Vemos una película tras otra. Atragantándonos de comida. Con la mínima luz posible. Apretadas en el sofá. Y cuando sé que nadie me pondrá atención, cuando las veo muy concentradas en la pantalla, lloro un poco, me voy desahogando poco a poco. Pequeñas lágrimas para no llamar la atención. No quiero hablar de ello. No quiero hablar de nada en realidad. Me gustaría estar sola, aunque sé que en ese caso sufriría el doble. Las películas que vemos me interesan poco, así que me permito pensar en mis cosas y no me preocupa perderme la trama.
-Las hadas siempre tienen razón.-Dice Sarah contestando a un comentario hecho anteriormente. No lo oí, pero el suyo llamó tanto mi atención. Es como si mi cerebro eligiera que oír y que no. Me doy cuenta que estamos viendo el mago de Oz ¿Cuándo pasó eso?-Verdad que las hadas siempre tienen razón.-Me voltea a ver. No me lo pregunta, me lo afirma, esperando a que yo confirme.-Estás muy callada ¿qué te pasa?
-Déjala, le dolerá la cabeza.-Dice Nicolle. No me deja hablar, le agradezco que lo haya hecho, aunque en otro momento de mi vida sé que me hubiese enfadado. Me ahorra el tener que inventar una excusa y dar explicaciones, incluso quizás, quebrarme frente a ellas.
No hablan más. Veo la pantalla pensando en lo mío y me quedo dormida. Cuando vuelvo a abrir los ojos es una película distinta, el diario de Noa creo que se llama. Perfecto, una película romántica, lo que necesitaba. Luz y Nicolle no están aquí, me levanto a buscarlas. No puedo seguir en esta cueva.
Están en mi habitación, las veo escondida desde la puerta. Una está acostada en la parte baja de mi cama muy seria hablando mientras ve al techo, y la otra está en el tocador, viéndose al espejo con una sonrisa y un cigarro en la mano. Entro a pedirles que no fumen en mi habitación y al entrar, las asusto. Me doy cuenta entonces que no es un cigarro. Sino un porro. Y pienso en Carla. Me entristece aún más.
-¿Quieres?-Me lo tiende Nicolle.
Lo pienso un momento, recordando la promesa que le hice a Cecilia. Pero lo cojo igual. Si Cecilia se va, que más da. Si a ella no le importó la promesa que me hizo, porque a mi me importaría esa. Así que fumé y esperé a que me hiciera el efecto. Creí que me relajaría. Que me sentiría mejor. Que me haría olvidar. Pero al contrario, me hizo llorar muchísimo, haciéndome soltar todas las lagrimas que antes había podido retener.
-¿Qué te pasa nena?
No quiero hablar. Busco la carta y se la doy. Nicolle la lee muy atenta, y Luz susurrando, para que yo no la oiga, pero fallando, le pregunta que pone.
-Oye...-Me llama muy bajito. La veo con los ojos rojos, por las lagrimas y por el morado.-...¿La casa está vacía?
-¡Ala!-Salta Luz.-Vamos, vamos, vamos.
-No.
-Vamos, vamos, vamos.-Dicen las dos juntas como niñas.
Me jalan del brazo y me llevan a la puerta. Nicolle no me suelta. Luz va a la sala y le dice a sus amigas que vamos a una aventura, que se pueden unir si quieren. Como era de esperarse. Si quisieron. Vamos las cinco, caminando por el pueblo, tres drogadas y las otras medio dormidas, a meternos a casa de Cecilia. Como haya alguien me muero. ¿Se lo habrá llevado todo?¿Todo lo suyo?¿Se habrá llevado lo de su padre también?
La puerta principal está cerrada. Probamos la del jardín. Tampoco tenemos suerte. Nicolle decide ir por la entrada secreta. Tardamos el doble de lo que se suele tardar porque nos cuesta muchísimo dar cada paso. Por fin entramos, está casi vacía. Aunque quedan algunas cosas de su padre puedo notar que se llevo la mayoría. Dejó los muebles grandes, pero todo lo demás ya no está. Me entristece ver así la casa. Veo una caja, una caja que reconozco de mi día de castigo aquí, cuando se suponía que debía ordenar. Se le habrá olvidado, porque dudo que la dejara a propósito. Veo un par de fotos. Una es su madre, la reconozco por la foto anterior. Y la otra es Cecilia, de adolescente, tendrá mi edad. Era preciosa. Bueno, lo sigue siendo. Guardo la foto antes de que las chicas me vean. La foto de la madre la dejo, no me parece correcto llevármela. La suya me da igual si es lo correcto o no, quiero tener algo que me recuerde a ella. Solo eso quiero.
Intento imaginármela de joven. Me pregunto si salía de fiesta, si se divertía, si era querida, si tenía amigos, si tenía pareja, si estudiaba mucho, si seguía las reglas.
¿Si hubiésemos tenido la misma edad, habría pasado algo entre nosotras? Tal vez no, tal vez le hubiese parecido muy aburrida. Tal vez habría tenido pareja, tal vez no me hubiese fijado en ella, tal vez me hubiera intimidado. Como lo hace Luz, quien creo, es la que más se parece a la idea que tengo de Cecilia joven. Aunque no sabría decir si la imagino así porque lo sea, o si la imagino así porque quiero, porque quiero darme una excusa de olvidar a Cecilia y aceptar que Luz me atrae, aunque apenas se haya ido, y aunque apenas la conozca.
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azul infinito
Teen FictionPuerto Villalba. Un pueblo escondido al lado del mar, aparentemente perfecto. Para Jimena una adolescente que ha vivido ahí toda su vida, su infierno personal. No es hasta que llega Cecilia, la nueva doctora, una mujer tan hermosa como misteriosa, q...