veinticinco

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Llevo unos días viviendo en casa de Nicolle. A sus padres no les agrada la idea, pero tampoco me lo impiden. Creen que es mejor que esté ahí que sola y perdida. Mi padre me llama constantemente. Nunca le cojo al teléfono. Llama también al fijo de la casa. Aveces habla con los padres de Nicolle y otras veces solo le dicen que no tengo interés en hablar con él y ahí acaba la llamada. 

Mi madre viene de vez en cuando a intentar razonar conmigo. Aveces hablo con ella, otras la ignoro por completo. En el instituto nos vemos más de lo que nos veíamos antes, al fin y al cabo nuestras clases no suelen estar cerca. Sé que no es coincidencia, que intenta acercarse en ese supuesto terreno neutro. Pero no hay, no existe un terreno neutro, no existe un terreno en el que yo esté dispuesta a hablar con ellos y perdonarlos. 

No le hablo pero la veo, la veo de lejos. Hoy por ejemplo la he visto en la entrada de la escuela, fumando, ella no fuma, bueno no fumaba, al parecer eso cambió... fumando con ese señor, el profesor de matemáticas, el esposo de la doctora. No sé que hace aquí, tampoco es como que me importe. Lo que me importa es que está fumando con mi madre, quien antes no fumaba. También la veo reír, como no la veía reír hacía mucho. Y juega con su cabello como si estuviese coqueteando. Es verdad que está más guapa que de costumbre. Pero no tendría sentido que empiece a coquetear con un hombre casado, justo cuando vuelve su esposo a casa. Mi madre no es así. Mi madre es demasiado adepta a las reglas para permitirse un desliz tan grande. Parecen estar teniendo una conversación muy interesante, como si fuesen los únicos ahí presentes. Hasta que un chico se le acerca, un chico un año menor que yo, lo sé porque lo reconozco de la lista de alumnos de mi madre. Le habla como sacándola de su trance, y ella tira lo que queda de cigarro al suelo. Fingiendo no haberlo tenido nunca en la mano. ¿Y si fumaba desde antes y yo no lo sabía? Al fin y al cabo no sé que tan bien conozco a mi madre realmente. 

-Hola Jimena.-Esta vez es a mi a quien sacan de un trance. Es Ana, la chica lesbiana de mi clase, de quien Carla me advirtió que debía mantener distancia. 

-Hola.-Respondo tímida a su saludo, no hemos hablado mucho aunque llevemos media vida juntas. 

-Eh...-Veo que ella también está nerviosa.-Recordé que pronto es tu cumpleaños y...-Hace una pausa... muy larga para mi gusto.-Bueno... pensé que quizás... ahora... tal vez no tienes plan... recuerdo que lo celebrabas con... y pues...-Hace muchas pausas, me desespera. 

-Con Carla, si.-Noto sorpresa, sé que quería evitar su nombre para no dañarme.-En realidad ya tengo plan, iré a una fiesta de Halloween en la ciudad.

-Oh... vale pues... nada entonces que te lo pases bien.

-Gracias.-Es lo único que se me ocurre decir. Se va con una sonrisa pero en sus ojos veo decepción. Quizás debí invitarla, pero no la conozco realmente y la fiesta no es mía. Podría ser raro. Volteo a ver a la ventana, a seguir observando la escena anterior. Ya no hay escena, ya se han ido, y no sé como ha acabado. 

Acabo las clases una hora antes que Nicolle, debo esperar a que acabe para poder irnos así que doy un paseo por los pasillos del establecimiento mientras pienso en algo mejor que podría hacer. En uno de los pasillos que juntan un edificio con el otro me paro al notar por la ventana al matemático de antes, mi vecino, está saliendo de su coche dirigiéndose a no sé donde. Intento averiguar a donde va, parece enojado. Veo por donde entra y decido ir hacia ahí, quizás pueda ver algo. Corro lo más rápido que puedo intentando no llamar mucho la atención. Llego a la sala, estoy fuera debatiéndome entre entrar y no. Veo por la rendija de la puerta la sala vacía. Intuyo que no hay nadie y que si entro puedo intentar averiguar a donde ha ido. Pero un ruido me detiene. No podía verlos pero si puedo oírlos. Son Tom, su nombre por fin vuelve a mi cabeza, supongo que mi inconsciente se dio cuenta que no era tan irrelevante después de todo, y mi madre. No entiendo muy bien de que hablan. Tampoco puedo escuchar del todo. Parece un tema serio. Incluso parece como si se conocieran de antes. 

-¿Lo sabe?-Descifro. Conozco muy bien la voz y el acento de mi madre. 

-No tiene ni idea. Cree que fue casualidad. 

-Mejor, mientras menos gente lo sepa mejor. 

-No sabía que él vendría tan pronto. 

-No era el plan... Se habrá impacientado por volver al saber que ella ya no era problema. 

El echo de poder escucharlos tan bien significa que están más cerca, y eso quiere decir que están por salir así que decido esconderme en algún lugar aunque por culpa de ello no pueda seguir oyendo. 

-¿Y si Jimena se entera?-Le pregunta él pasando por mi escondite. Salí corriendo en el momento perfecto. 

-No se va a enterar nunca. Esto le queda muy grande... además...-Y ya no pude oír el resto. 

¿Enterarme de que?¿Que me queda muy grande?¿Cual era el plan?¿De donde se conocen?

Suena la campana anunciando el final del día y salgo corriendo en busca de mi amiga, primero porque ya me quiero ir y segundo porque tengo que contarle lo que acabo de descubrir. La veo parada viendo a Ana y al chico a su lado. Me doy cuenta que es el chico del que me habló, el que le gusta. Al verlos tan fijamente llamamos la atención de Ana, que al verme baja la mirada. Me acerco a ellos y los invito a ambos a mi fiesta. A él por Nicolle, y a ella porque de alguna manera llama mi atención, tan buena, tan tímida, tan tierna. Quizás con el tipo de gente que debería juntarme. Después de mi acto de bondad voy con Nicolle y le cuento toda la conversación entre mi madre y el tipo ese. 

azul infinitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora