—¡Alfa, está rodeado el castillo de Verónica!
—Confío en ustedes — soltó Luka mientras avanzaba adentrándose al castillo—No mueran.
Luka desapareció con un grupo siguiéndolos, ellos bajaron la cabeza en señal de respeto mientras escuchaban los pasos de centenares de soldados de Verónica rodearlos. Gruñeron mostrando sus filosos colmillos y se posicionaron para luchar.
Solo tenían una opción: No temer a la muerte y llevar la victoria a su manada.
No tardaron en abalanzarse y luchar hasta derrotar a cada uno de ellos, los Alfas que se unieron a Luka se encontraban liderando. Verónica se había aliado a varias manadas sedientas de poder, nadie deseaba perder y el tiempo comenzaba a correr.
El mar de sangre empezó a sentirse.
Y la guerra había iniciado.
Mientras esto ocurría un par de personas se habían escabullido antes de que Luka y sus guerreros lo hicieran, uno seguía a otro en secreto mientras se adentraba en el castillo buscando a Verónica. Y la encontró cuando el olor a sangre se hizo más poderosa y cuando los gritos y llantos se escucharon más de cerca. Tembló por unos momentos , preparándose para ver lo que estaba a punto de ver luego de cruzar esa puerta.
—Debo detenerla ahora mismo— pateó y derribó la puerta sin dudarlo.
Y ahí estaba ella, su madre, quien se había perdido a sí misma cegada por el dolor y el rencor. Esta lo miró con una sonrisa.
—Uriel, mi pequeño— su rostro tenía una sonrisa retorcida— ¿Ves quién está ahí? Es tu padre, César, la persona que no hizo todo, mi pequeño Uriel.
Su mirada se dirigió hacia quien parecía ser su "padre", César Kozlov, no sintió nada al verlo así. Por supuesto que sentía que merecía aquello, incluso más. Lo odiaba con todos su ser, le asqueaba haber tenido su sangre recorriendo alguna vez por venas.
Él era la única razón por la que su madre estaba así.
Pero ni siquiera podía sentirse satisfecho de verlo en ese estado, aunque ella lo matase, nada volvería el tiempo atrás. Sí, a ese tiempo donde tuvieran una felicidad efímera. Solo se limitó a mirarla con pena, ni siquiera era ella misma.
—Madre...
—Estás tan feliz como yo ¿Cierto?
Su mirada se desvió hacía el cuerpo que yacía al lado de César, era el de una mujer y la mirada de aquel hombre no se separaba de ella. Supuso quien era aquella mujer sin vida a la que César miraba con tristeza. Verónica lo había logrado, lo estaba viendo destruido.
—Acaba con esto, mamá— murmuró volviendo su mirada a ella, observándola fijamente como la sonrisa en su rostro no desaparecía— Está destruido, no necesitas hacer más.
—No, no... Aún falta, necesito vengarme por ti, Uriel. Mataré a Luka, su hijo más preciado.
Vyna retrocedió cuando su mirada se fijó en él. Era un monstruo sin control, ya no tenía la humanidad que alguna vez tuvo. Estaba cegada por el rencor, sedienta del dolor ajeno. "Monstruo, monstruo", en la mente de Verónica se repetían una y otra vez esas palabras.
"Destrúyelo."
"Que como tú lo hiciste."
—Él no me hizo esto...— soltó Vyna mientras luchaba contra sus miedos, tenía que enfrentarla.
—No me retes, Uriel— murmuró Verónica acercándose a él— Te daré a Elisabeth, te daré el puesto de Alfa, todo será tuyo.
—Nunca desee eso.

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Atado a Ella
Loup-garouY sus ojos se conectaron , él desde el principio estaba atado a ella.