•Un Herido•

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Hubiese jurado estar muerta, las llamas habrían calcinado mi piel, hasta convertirme en cenizas junto a Victoria, y mi vida habría acabado en ese instante en el que, olas de fuego nos cubrió a ambas

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Hubiese jurado estar muerta, las llamas habrían calcinado mi piel, hasta convertirme en cenizas junto a Victoria, y mi vida habría acabado en ese instante en el que, olas de fuego nos cubrió a ambas. Pero no.

No estaba muerta, yo misma me había asegurado de que no ocurriese. En el momento en que conjure aquellas enormes llamas de fuego, también lo hice con el hielo, el cual cubrió mi cuerpo de manera continua, pues a medida que el fuego lo derretía, yo me encargaba de generar más y así evitar quemarme. Aunque Victoria no corrió con la misma suerte, ya que ella si había sido convertida en cenizas, gracias a mi.

En cuanto las bocanadas de fuego fueron retraídas, y volvieron a mi interior, me dejé caer de rodillas en la nieve. Mi cuerpo comenzó a ser preso de un enorme cansancio mental, que rápidamente me debilitó. Edward no tardo en arrodillarse frente a mi, sus manos buscaron con desesperación mi rostro, el cual parecía un resorte entre sus palmas, pues cualquier rastro de fuerza corporal, había abandonado mi sistema.

Sus ojos dorados reflejaban la preocupación que había sobre sí, debido a lo ocurrido hacía apenas unos minutos, ya que si bien había descubierto mi intención, en mis pensamientos no se vio reflejada la idea de protegerme, por lo que para él, yo había sido calcinada junto a Victoria.

―¿Vera? ¿Puedes oírme?

La dulce voz de Edward sonaba algo lejana para mí, se oía como si antes algo hubiese explotado cerca, dejándome sin audición, pero asentí, sin embargo. Poco a poco, fui poniéndome de pie, recargandome en los brazos de Edward, pues mis piernas temblaban ligeramente. Seth reapareció frente a nosotros, y dejó libres algunos gruñidos.

―Alice quiere que nos vayamos, ahora.

El sonido de su voz ya se oía normal para mis oídos, pero aún persistía el aturdimiento en mi cabeza, y comenzaba a preocuparme, el hecho de no poder moverme. Edward ni siquiera pensó dos veces en cargarme, rápidamente mi cuerpo se vio envuelto por sus dos brazos, y utilizando su velocidad sobrehumana, llegamos junto al resto de la familia Cullen.

Al estar en el campo donde se había llevado a cabo la batalla, mi vista se encontró con cientos de cuerpos de neófitos, siendo incendiados. Un escalofrío me recorrió la espina dorsal, provocando que me estremecería estando, aún, entre los brazos de Edward.

―¿Crees poder caminar desde aquí?, los Vulturi están en camino.

Su rostro se contraía en un gesto de suma preocupación, pero rápidamente me removí para que me bajase, comencé a avanzar junto a Edward, aunque sin soltar su brazo, el cual me servía de sostén, pues sabía que en cuanto me soltase, caería contra el suelo.

―Estarán aquí en unos minutos ―anunció Alice, con un tono de miedo en su voz.

―La manada debe irse, los Vulturi no honrarán el tratado con ellos.

Mis ojos se enfocaron en el neófito que salía de entre los árboles, el pánico paralizó mi cuerpo en cuanto vi como este rodeaba, con sus brazos, a Leah manifestada en su forma de lobo gris. Edward grito una negación, y ante eso Jacob hizo acto de presencia, para luego arremeter contra el neófito, liberando a Leah.

Luz de Luna (Edward Cullen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora