Capítulo nueve

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Capítulo nueve






Se mudaron a la nueva casa una semana después de todo lo sucedido. Harry estaba feliz  por dos razones: tenía algo nuevo con lo que entretenerse y, finalmente, dejarían de vivir de los locales de comida rápida, como Louis había impuesto y él decidió darle el gusto porque se encontraba muy desanimado para llevarle la contra y ponerse a cocinar para ambos. 

Pero la vida era complicada y el hecho de saber que su amigo de toda la vida era un traidor y además estuvo enamorado durante mucho tiempo de él, era el menor de sus problemas. O al menos uno más del montón, pues que su madre y hermana estuvieran exigiendo explicaciones de manera muy insistente resultaba más molesto que el resto. También estaba Dave que no dejaba de enviar mensajes y por supuesto los respondía con todo el cariño del mundo, aunque cada día era más complicado porque ¿hasta cuándo sería así? No creía que fuera correcto para ninguno de los dos.

Sus días se estaban volviendo un constante pensar en su familia y cómo enfrentarlos y también cómo dejar de hablar con Dave sin rechazarlo, pues le parecía muy cruel luego de todo lo sucedido. Quería su amistad pero no percibía que el alfa estuviera buscando lo mismo, o al menos eso aparentaba cuando le hablaba acerca de lo que habían vivido y lo que podrían haber vivido. Era sumamente incómodo y por eso mismo la mudanza significó un cambio en su vida que lo ayudó a despejar la cabeza. Además, Louis y sus locuras eran una ventaja… a veces. Quizá lo hacía enfadar en ocasiones, más de lo que debía, pero admitía que al mismo tiempo se reía bastante y lo ayudaba a olvidar los problemas. 

Como en ese día en específico. Había enviado a Louis a la tienda a comprar algunas verduras que necesitaba para cocinar la cena pero, como siempre, se estaba tardando más de lo debido. Se preguntó qué era lo que hacía fuera para tardar tanto. Incluso Grace, la mujer que Rusell había contratado para ayudarlos en la casa, se hacía la misma pregunta, aunque también se burlaba un poco de su desesperación.

—Los alfas son así, cariño —trató de calmarlo Grace con una risa luego de que Harry miró una vez más su celular, buscando una respuesta del mensaje que le había enviado a Louis varios minutos atrás—. Se distraen fácilmente. 

—Pues no me importa. Si estamos aquí esperándolo porque le pedimos que haga algo cuando nunca hace nada, debe tener la decencia de no tardar una hora. ¡Una maldita hora! 

Grace rió un poco y Harry sonrió levemente por ello, negando con la cabeza y agradeciendo que por lo menos la tenía para compensar la ausencia de Louis, pues entre que a veces se marchaba durante horas para hablar con Rusell y luego iba a la universidad, todo en horarios que él tenía libres, apenas lo sentía cerca. Incluso era algo que discutió (con mucha vergüenza porque debió dejar su orgullo de lado) y que Louis prometió tratar de resolver. Hasta el momento no hubo cambios al respecto, pero seguía esperando con paciencia. 

La puerta de la entrada abriéndose llamó la atención de Harry y con los brazos cruzados y una expresión molesta se encaminó hacia allí dispuesto a enfrentar a Louis. Cuando lo encontró se sorprendió de que estuviera riendo. Lo único que apagó su enfado fue que a pesar de haber tardado, había comprado lo que le pidió. 

—¿Qué es tan gracioso? —Harry preguntó en recibimiento, con un poco de brusquedad en su tono. Louis lo miró sorprendido—. Te estamos esperando hace una hora, Louis. 

—Oh, ¿has contado los minutos? Qué bien, cariño. 

Louis pasó a su lado sin dejar de sonreír divertido y Harry bufó, siguiéndolo de cerca hacia la cocina, que era incluso más grande que la habitación que tenía en su antiguo departamento. En realidad toda la casa era enorme: desde el primer piso hasta el segundo, al igual que las tantas habitaciones que había. Aunque lo mejor era la cantidad de ventanas. Cada una iluminaba la casa de manera perfecta y eso lo hacía demasiado feliz.

Mordida EquivocadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora