•Casate Conmigo•

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Una bola de nervios pesada era lo que sentía en mi estómago al momento de aparcar mi coche frente a la casa de los Cullen

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Una bola de nervios pesada era lo que sentía en mi estómago al momento de aparcar mi coche frente a la casa de los Cullen. Como consecuencia, escarcha en mis manos y antebrazos, era la primera vez que Edward y yo estábamos completamente solos, y se me hacía inevitable que mi mente volará por todas las posibles situaciones que podrían desencadenarse.

Eleve mi muro mental para evitar que Edward leyese mis pensamientos, y detuve el motor. Tomé la mochila con ropa que había preparado para mañana, y avance hacia las escaleras de entrada. Antes de que siquiera logrará abrir la puerta, Edward ya me esperaba allí, sonriente.

Al entrar, lo salude con un casto beso de labios, lo cual lo tomó por sorpresa y provocó una pequeña risa durante el beso. Avanzamos hacia las escaleras y me dirigí, directamente, hacia la cocina, moría de hambre y sabía que Esme siempre tenía comida lista para mí.

Deje la mochila en uno de los sofás y me apresure hacia el refrigerador, Edward se sentó en unos de los taburetes junto a la isla, y me observo mientras tomaba un pequeño recipiente que tenía un papel con mi nombre. Ahogue un grito de emoción, al ver que Esme había cocinado lasagna, provocando otra risa entre dientes por parte de Edward.

Rápidamente me senté frente a él, y comencé a comer la exquisita comida. Después de casi tres años, aún lograba asombrarme como alguien que no pudiese comer comida humana, tenía un gran sazón al momento de cocinar. Extendí mi mano hacia Edward, este me la tomó y comenzó a dejar lentas caricias con su pulgar en mi palma. Aunque enseguida me arrepentí, en cuanto sintió el hielo en mi piel.

―¿Esta todo bien Vera?

Trague el bocado de lasagna en mi boca y apreté los labios, al tiempo en que pensaba otra posible respuesta para Edward, pues no pensaba decirle que estaba verdaderamente nerviosa por el hecho de estar los dos solos, un gran período de la noche hasta que el resto de la familia volviera de cazar.

―Es solo que, he estado pensando mucho en lo que sucederá con mama o Tara, una vez que me conviertas ―me puse de pie y me acerque a él, me senté en una de sus piernas y rodee su cuello con ambos brazos―. No voy a negarte que me duele saber que jamás me verán de nuevo, ni siquiera sé qué voy a decirles.

Edward arrugó el entrecejo y acaricio mi espalda baja, al tiempo en que besaba mi hombro. Desvíe la mirada de su rostro en cuanto sentí que mis ojos se inundaban de lágrimas, un nudo se formó en mi garganta y tuve que hacer un gran esfuerzo por intentar inhalar hondo.

―Vera, esta bien si no quieres transformarte, no hay nada más que me haga sentir más aliviado, que saber que tu alma está salva.

Mi vista se fijo nuevamente en él, al comprender la razón por la que estaba tan negado a transformarme. Su rostro se mostraba serio, pero un pequeño destello de entusiasmo se asomaba por sus ojos, los cuales eran más dorados que nunca antes. Con mis pulgares acaricie la piel de su cuello y relamía mis labios, sintiéndome algo asombrada.

Luz de Luna (Edward Cullen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora