Dos meses después
Como pocas veces había pasado, el sol iluminaba el condado de Forks con intensidad, obligándonos a mantenernos en casa a salvo de ser descubiertos por los ojos humanos. Claro que eso no nos impedía salir al jardín a disfrutar del clima y de ver a Annie jugar con sus dones.
Mi pequeña con el tiempo y mi ayuda, había logrado controlar su don de hielo a la perfección, de vez en cuando ambas nos divertíamos atacándonos entre nosotras con escarcha hasta que explotábamos a carcajadas o Jake interfería alegando con que no quería que Annie se hiciera daño.
―¡Buenos días! ―saludé con alegría al pasar junto a la cocina.
Cuatro cabezas se elevaron hacia mi con grandes sonrisas, Esme, Emmett, Rosalie y Alice intentaban preparar un desayuno para Jacob y Annie, quienes parecían tener más apetito conforme pasaban los días.
―¿Cómo estas hoy Vera? ―me preguntó Esme con una sonrisa.
Inhale profundamente a pesar de no necesitar del aire al tiempo en que le devolvía el gesto a la mujer.
―Bien, iré a ver a Annie.
Abandoné el interior de la casa hacia el jardín, con velocidad mi piel comenzó a brillar como si de diamantes se tratase y a la lejanía descubrí a mi hija, de rodillas sobre la hierba jugando con hielo, cubriendo de una fina escarcha las flores que comenzaban a florecer. Su cabello había crecido considerablemente logrando llegar hasta su espalda baja y vestía un hermoso vestido que Alice le había regalado luego de lo ocurrido con los Vulturi, su color crema lograba resaltar la claridad de su piel, haciendo que se asemejara a la porcelana.
―Hola cariño.
―Mira mamá, parece que tuvieran diamantes, como nosotros ―dijo con alegría señalando las flores.
Le sonreí como respuesta y me senté junto a ella para disfrutar de la brisa fresca de la mañana.
[•••]
Ante la soledad que había en la casa mi mente comenzaba a divagar entre recuerdos de lo que había acontecido mi vida durante los últimos años. El haber conocido a Edward no solo había significado conocer a la persona con la que creía que pasaría toda mi vida, también significo hallar a alguien que me comprendía y amaba incluso con mis extraños dones.
A lo largo de los años había comprendido que no deseaba estar con nadie más que no fuese aquel vampiro, incluso si eso significaba perder aquellas experiencias humanas que tanto él había insistido que tuviera, porque lo amaba y era por ese amor que estaba dispuesta a perderlo todo.
Edward no solo me había dado la clave para controlar mis dones, me había regalado una familia. Por un tiempo había sido capaz de rememorar el amor de un padre junto a Carlisle y sentido aquel amor de hermanos que jamás había tenido. Con él había descubierto lo que significaba tener la certeza de estar dispuesto a arriesgarlo todo si eso significaba la felicidad de los que amas. Edward me había dado una hija que era su viva imagen y mi razón de existir. Por todo eso es que le estaría eternamente agradecida y lo amaría por toda la eternidad sin importar lo que sucediese.
Y era en estos momentos, en que el silencio cubría como un manto la casa que los Cullen nos habían construido, que recordaba sus besos y caricias, la forma amorosa con la que me tocaba y la delicadeza que empleaba al hacerlo incluso luego de haberme transformado. Cuando el sol iluminaba de lleno el bosque, recordándome las incontables veces que ambos nos habíamos quedado en nuestro prado en completo silencio, disfrutando de la presencia del otro simplemente, porque no necesitábamos de las palabras para hacernos saber lo que sentíamos.
Me abrace a mi misma con una sonrisa en cuanto los recuerdos de cada momento juntos inundaron mi mente, llenando cada rincón con su rostro, el sonido de su risa melodiosa y con cada palabra amorosa que me regalo. Me prometí a mi misma que jamás los olvidaría, que no importarían la cantidad de siglos que transcurriesen para mi, rememoraría todos los días la cantidad de veces que fuese necesario todos nuestros recuerdos compartidos, los buenos y los malos, y los guardaría dentro mi corazón por toda la eternidad.
[•••]
Luego de una tarde de juegos, con la tranquilidad cubriendo la casa de los Cullen, era pacífico poder leer un libro en sala sin ser interrumpida por los gritos de Annie siendo asustada por Jake o Emmett al ser perseguida por todos lados.
Al pasar la siguiente página, un cosquilleo se produjo en mi estómago al ver una vieja nota que Edward me había dejado allí. Con su caligrafía prolija había escrito "te amo, para siempre" un tiempo antes de nuestro enfrentamiento con los Vulturi, sonreí de lado y pase las yemas de mis dedos por allí como si con eso pudiese sentirlo.
El recuerdo de las palabras que compartimos la noche anterior al encuentro con los Vulturi se iluminaron en mi mente, casi era capaz de ver frente a mi a todos los clanes que se habían unido a nosotros para atestiguar la verdad de Annie, con quienes había compartido varios días y a quienes les debía la vida que ahora tenía, porque sin ellos mi hija no estaría junto a mi ahora.
Lleve el dedo índice hasta mis labios al recordar la sensación de aquel beso que me dio esa noche y mi piel de granito vibro al recordar la sensación de sus manos posarse en mi cuello. Una breve risa escapo desde lo profundo de mi garganta y me puse de pie enseguida.
Avance por la sala con velocidad hasta poder salir al jardín, donde Annie se encontraba recostada en el césped y junto a ella se hallaba él. Mi Edward hablaba con nuestra hija sobre sus recuerdos de aquella vida humana que había tenido hacia muchos años, logrando maravillarla.
Me deje caer junto a él y Annie no tardo en ponerse de pie y alejarse en cuanto vio llegar a Jacob, enseguida le sonreí y acerque mi rostro al suyo para besarlo dulcemente mientras que él pasaba una de sus manos por mi cintura para atraerme más a su cuerpo.
Ambos nos fundimos en un abrazo disfrutando de la tranquilidad de poder ser una familia, de saber que Annie estaría junto a nosotros varios años más gracias al testigo que Alice y Jasper habían conseguido aquel día con los Vulturi, el hombre era también mitad humano, mitad vampiro y nos informo que había llegado a su madurez siete años después de nacer.
―Carlisle me ha dicho que le gustaría verte luego ―me dijo Edward con una sonrisa―. Supongo que quiere pasar tiempo de padre e hija.
Sonreí ampliamente, el patriarca de la familia, luego de casi enfrentarnos a los Vulturi, pasaba más tiempo de forma individual con cada uno de nosotros, haciendo cosas que nos gustarán, disfrutando de la vida.
―Edward ―sus ojos dorados descendieron hacia mi rostro enseguida―, aquel día, después de ver la visión de Alice donde te veía morir, comprendí que jamás voy a amar a nadie más que no seas tu.
Su mano acaricio con dulzura mi rostro y depositó otro beso en mis labios.
―Vera te amo y lo hare para siempre.
Asentí sabiendo que habría llorado de ser capaz. Annie se arrojo de forma abrupta sobre nosotros, acurrucándose en medio de ambos haciéndonos reír a carcajadas. Pase mis ojos por ella y luego por Edward con mi pecho lleno de felicidad.
―Para siempre.
Aseguré sabiendo que así sería.
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Luz de Luna (Edward Cullen)
FanfictionLa historia de cómo Edward Cullen logra encontrar a su compañera, pero está no es Bella Swan. Vera Smith ha vivido siempre en el pequeño y frío pueblo de Forks. A pesar de sus peculiares poderes, su vida nunca tuvo grandes problemas, pero su más gra...