

Paré mi actividad y baje, con mi cámara colgando de mi cuello. No me tome tiempo de  reconocer la voz, pero había una regla que decía que tenía que bajar al escuchar mi voz. Y no tenía muchos ánimos de pelear con quién fuera que estuviera abajo.

-¡Qué baje, Valentina!-.

-Estoy bajando- dije corriendo por las escaleras.

Divisé a Agustín, mi tía y una mujer en la sala, mirando hacia las escaleras.

-¿Abuela?-  pregunté al llegar a la primera planta.

-No soy tan vieja para ese apodo- dijo con una sonrisa que hizo que volviera el alma al cuerpo.

Aquella mujer tenía razón, era algo joven para ser abuela.

Amarré a aquella mujer a mi cuerpo, protegiendome de la tormenta que estaba a punto de pasar una de las mil tormentas que había en mi vida.

-Pequeña Ana. Mi pequeña Anita- dijo respondiendo mi abrazo -Ya estoy aquí, princesa. Yo te cuido- dijo dejando un beso en mi cabeza.

-¿Porque no me dijiste que ibas a venir?-.

-¿Y arruinar la sorpresa? Claro que no- dijo separandose del abrazo -La cámara de tu padre. La compró unos días antes del accidente- dijo bajando la mirada hacia mí pecho.

-Espero estar dándole un buen uso- dije con una sonrisa nostálgica.

-El estaría feliz de que la estés usando-.

-¿Quién es ella?- pregunto Juan llegando a la pequeña reunión.

-Ella es mi abuela- dije con una sonrisa.

-¿Entonces también es mi abuela?- inquirio feliz.

-¡No! Ella es mi abuela, mamá de mi papá. Tu ya conoces a tus dos a abuelas, ¿Para que quieres otra?- dije riendo.

-Pues nada más- explico de la misma manera.

El silencio se hizo presente, pero no fue para nada incómodo. Fue un silencio que hablo más de lo que podían expresar nuestras palabras.

Una Vida Juntos- Juan Pablo Villamil/Morat.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora