Capítulo 12

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Conversación incómoda
NIKOLAY.

Estaba sorprendido, que hacía ella aquí, me miró fijamente, analizandome.

- Podemos hablar? - pregunto intentando mirar mi estudio solo que por lo grande que es mi cuerpo no pudo observar nada. La miré y le indiqué la puerta de mi despacho. Altea nunca había entrado pero esta que era una desconocida y encima borde la dejaba entrar, quien me entiende.

-De que quieres hablar?- pregunto sentandome en mi silla.

- Lo primero que te quiero decir es, yo no soy un ingenuo como Corban o tan inocente como mi pequeña amiga. - dijo mirándome y después desbio la mirada a la gran foto que había en la pared de atrás.

- Que me quieres decir con eso, podrías ir al grano.- acoto con el seño fruncido.

- Vi una noticia, bueno en realidad eran varias donde describias a una Altes que no conozco. Y mira que la conosco más que tu.- dijo desafiandome con la mirada.

-Sabes que nunca llegas a conocer a las personas realmente, ella cambió sus gustos. -dije mirándola, intenta intimidarme pero en realidad se via tierna.

-Dime una cosa las marcas de tu agarres, son por pasión o por otra cosa- dijo levantado un ceja.

- No deberías meterte donde no te llaman.- dije con toda la calma del mundo.

- Sabes una cosa, si me entero de que le llegas a tocar un solo pelo de su hermosa cabellera castaña, te juro que lo único que verás de ella es ese cuadro.- dijo refiriéndose al gran cuadro que había de ella.

-Ella es MI MUJER y no puede estar en otro sitio que no sea donde este yo.- dije fuerte.

- Es tu mujer, una que puede decidir donde quiere estar, pero no un cachorrito que busca la orden de su amo. No has visto como esta?- pregunto sin bajar la guardia.

-Como esta?.

-No has visto sus ojeras, no has visto que apenas habla, lo delgada que está, parece que en ves de estar en una mansión con lujos, estuviera en una isla perdida, ella no era así, y el baile, me di cuenta que no baila. Mi amiga ama bailar, amaba dar clases, le encantan los niños, y ahora todo eso desapareció. Se me hace difícil entender que mi amiga que amaba eso, lo haiga dejado de la nada.- dijo sin parar de hablar.

-Las personas cambian, a mí también me sorprende su cambio.- dije mintiendo.

- Y la chica, la que pavoneas por todos lados, la que está abajo, te parece normal eso. Leo toda clase de rumores de la tal Irina y tu, y tu no los desmientes. - dijo fruncido su seño con enojo.

-Es mi casa y mi vida, lo que haga con ella a ti te debe de importar poco, y si ella no dice nada que es mi esposa, pues tu que no eres nadie menos no? - dije con ironía- y respecto a lo de desmentir, no tengo tiempo para llamar a una prensa, entonces así se va a quedar.

- Claro como el que queda como un macho Alfa eres tú, ella que importa si la dejan como la cuernuda que más da no? - dijo ella mirándome de la peor manera.

- Me da igual lo que pienses o quieras, si era eso te puedes ir, que ya casi es la hora de la cena.- dije parandome de mi sitio

- No te lo voy a poner fácil, mi amiga se merece que le bajen la luna, el sol y lo que haga falta. No se merece menos y de eso me voy a encargar yo. Ya lo verás - dijo saliendo de mi despacho dando un portazo. Yo salí detrás detrás de Geraldine, era una arpía, por ella si que tendría problemas.

Estaban todos sentados en la mesa, Irina estaba callada desde que vino Geraldine, y la veía como miraba a Corban y a Geraldine, estaba, muy incómoda, mi madre estaba hablando con todos de todo un poco, mi nana estaba hablando con Svetlana y Altea estaba distraída, es simplemente una perfección echa mujer, aunque todos tenían razón habia perdido peso, aunque siempre fue delgada, sus ojos no tenía luz, solo cuando le preguntaban por cosas que tenía valor para ella, tenía un poco de ojeras que había disimulado con maquillaje. Estabamos todos comiendo cuando entra Sergey.

-Señora Petrova, aquí están las moras y las cerezas que se come a diario.- dijo a pesar de que le había prohibido llamarla así, sus amigos la miraron con el seño fruncido. Eso se me hizo raro, que tenia de raro eso.

-Desde cuando te gustan esas dos frutas, cuando siempre te han dado asco.- dijo Geraldine. Sergey sonrió y dijo.

-Desde hace poco se han vuelto sus favoritas, por que no para de comerlas. Y bien que le hacen.- acotó mirándola con ternura. - bueno los dejo y que aproveche.

- Madre mía pequeña si que has cambiado- dijo Corban y Geraldine me miró inmediatamente con una ceja alzada.

- La gente cambia efectivamente. - dije sonriéndo, todos me miraron mi madre y Kostenka de una forma diferente.

-Mi niña he echo la sopa que tanto de te gusta, la que me hacía mi abuela dijo y justo iban trayendo la comida, el olor era exquisito, mi nana es la mejor cocinera del mundo. Estaba tan, metido en mis pensamientos que no vi cuando Altea se paró de golpe y salió fuera corriendo, yo me levanté y fui tras ella, este comportamiento de ella me enoja, que es eso de salir de esa manera, la vi entrando al lavabo que había en la parte de abajo y se arrodilló al váter y devolvió lo poco que había ingerido, le cogí el pelo y le fui sonando la espalda. Cuando dejo de devolver la ayude a pararse y me miro, tenía mala cara.

- Estas bien muñeca- dije preocupado. Hizo un gesto de desagrado por como le dije.

-No me siento muy bien, de repente me vino un mal olor, la sopa siempre me huele exquisito, pero hoy no, a lo mejor no la preparo Kostenka. No puedo volver a entrar sino vomitare.- dijo haciendo un tierno mohin.

- Vale, espérame aquí. - dije poniendo un pelo rebelde detrás de su oreja, ella asintió. Sali del baño y fui directo a la cocina.

- monten la mesa del comedor, y no lleven la sopa, a Altea no le gusto y si siente ese olor no podrá comer y volverá a vomitar- dije a las empleadas, toda se pararon preocupados y mi nana fue la primera en pasar así donde estaba Altea.

-Lo siento Kos, no me agrado el olor y no pude comer tu sopa.- dijo y empezó a llorar. Todos nos quedamos en shock, estaba llorando cual nene no quiere comer la comida que prepara su madre.

-Tranquila Altea mientras tu estés bien, todos estamos bien- dijo Irina- Además...- Geraldine la cortó tajante

- Estamos aquí pequeña bailarina- dijo cogiendo la mano de Corban y llevándolo hacia ella. Mira a Irina y hizo un gesto de desagrado, ya entendía a la rubia cansina le gusta Corban y la arpía de Geraldine lo sabe, por eso esta pegada a él como una garrapata, para incomodar a la rubia.

- Vamos muñeca, no hay por qué llorar, mande a quitar todo para que puedas comer tranquila. - dije mientras nos íbamos al comedor.

__________________________________________________________________________________el cuadro que vio Geraldine.

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Casada Con La BestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora