•Cambios•

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A pesar de mi necesidad por quedarme en la cama, enrollarme en mi cobertor y deshacerme en lágrimas

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A pesar de mi necesidad por quedarme en la cama, enrollarme en mi cobertor y deshacerme en lágrimas. Me levante, sabía que Edward no hubiese querido eso para mí, así que no iba a obedecer a mi lado depresivo. Por lo que enseguida comencé a cambiarme y a ocupar mi mente en otras cosas, como en todos los deberes que iba a tener en el Instituto, por ejemplo.

Al bajar a la cocina, mama no mencionó nada sobre lo ocurrido ayer, se lo agradecí internamente aunque supuse que Jacob seguramente le habría dicho algo. Salí de casa luego de despedirme de ella y tomar mi mochila, no puedo negar que no ver el Volvo de Edward en el camino de entrada, volvió a abrir un agujero en mi pecho.

Sintiendo que mis pies se habían transformado en plomo, camine hasta mi coche y conduje al Instituto sin ánimos de nada en realidad, lo único que de verdad quería era seguir durmiendo.

Al bajar, Tara enseguida se acercó a mi y me dio un fuerte abrazo, la estreche con fuerza porque de verdad la necesitaba en estos momento y porque, en parte, me recordaba a Alice. Pero ella, se alejo de mi abruptamente.

―¡Santo cielo Vera!, ¡estas helada!

No dije nada y comencé a andar con ella a mi lado, el hielo en mi interior no ha dejado de recorrer mi cuerpo una y otra vez, provocando que mi temperatura corpal siga disminuyendo, a tal punto que se asemejaba a la piel de él. Pero Tara no se rendiría así de fácil.

―¿Te sientes bien?, no es normal esa temperatura ―asentí sin mirarle ―. ¿Has podido hablar con Edward?

Me detuve en seco cunado oí su nombre, fue como si me hubieran golpeado en la cara. Un nudo se formó en mi pecho y el hielo comenzó a expandirse con más velocidad y fuerza, como si quisiera salir a la luz de todo el mundo.

―Se han marchado.

Mi amiga palidecio.

―¿Cómo? ―guardo silencio unos segundos y me tomo del brazo―, ¿él te ha...?

No hacía falta que acabará la pregunta, incluso mi silencio fue suficiente respuesta para ella, y enseguida me abrazo con fuerza, tanta, que creí que me rompería, o quizás yo estaba muy débil.

[•••]

Las clases pasaron tan lentas que suspire con alivio una vez que la campana marcó el fin del día. Tara no había dicho mucho, ella sabía que cuando yo estaba mal, lo único que necesitaba era una silenciosa compañía, tampoco volvió a quejarse por mi baja temperatura, lo que agradecí interiormente.

Al acercarme a mi coche, mis ojos se desviaron hacia el bosque, el vacío en mi pecho comenzó a tener más peso que antes, el recuerdo de lo ocurrido hace dos días me cegó completamente y una idea se cruzo fugazmente por mi mente.

Con velocidad conduje por el sendero hasta la casa que alguna vez había sido un segundo hogar para mí. Al llegar, miles de lágrimas se acumularon en mis ojos, la casa de los Cullen parecía muerta sin ninguno de ellos revoloteando por allí.

Luz de Luna (Edward Cullen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora