Capítulo 65

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—Alfa, todos se encuentran listos.

—Bien, iré en un momento—murmuró observando fijamente lleno de melancolía una de las ventanas de la mansión.

<<La habitación estaba cubierta por el llantos de los bebés cuando él llegó. Se alarmó por unos segundos al no saber qué hacer para cesar sus llantos.

Ni siquiera sabía si podía cargarlos.

Era la primera vez que los vería.

Se acercó con cuidado hacia la cuna de madera donde descansaban. Temeroso de asustarlos trato de verlos desde una distancia prudente dónde él no pudiera ser captado por ellos.

Y ahí estaban.

Esas pequeñas criaturas que tenían su sangre corriendo por sus venas.

Eran suyos, sus pequeños hijos...

Sus ojos se encontraban ligeramente adormilados y rojos por el llanto, mientras que las lágrimas cubrían sus regordetes y lechosos rostros. Una sonrisa tierna se instaló en su labio luego de mirarlos.

"Adorables"

Sus pies inconscientemente avanzaron hacia ellos, atraído, avanzó lentamente hasta quedar apoyado en el barandal de la cuna.

—No lloren...—murmuró observandolos más de cerca.

Las comisuras de sus labios se extendieron luego de que un pensamiento fugaz golpeara su cabeza.

"Tienen los ojos de ella."

Soltó una pequeña risita llamando la atención de ambos.

Ellos lo observaron deteniendo su llanto al instante, aquel extraño les daba paz. Los tres se observaron fijamete como perros de porcelana.

Su sonrisa se borro lentamente mientras se miraban entre ellos.

—Ustedes no saben quien soy...- comentó al ver sus miradas curiosas sobre él.

Soy su padre...

Quiso decir, pero no pudo.

Las palabras se estacaron en su garganta, la tristeza lo invadió lentamente. Él era un desconocido para ellos, ni siquiera sabía si sería un buen padre...o la misma escoria que resultó ser el suyo.

No quiero ser como mi padre. No repetiré sus pasos.

Fue lo que pensó mientras fragmentos de su infancia llegaron a su memoria sumiendolo más en la tristeza.

"No seré como él."

Volvió su mirada a ambos, ellos extendían sus brazos hacia él mientras sus labios formaban un pequeño puchero y sus ojos enrojecian, indicando que en cualquier momento llorarian si él no los cargaba.

Sollozó.

-Ustedes...son realmente mis hijos.

Una sonrisa se extendió por sus labios

—Guh...

Cargó a ambos niños lentamente y con sumo cuidado temiendo que le cayeran. Los sostuvo finalmente en brazos mientras estos lo veían y sonreían.

Emitieron pequeños balbuceos. Sus piernecitas se agitaban entusiasmadamente. Ellos también se sentían felices.

Y los abrazó mientras las lágrimas de felicidad caían sobre sus mejillas. Él se sentía inmensamente feliz, por fin, tenía a sus hijos en sus brazos. Quería gritar de alegría, presumir sus pequeños en todos lados.

Atado a EllaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora