•Neófitos•

3.1K 217 7
                                    

La casa de los Cullen, se hallaba tranquila, las mujeres habían salido de caza, mientras que sólo los hombres rondaban por el lugar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La casa de los Cullen, se hallaba tranquila, las mujeres habían salido de caza, mientras que sólo los hombres rondaban por el lugar. Esta vez, debía quedarme con ellos.

Edward y yo ingresamos a la sala, enseguida el sonido de la televisión inundó mis oídos, una reportera hablaba sobre el desastre que atormentaba Seattle, los asesinatos y desapariciones habían incrementado, generando un estado de caos entre los ciudadanos.

Mi vista recorrió a los tres vampiros que se encontraban allí, sentados en el enorme sofá. Di unos pasos al frente, separandome de Edward, y le dedique una mirada rápida al televisor. Un escalofrío me recorrió el cuerpo ante la imagen de diferentes cuerpos, cubiertos por sábanas.

―Está empeorando ―mencionó Carlisle al tiempo que apagaba la televisión―, debemos hacer algo.

Asentí, de acuerdo con sus palabras. Sobre nosotros se instalo un aire tenso, lúgubre, que casi podía palpar con los dedos. Jasper dirigió la vista hacia mí, su rostro se mostraba inexpresivo, como si todo el asunto no le fuera de importancia.

―Se necesitan muchos de nosotros para causar el daño que reportan, muchos más. Son indisciplinados, descarados.

―Son neófitos ―hablo Edward.

Gire mi rostro para verle al oír aquella palabra nueva, no necesitaba de mucho conocimiento para saber su significado, pero la forma en la que sonaba, lograba erizarme cada vello corporal.

―¿Vampiros nuevos? ―pregunté, cruzandome de brazos y volviendo a dirigirle la mirada a Jasper.

―Los primeros meses, es cuando somos más incontrolables, viciosos, enloquecidos de sed ―aclaró Jasper, con una mirada sumamente perturbadora.

Emmett sonrió de una forma cínica, mirándome directamente.

―Es una idea seductora.

No le sonreí, pues no le veía la gracia. El recuerdo de la historia de los quileutes, que Billy Black había contado la noche anterior, se iluminó en mi mente. Un sentimiento amargo creció en mi pecho, cuando me imagine a mi misma con aquellos ojos rojos, brillosos por la sed de sangre, y cuerpos secos a mi alrededor. Me removí en mi lugar, nerviosa, pues no quería convertirme en aquello, incluso había comenzado a dudar sobre mi fecha de transformación.

―Nadie ha entrenado a estos neófitos, pero esto no es al azar ―mencionó Jasper.

―Están creando un ejército ―dedujo Carlisle.

Emmett dio un salto sobre el sofá, para luego poner los pies sobre el suelo, se trono los dedos de ambas manos, y una gran sonrisa se curvo en sus labios, asimilandose por una segundo, al gato de "Alicia en el País de las Maravillas".

―Ahora si iremos a Seattle.

Apreté los puños a los lados de mi cuerpo, mi nuevo don comenzó de forma lenta, a manifestarse con su característico brillo en mis venas, pero eso ya no lograba preocuparnos a ningunos de nosotros, más bien era una costumbre involuntaria en mi, que eso ocurriese cuando me sentía bajo una amenaza.

Luz de Luna (Edward Cullen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora