•Los Vulturi•

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El sol golpeaba con tanta fuerza, que Alice tuvo que cubrirse el rostro con un pañuelo de seda y usar lentes de sol, pero poco me importaba su aspecto en estos momentos.

Habíamos robado un coche al salir del aeropuerto, y ahora nos dirigíamos a toda velocidad hacia Volterra, donde según Alice, se encontraba el castillo que habitaban los Vulturi.

Habia tenido una visión, Edward se dejaría ver ante los humanos a plena luz del mediodía, ya que estos festejaban el día de San Marco, el cual era la ocasión perfecta, y así habría una razón para asesinarlo. No ayudó mucho la confesión de Alice con respecto a el futuro, lo único que logró fue que el hielo que llevó dentro se retorciera en desesperación, y que esa corriente eléctrica comenzará a acumularse en mi sistema, como si me advirtiera que, ante el mínimo descuido, saldría en un estallido para protegerme.

―Allí está Volterra.

Una enorme ciudad en la colina apareció frente a mis ojos, el nudo en mi estómago se hizo más pesado y la desesperación comenzo a carcomerme. Al ingresar al lugar, miles de personas vistiendo túnicas rojas hicieron acto de presencia. Iban todas felices y festejando la expulsión de los vampiros de la ciudad, y sólo sentí pena al percatarme de lo ignorantes que eran ante el hecho de que, los seres más poderosos del lugar, eran vampiros.

Alice comenzó a hacer sonar la bocina del coche para que las personas se movieran, mire el reloj y tire de mi cabello en un arranque desesperado al percatarme que sólo faltaban cinco minutos para que ocurriese, ella lo noto y coloco una mano en mi brazo. De pronto, nos detuvimos, un control policial retuvo a Alice pidiéndole diferentes papeles. Me salí del coche.

―Eleva tu muro mental y serás a la única que no verá venir, si yo voy leerá mis pensamientos y se precipitara. Ve al pie de la torre del reloj, allí está.

Obedecí a sus palabras, forme el muro de protección en mi mente, y salí corriendo sin saber bien en que dirección, solo seguía a la multitud de gente, la cual era cada vez más y comenzaba a ser un estorbo en mi intención de llegar al lugar.

Los gritos de felicidad y cánticos comenzaron a taladrar mi cabeza, era como si gritaran en mi oído y generaban más desesperación en mi. El pecho me ardía con cada inhalada de aire que ingresaba a mis pulmones y mis piernas comenzaban a exigirme un descanso.

Me enfoque en empujar personas, quitándolas de mi camino. Entonces pude ver la torre y el reloj que marcaba las once y cincuenta y ocho. Un desfile se estaba llevando a cabo en el medio de la calle, haciendo que miles de personas se acumularán a los lados, pero yo solo eche a correr.

Logre cruzar la calle y llegar al otro extremo, cuando me detuve de forma abrupta a solo unos metros de la torre. Fue entonces cuando lo vi, salía del interior mientras desabotonaba su camisa, su rostro era casi irreconocible, supe enseguida que no se alimentaba desde hace mucho tiempo.

En cuanto dejó caer la camisa, y su torso desnudo quedó a la vista, fue cuando reanude mi marcha, había logrado dar unos pasos hacia el sol y su rostro comenzó a brillar como si de diamante se tratase, luego fue su cuerpo y extendió los brazos hacia los lados para que sea más visible.

Entonces, lo abrace con fuerza, mi cuerpo cubrio el suyo y dejo de emitir ese brillo propio de los vampiros, sentí sus manos aferrarse a mi cabello y descubrí que, extrañamente, su piel era calida.

―Abre los ojos Edward, mírame.

Sus ojos me contemplaron y pareció asombrado y afligido en cuestión de segundos. Lo empuje de nuevo al interior de la torre sintiendo como sus brazos me aferraban con fuerza. Estaba bien, lo había salvado, sentí que la desesperación se esfumaba de mi cuerpo y el hielo, junto a la corriente eléctrica, comenzaba a relajarse.

Luz de Luna (Edward Cullen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora