Nunca me han gustado los refranes. La verdad, me recuerdan a mi abuela, a sus historias con moraleja, las que se pasaba horas contándome en la azotea de su casa mientras ordenábamos cajas viejas.Pero por una vez, voy a utilizar yo un refrán. Pueblo chico, infierno grande. Cuanta verdad en una sola frase. Si, vivo en un pueblo muy bonito, a la orilla del mar, con palmeras gigantes, con casas pintadas de todos los colores, con un cielo azul infinito. Pero así como llega la gente enamorada del paisaje se va espantada por la vibra. Aquí hemos vivido siempre los mismos, y quienes llegan, en poco tiempo se van.
Suele llegar gente que vivía en una ciudad y ya están hartos, ancianos que buscan tranquilidad para morir en paz o hippies con hijos recién nacidos que quieren darles una vida cerca de la naturaleza. Los nuevos siempre son noticia. Siempre llegan las mismas viejas chismosas a decir que los vieron llegar, que están sentados frente al mar o que están comiendo en el único restaurante que hay.
Esta nueva inquilina no podía pasar desapercibida, una rubia hermosa y delicada. Diferente a todos los demás, ni citadina déspota, ni vieja, ni hippie. Una mujer misteriosa, que además nadie vio llegar, nadie la vio dejar sus cajas en una de las casas que suelen coger, nadie la vio caminar a la orilla de la playa, nadie la vio perdida, no estaba en el restaurante ni pidiendo indicaciones. Esta mujer llegó, con un vestido negro al entierro del doctor del pueblo. Callada, unas lagrimas muy pequeñitas se veían recorrer su rostro.
Así como llegó se fue. Después de haberlo llorado se marcho, sin hablar con nadie. Tampoco fue al velorio, que por alguna razón no se hizo en la casa del muerto, como se suele hacer. Las viejas chismosas no estaban hablando. Y ellas siempre hablan.
Una semana después de eso desapareció. Nadie la vio por el pueblo, hablaron un poco del incidente, si, pero muy discretas y un tiempo después de que pasara. Nadie sabía quien era ni porque había venido.
No fue hasta unas semanas más tarde que se le vio salir de casa del fallecido, que además era la clínica. Salió a la entrada nada más a quitar el cartel que indicaba que no había médico. Y así, de un día a otro tuvimos doctor... bueno, doctora. Una doctora misteriosa.
Yo no soy de meterme en la vida ajena, pero mi mejor amiga, bueno, mi única amiga si. Así que me convenció a ir a espiar a la nueva. Conocíamos un recoveco escondido del patio trasero del médico. No era ningún secreto, todos los niños del pueblo lo conocían, era donde nos íbamos a esconder cuando tenían que hacernos alguna vacuna, así que fuimos. Muy cuidadosas nos metimos al hoyo que nos quedaba chico a dos adolescentes, porque lo especial de ese lugar era que era tan pequeñito que solo los niños podían estar.
Estuvimos un rato ahí metidas, con las piernas ya dormidas, yo intentando convencerla de abortar la misión y ella empeñada en esperar un rato más. Así siguió el debate hasta que algo pasó.
La mujer misteriosa salió. Tenía el cabello despeinado, en un moño deshecho, como si no se hubiese peinado desde el funeral. Llevaba ropa grande, una camisa blanca y unos pantalones de pijama, como si hubiese estado en la cama desde la ultima vez que se le vio. Tenía también los ojos hinchados y rojos.
Se sentó en una de las sillas, estuvo así, en silencio, como ida, un rato. Hasta que sacó un bote, un bote pequeñito, un bote con tapa de rosca y de este salió un palo diminuto, de plástico, con una punta en circulo. Sopló y las burbujas empezaron a salir. Soplaba y soplaba y el patio se llenaba de burbujas. Ella cerró los ojos y estuvo ahí, en medio de las burbujas, hasta que todas explotaron y ella se echó a llorar.
Quería irme de ahí, más que nunca, como ella siguiera llorando yo iba a llorar también y eso no podía acabar bien. Pero si nos íbamos ahora era imposible que no nos viera, y eso tampoco podía acabar bien. Así que esperamos. Esperamos a que toda su pena se liberara y se quedara sin lagrimas. Esperamos a que hiciera tanto frío que ella ya no pudiera soportarlo y entrara a casa.
ESTÁS LEYENDO
azul infinito
Teen FictionPuerto Villalba. Un pueblo escondido al lado del mar, aparentemente perfecto. Para Jimena una adolescente que ha vivido ahí toda su vida, su infierno personal. No es hasta que llega Cecilia, la nueva doctora, una mujer tan hermosa como misteriosa, q...