siete

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-Arriba.-Mi madre me grita obligándome a despertar, no entiendo lo que pasa, su voz suena preocupada, se le ve con un muy mal aspecto.

-¿Qué pasa?-Digo con voz aún dormida, son las 4:40 de la mañana y definitivamente no es una hora para despertar en las vacaciones. Ni siquiera ha amanecido.

-Se cumple una semana de la desaparición de Carla, como no la encontremos hoy se le va a dar por muerta.

-¿Es enserio?

-No sé, pero tenemos que encontrarla hoy.

Caminamos, corrimos, gritamos por todo el pueblo, estábamos absolutamente todos buscándola. El sol apenas empieza a salir y ya está todo el mundo buscando a mi amiga, las casas están vacías y las calles llenas.

Me tocó en el mismo grupo de búsqueda que Valentín, y el muy tonto se la pasó hablándome de cosas irrelevantes, a las que no respondía, hasta se atrevió a preguntarme por Cecilia, con un interés algo preocupante... quien por cierto no he visto buscando.

Son las doce y aún no ha habido señal de ella. Estamos todos comiendo en el restaurante, mi mirada está perdida, de vez en cuando cambio mi punto de interés cuando ya he analizado suficiente cada grieta, cada mancha, cada cuadro, cada rostro, cuando conozco de memoria el salón; mi vista se concentra en el mar con la esperanza de encontrar calma, pero no, veo algo, algo extraño, un bulto, un bulto enorme empujado por las olas, que rueda hacia la orilla y el pensamiento más oscuro que he tenido nunca me vino a la cabeza. Es imposible que sea ella ¿no?

Segundos después de señalarlo estamos todos corriendo hacia el, con la esperanza de que sea todo menos ella, nuestros rezos no llegaron a tiempo, era mi amiga, golpeada, apenas reconocible, mojada, aguada, muerta. Tenía una bolsa de plástico, dentro se encontraban secos un bote de pastillas vacío y una carta "gracias Cecilia por el apoyo"... ¿Que coño significa eso?

Algunos lloramos, otros hablan sin parar, otros están callados sin poder asimilar lo que acaba de pasar. Y otros buscan culpables, buscan un culpable, y muy rápido lo encuentran, la única mujer en el pueblo que tiene y puede dar esas pastillas, la nueva, la única que no salió a buscar, y por si fuera poco es mencionada en la carta que mi amiga muerta guardó en una bolsa para ser vista.

Ese grupo muy enfadado va directo hacia su casa, caminan al mismo ritmo, al ritmo de las fieras a la hora de salir de caza. Seguida de ellos va David. Y por detrás muy por detrás voy yo, aún sin saber que pinto yo ahí, pero me veo obligada a ver la escena, a oír sus explicaciones. Sin embargo me quedo fuera, congelada por un grito. Un grito de mujer. Cecilia. Entre grito y grito oigo un "No por favor, para". Un silencio, un silencio enorme se apodera del pueblo, salen tres mujeres y aunque yo sigo quieta, callada, sin poder moverme ni parpadear oigo todo lo que pasa y oigo cuando una de ellas dice "Quedó igual que la pobre Carla" seguido de una risa, una risa de maldad.

¿Quedó igual de golpeada?¿Quedó igual de muerta?

Una de ellas me rodea con sus brazos y me aleja de la propiedad de la asesina, mis ojos sin embargo siguen fijos en la casa, en la puerta más precisamente, veo salir a David, lleno de sangre.

Tras esa escena corro a mi habitación y me encierro. Me encierro a llorar, esta pena que llevo dentro es gigantesca, mi estómago no para de dar vueltas, mi corazón salta como si quisiera salirse de mi pecho porque ya no es refugio suficiente. Yo ya no soy refugio suficiente, con la muerte de mi amiga, de mi hermana, morí yo. Y mi corazón lo sabe, mi corazón sabe que todo lo que quedaba de puro en mi ya no está, ahora todo es oscuro.

Mi madre entra y me abraza, lloro en su regazo, me acaricia el cabello, no habla, sabe que todas las palabras del mundo son insuficientes para calmar esta pena que siento. Y creo que ella tampoco sabe qué decir, no tiene fuerzas para pensar ni para hacer, la veo ausente.

-Mamá-Hablo con la voz cortada, mi garganta está seca de tanto llanto-¿Porqué la gente es tan cruel?

No me responde. Me ve a los ojos y llora. Mi madre nunca llora. Me abraza aún más fuerte.

Mi padre entra a mi habitación fumando, he visto a mi padre fumar pocas veces, el día que no lo eligieron como alcalde, el día que se peleó con mi madre y el día que murió mi abuela. No tiene camisa y sus pantalones están mojados.

-Voy con David.-A el también se le oye apagado.

-Vamos.-Habló mi madre por fin y me soltó. Me tendió la mano para que la acompañara pero me negué. Me besó la frente comprensiva y salieron.

Leo todos los mensajes que mi amiga y yo nos hemos mandado, mi madre en algún momento dejo mi móvil en la mesa de noche. Escucho sus mensajes de voz, su risa, sus dramas, sus historias. Leo sus planes, sus chismes, sus tonterías, veo las fotos que nos hemos mandado, capturas de pantalla, chicos con los que ha tenido historias, fotos nuestras, tareas...

Reúno toda mi rabia, y las lagrimas paran, me levanto con toda la fuerza que pensé jamás volvería a tener y voy con paso firme a casa de Cecilia.

Toco la puerta, muy fuerte, la toco con todas las fuerzas que no sabía que tenía. Como siga pegándole así la voy a tirar. No me contestan, la toco cada vez más fuerte, mi puño empieza a doler, no me importa sigo tocando.

azul infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora