treinta

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-¿Cuando piensas volver a casa?-Me pregunta Nadia sacándome de mis pensamientos. 

-No sé si volver.-Ante esa respuesta veo que la silueta se queda quieta ¿estará oyendo?

-¿Como que no vueles? Tienes 17 años.

-Ya no. 

-Bueno... aún así, no has acabado de estudiar. 

-No me hace falta estar en casa para ir a estudiar. 

-¿Y donde piensas vivir?-La silueta sigue sin moverse. 

-No lo sé... Aún no lo he decidido... pero no quiero volver al pueblo, mucho menos a mi casa. 

-¿Y eso?

-Está mi padre... además... la nueva doctora y su esposo... son gente muy rara. 

-Pero ellos no son razón para mudarte ¿no?

-Bueno... son amigos de mis padres... o de mi madre por lo menos... están mucho en casa... y no sé, no me gusta estar ahí. Bueno en general, el pueblo... no sé, tiene... hay muchos recuerdos. Quiero dejarlo todo atrás.-La silueta se mueve. Desaparece. 

Sale Francesca de esa habitación, de detrás del biombo. Oigo al mismo tiempo la puerta de la entrada de casa abrirse ¿No se iría sin despedirse? No puedo dejar que se vuelva a ir, que me vuelva a dejar. Corro hacia ella. 

-Cecilia.-Por primera vez desde que nos reencontramos le dirijo la palabra. Me acerco a ella. Noto que Nadia y Francesca nos ven desde la puerta pero no me importa.

No se voltea. Sigue dándome la espalda. 

-Cecilia.-Insisto. 

-Deja de escribirme.-Dice firme sin siquiera voltearse y sigue su camino. Chasqueo la lengua. No voy a dejar que se vaya. Corro a la puerta del coche impidiendo que la abra y obligándola a verme. La veo. Y de muy cerca. Mi corazón no sabe si latir más rápido o directamente parar. 

-Quédate a comer-Pude haber dicho cualquier otra cosa. Si. Pero lo único que quiero es que no se vaya. 

-Si, vamos a comer pizza.-Añadió Francesca con un grito desde la puerta. Nadia orgullosa sonríe, y yo agradezco mentalmente a ambas. 

Cecilia sin decir nada se aleja de mi y vuelve a entrar a la casa. Ambas policías están muy orgullosas. Y yo, aunque nerviosa, muy feliz. Está en la sala. Viéndome atentamente. 

Tengo una tormenta dentro. 

-Hola.-Oigo detrás de mi a un chico. Entra muy sonriente. Es guapo. Las policías lo saludan cariñosamente aunque un poco nerviosas. Se entretienen hablando del ojo de Francesca. Cecilia sigue observándome muy atenta. 

Nadia sale a fumar. Le insiste al chico para que le acompañe, pero el se niega. En cambio va a la sala también. Y muy cariñoso saluda a Cecilia. Ella parece responderle, aunque más fría, sin quitarme la mirada casi. 

Nadia los observa, y Francesca me susurra al oído "ve y no dejes que te la quite". En si no me la puede quitar, primero porque no estamos juntas segundo porque nadie es de nadie pero entendí perfectamente lo que quiso decir y fui a la sala con ellos. Me senté a su lado, muy cerca. Se removió, incómoda. 

-Hola, soy Jimena. 

-Ed.

-Mucho gusto Ed.

-Igualmente.-Respondió confundido, a este punto todos los presentes me veían confundidos.-Y tu.. ¿Quién eres?

-Jimena.

-Ya... eso ya... me refiero a que...

-Soy la...

-Es complicado.-Me interrumpió Cecilia. 

-Bueno, tenemos tiempo.

-¿Cómo que tenemos tiempo?-Pregunta Francesca. 

-Habíamos quedado para comer ¿no?

-Si... eh... olvidamos decirte que tuvimos un contratiempo... ¿podemos dejarlo para otro día?-Intervino Nadia desde el jardín. 

Me ve... supondrá que soy el contratiempo. 

-Bueno vale... pero me debéis una comida eh.-Y así como vino se fue... casi. Le dio un beso en la mejilla a Cecilia pero muy cerca de los labios diciéndole "espero verte muy pronto"

Y hasta este momento no había pensado en que... Como yo... en este tiempo Cecilia ha podido conocer gente nueva, y ha seguido con su vida. 

-¿Vamos por las pizzas?-Dijo la italiana a su pareja. 

-Vamos si. 

Mi rubia hizo ademán de levantarse pero Nadia la volvió a sentar. 

-Vosotras podéis quedaros. 

Yo estaba ya lejos de ella, no porque yo quisiese sino porque ella se encargó de ello y se alejó lo más posible, aún así me vio con reproche y yo no pude hacer más que fingir que no lo había odio. 

Se levantó y fue a servirse un vaso con tequila el cual tomó rapidísimo. 

-¿Necesitas estar borracha para estar conmigo?

Me sonrió. Por primera vez desde que nos reencontramos. Me sonrió. Pero poco más. Salió al jardín. La seguí. 

-¿Porque no me hablas?¿Porque te alejas de esta manera?¿No podemos hablar?

-Jimena... Nuestra historia acabó. Tenías razón nuestra historia no podía acabar así, con una carta. Fui cobarde. Huí. No podía acabar así. Tampoco podía acabar conmigo yéndome hoy en la mañana. Huyendo, de nuevo... Soy una cobarde y lo siento, siento mucho el daño que te he hecho. Pero tienes que aprender a vivir con ello y a superarlo. No te aferres más a una historia que ya no irá a más. Para eso estamos aquí. Para acabarla, realmente. Para ponerle fin. Esto no es un reencuentro romántico. Esto no es un cuento... Me hizo muy feliz conocerte, eres una persona maravillosa, y encontrarás a una chica perfecta para ti... yo no soy ella. Y necesito que lo entiendas, no quiero hacerte más daño. Adiós.

Y tras darme un beso en la frente sale por la puerta principal de casa. Y al cerrarse la puerta sé, que es verdad. Que no la veré nunca más. Que es el fin.

azul infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora