veintiséis

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Nunca me había sentido tan guapa. Nos disfrazamos como personajes de películas. Un tema bastante básico también pero por haberlo propuesto yo nadie se atrevió a contradecirme al fin y al cabo es mi cumpleaños. Yo me disfracé de Satine, el personaje de Nicole Kidman en Moulin Rouge. Quizás pueda parecer gracioso que yo, tan casta, me disfrace de prostituta, pero últimamente he cambiado tanto que no pude haber elegido un mejor disfraz. Sobre todo por el hecho de que me sorprendieron dándome las cosas perfectas para hacer el disfraz, unos collares de perlas exactos como los suyos, y una corona exacta como la suya. Me veo guapísima pues mis amigas pusieron todo de su parte por lograrlo. 

Y aún así, aún siendo mi día, aún siendo la más guapa. Le escribo a Cecilia. Al número que me había dado. No me importa perder toda mi dignidad. La perdí desde el momento en que le mandé el primer mensaje hace unos días, pidiendo explicaciones, la perdí al mandarle mensaje tras mensaje, diciéndole cuanto la extraño, diciéndole que la quiero, llorándole, reclamándole. Perdí mi dignidad al mandarle diecisiete mensajes, y no haber recibido una sola respuesta. 

"Hoy es mi cumpleaños, no sé si te importa... pero cumplo dieciocho, algo a nuestro favor ¿no? Me van a hacer una fiesta, es una fiesta grande, y tengo el mejor disfraz, te sorprendería lo guapa que me veo... a mi me sorprende... aún así, lo daría todo por pasar este día contigo."

Mando el mensaje numero dieciocho, perdiendo aún más la dignidad, y la vergüenza. Guardo mi celular, aunque no esté conmigo, aunque no me responda, aunque no le importe. Nada va a evitar que hoy sea feliz. 

La decoración es impresionante, los disfraces son cada uno mejor que el otro. Los padres de Luz son tan amigables, y sus amigos también. Hay más amigos de mis amigas, gente que no conozco pero que se parecen tanto a ellas que rápidamente logro entablar relación, a algunos los recuerdo de la fiesta de Sarah aunque antes no hubiese hablado tanto con ellos. Me sorprende que estemos en una fiesta gente de tan distintas edades y que aún así podamos pasarlo tan bien. Cecilia podría estar aquí. 

A lo lejos veo a Ana sola, la veo un poco tímida, con el disfraz más simple de toda la fiesta, pero aún así muy hermosa, a ella también la veo más guapa que nunca. Me acerco a saludarla y  es como si fuese un rayo de luz, no sé porque, quizás porque es el alma más pura de la fiesta. Me da un regalo. Ella vino porque es mi cumpleaños, no por otra cosa. La llevo al jardín, me dice que quiere ver la luna, que este año es luna llena en mi cumpleaños. Tiene razón, el cielo está precioso, me acuesto y ella se acuesta conmigo. Veo el cielo. Ella me ve a mi. No me incomoda, pero no sé como reaccionar. Abro su regalo. Es maquillaje. Supongo que no sabía que regalarme. Yo tampoco sabría que regalarme. Le doy las gracias y la invito a bailar. 


Son las siete de la mañana. La fiesta sigue. Hay menos gente, algunos están dormidos o se han desmayado, no sabría decirlo con exactitud. El resto está sentado en algún lugar de la gran casa, en grupos, hablando, riendo, aún bebiendo, fumando...

Ana me dijo que buscaría algún hotel cerca y cogería el bus de la mañana, por no irse de noche. Le dije que ninguna de las dos era una opción, que podía quedarse con nosotras, que ya nos iríamos en coche al pueblo Nicolle y yo y la iríamos a dejar a su casa. A Nicolle también le gustó la idea, pues eso significa que también llevaría al chico que le gusta. Así que aquí sigo. Sentada en la sala de Luz, frente a Ana, ambas calladas, con el disfraz ya gastado, con el sol a tope, un sol extraño en estas fechas pero que siempre es un regalo, dándonos en la cara gracias a la gran ventana. Por fin puedo verla bien, como no la había visto nunca, es bonita. Es de esas personas que aunque no tengan rasgos extraordinarios, fuera de lo común o que sobresalten, tienen algo de dentro, una luz, una pureza que sobresale y que le hace ver hermosa, única. Me ve, muy fijamente. No sé que decirle. 

Me ve tan fijamente que llega a ser incómodo, busco una excusa en mi mente que me permita zafarme de la situación. Pienso en mi móvil, en que no lo he visto desde la noche anterior, que tendré mensajes, llamadas, y tal vez, solo tal vez una felicitación de la persona que más me interesa. Así que le digo que voy a buscarlo, que ya vuelvo, me sonríe. Es una petición bastante normal y no tendría porque negarse. 

No debí hacerlo, de todas las malas decisiones que pude tomar hoy, esta, fue la peor para empezar el día. Leyó el mensaje, por primera vez desde que se fue, leyó el mensaje, están los dos cheques en azul por primera vez. Me pregunto si iba escribir algo y se arrepintió, me pregunto si le dio curiosidad ver que tanto le había escrito... o si es solo una forma de demostrarme que no quiere saber nada de mi, que no insista. 

Diana se acerca a mi llorando, me abraza. Le pregunto que pasa, le cuesta hablar, cada vez que intenta empezar la frase su llanto se hace más grande. Su novio, Gustavo, se acostó con otra chica. Ahí mismo, durante la fiesta. La abrazo e intento consolarla pero no soy la mejor para el trabajo, primero porque soy mala con cuestiones de amor y segundo porque no soy su gran amiga. Así que le digo de hacer algo con las chicas para despejar su mente. Parece agradarle la idea. 

Busco a alguna de nuestras amigas hasta que doy con Luz, quien parece que no hubiese estado ni siquiera en la fiesta, limpia, radiante, sin ojeras y con muchísima energía. Al vernos toma en brazos a su amiga y me pide que busque al resto mientras ella va a la habitación con ella. No dudo ni un momento y agradezco que me quiten la tremenda tarea de reconfortar a alguien con el corazón roto. 

-¿Vamos al cine?-Propone Sarah cuando les explico la situación. 

-Vale pero debo preguntarle a Luis que quiere hacer.-Responde Nicolle.

-¿Quien es Luis?-Preguntamos Sarah y yo al unísono. 

-Soy yo.-Responde el chico que antes estaba con Ana, su amigo. 

-Perdona si... eh vale ¿quieres venir?

-Y Ana... a ella también hay que preguntarle.-Intervengo. 

-¿Alguien más?-Sarah parece desesperada. 

-Nosotros podemos tomar un autobús si...

-No.-Le interrumpe Nicolle enseguida.-No le hagas caso, las bromas de Sarah no suelen ser graciosas. Podéis venir. 


Fuera del cine veo a una mujer que reconozco perfectamente. Una italiana preciosa, poco mayor que yo, con la piel canela del mediterráneo y un cabello rubio oro. Lleva una chaqueta negra de cuero, un estilo que deja ver a la perfección quien es, una detective extremadamente atractiva y extremadamente lesbiana. En su momento no me fije en ella realmente pues estaba muy concentrada en guardar cada rasgo de Cecilia en mi memoria. Pero ahora, ahora no tengo quien se adueñe de mi pensamiento, es más me vendría bien encontrar a alguien, y no me molestaría que fuese ella. 

-Te invito yo.-Ana interrumpe mis pensamientos con una dulce sonrisa. Es verdad, Ana. Vuelvo a ver a la preciosa italiana. Su compañera, Nadia, la otra inspectora, y quien antes parecía mi ángel guardián. Se le acerca, le rodea la cintura con un brazo y la besa. No entiendo como no lo vi antes. Me alegro por ellas, pero lo que pensé por un momento sería mi nueva historia de amor no fue más que una ilusión momentánea. 




-N/A-
No suelo escribir notas pero quiero pedir perdón por haber estado tanto tiempo desaparecida... mi propósito de año nuevo es publicar más, espero que sigan leyendo la historia y os siga gustando. ¡Feliz año nuevo!

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