veinticuatro

213 22 0
                                    


Suena el teléfono de casa. No está mi madre. No suelen llamar a ese numero, pero contesto igual. Quizás por inercia. Quizás porque puede ser algo importante. O quizás, solo quizás, porque una parte de mi aún espera que sea ella del otro lado de la linea. Por más absurdo e improbable que eso parezca. 

No es ella. Pero si es una doctora, Audrey, la nueva doctora del pueblo. Me dice que está revisando si tiene bien la lista de contactos y para confirmar si tenemos su número. Primero ir casa por casa y ahora llamar numero por numero. Es un poco pesada. Se nota que es nueva. Le digo que si a todo e intento que la conversación sea lo más corta posible. Para colgar y seguir con mi vida. 

Mi madre me contó que Cristina y David están pensando dejar el pueblo. Que es muy doloroso para ellos vivir en la misma casa, en el mismo pueblo donde creció su hija. Es verdad que últimamente no he sabido nada de ellos, creo que salen lo mínimo, y cuando salen es para irse, ya no salen nunca por Villalba. Me dijo también, que querían mi ayuda con el cuarto de Carla. Que no habían tenido la fuerza de sacar cosas y que yo sabría mejor que nadie que hacer con ellas. Así que como pude me recompuse de la decepción tras la llamada telefónica y me dirigí a esa casa que antes era como mía. 

No es fácil ver sus cosas, sus fotos, su ropa, no es fácil ver la vida entera de mi mejor amiga en cuatro paredes. Cojo cosas que sé que son muy importantes, o que me gustan o que sé que si las dejó me arrepentiré en algún momento. Y cuando ya tengo todo lo que sé que debo llevarme me voy, no quiero estar aquí más de lo necesario. Me despido de los que han sido como mis segundos padres toda mi vida... mis padrinos en realidad. Me despido sabiendo que no los volveré a ver en mucho tiempo. Quizás nunca. 

Al llegar a mi casa me encuentro con dos personas que hubiese preferido no ver. Bueno, una desconocida, y otra que hubiese preferido no ver. La nueva doctora, sentada en la mesa del comedor, con una taza en la mano, riendo con mi madre y con el hombre que está a su lado. Me voltean a ver. 

-Cariño...-Me saluda mi madre.-Recuerdas a Audrey-Dice señalándola-Y él es Tom, su esposo.

-Mucho gusto Jimena.-Habla él con una gran sonrisa. 

-Tom es profesor de matemáticas, le estaba contando cuanto te cuesta, y me dijo que el podría ayudarte cuando quieras. 

-Vale, gracias, mucho gusto, adiós.-Digo rápido dejando las cosas que traje de casa de Carla en la sala y volviendo a salir de casa. No quiero quedarme ahí encerrada con ese grupo de gente. Opto por ir a casa de Nicolle. 

Sus padres me dijeron que está en su cuarto. Al entrar me doy cuenta que no es verdad y eso solo puede significar una cosa. Salgo por la ventana y subo al techo. Efectivamente, está fumando en el techo de su casa. Me causa mucha gracia. Nicolle es la típica chica que a ojos de los adultos es perfecta pero en realidad es la más rebelde. El hecho de que suba al tejado de su casa para fumar, lo demuestra. 

-Quiero hacer la fiesta de mi cumpleaños.-Digo. No sabía que lo iba a decir, tampoco sabía que había decidido eso. Habrá sido mi subconsciente, y quien soy yo para contradecir a mi subconsciente. Ella sonríe. 

-Perfecto. ¿Quieres que te hagamos una o vamos a la de los padres de Luz?

-A esa ¿no? Si ya está organizada. 

-Vale, guay. Habrá que bajar.-Dice apagando su cigarro.

Entramos a su habitación y poco después entra la madre de Nicolle con un refresco y unas galletas. Imagino que por eso bajamos. 

-Jimena ¿cómo te vestirás esta noche?-Me pregunta la madre de mi amiga.

-¿Eh?-No entiendo su pregunta, y lo que interpreto probablemente no sea a lo que se refiere. 

-Para la cena que hará tu madre ¿no te lo ha dicho? La cena de bienvenida para Audrey... 

-No me lo ha dicho no.

-Vaya, y yo que venía a pedirte consejos.-Dice ella amable antes de irse.

-¿Y esa cara?-Me pregunta mi amiga. 

-De enfado. 

-Ya, eso lo veo. Pero ¿porqué?

-Por todo. Mi madre hace una cena invitando a todo el pueblo y no me lo dice, esa cena es para darle a la bienvenida a la nueva doctora, que además no me da buena espina, y más... no sé... no sabría explicarlo.

-Lo que te molesta a ti es que a ella la reciban así y a Cecilia no. 

-Pues si, no lo había pensado pero si. 

-Que no lo habías pensado.-Se ríe, entiendo que burlándose de mi.-Cariño mío, como no lo vas a pensar si tu en lo único que piensas es en ella. Claro que lo habías pensado. Te molesta que a Audrey la reciban así y a Cecilia no, porque sabes que si la hubiesen recibido así todo hubiese sido distinto, y que si todo hubiese sido distinto probablemente Cecilia estaría aquí todavía, y tu podrías verla aún...-Es verdad, si lo había pensado, pero no quiero darle la razón así que decido no hablar.-Pero sabes que pasa... en primer lugar no puedes pensar en que hubiese pasado si, porque no pasó y de nada sirve. Y en segundo lugar, si las cosas hubiesen pasado distinto, no habrías tenido lo que tuviste con ella. Por más corto y confuso que fuera. Y en tercer lugar, Cecilia no se fue por como la trataba la gente, se fue por ti... y lo sabes. 

-¿Me prestas un vestido?-Digo intentando cambiar el tema.-No quiero ir antes a casa a vestirme. 

-Claro que si.-Me sonríe, sabe que el cambio de tema fue a propósito. 

Nos arreglamos y esperamos a que sus padres nos llamen, hasta que sea hora de ir a mi casa y fingir que todo está bien. 

Una tarea difícil al enterarme de que la cena no es solo de bienvenida para Audrey. Es también de despedida, para Cristina y David. Y lo que es peor. Lo que hace que mi mundo se venga abajo, lo que me hace imposible fingir una sonrisa. Para anunciar que mi padre ha vuelto. Él también dio un discurso, y mi madre lo abrazó durante todo ese rato. Me dan nauseas. Quiero irme. Quiero irme ya, y para siempre. También quiero saber en donde estuvo todo este tiempo. Aunque si me dieran a elegir preferiría su partida o la mía y no saber nada de él nunca más. 


Mi madre, mi padre y yo. Solos en la misma habitación. En silencio. Observándonos. A ver quien habla primero. A ver quien se mueve primero. Nadie habla. Yo me voy. Me voy a mi habitación a hacer una maleta. Me voy, y esta vez me voy enserio. Al fin y al cabo parece época de partidas. 

azul infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora