La historia de cómo Edward Cullen logra encontrar a su compañera, pero está no es Bella Swan.
Vera Smith ha vivido siempre en el pequeño y frío pueblo de Forks. A pesar de sus peculiares poderes, su vida nunca tuvo grandes problemas, pero su más gra...
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Ni la manada, ni Emily o Jacob, eran capaces de disminuir el dolor por mucho tiempo. Porque, en cuanto cerraba la puerta de mi habitación y la soledad me abrazaba, no había nadie capaz de no hacerme sentir el agujero en mi pecho que la ausencia de Edward había dejado en mi. Por más que lo intentase, por más que me esforzara en los últimos meses a olvidar, él seguía allí. Mi amor por Edward estaba clavado y grabado a fuego en mi frío corazón, nada era capaz de borrarlo, ni siquiera el odio que sentía a veces hacia él por dejarme.
Ni siquiera el frío que me recorría todo el cuerpo, el cual había cambiado completamente mi aspecto físico, era capaz de lograr que dejara de quererlo. Generaba todo lo contrario en mi, era el recuerdo constante de aquello que genero todo esto, que ahora yo sea alguien completamente diferente, alguien incapaz de producir calor, no solo como una habilidad, sino como algo humano.
No me gustaba para nada en lo que me había convertido, pero luchar contra esto era algo absurdo. Debía comprender que el hielo en mi interior había tomado el control y reflejaba aquello que yo no decía con las palabras, y tenía que ser así. La personas normales lo expresan con enfermedades, yo lo expreso con algo sobrenatural. Algo que ha hecho que mis ojos rayen el color de la transparencia (como si de verdad estuviesen rodeados por hielo), que mi piel sea extremadamente pálida, mucho más que la de un vampiro, y que mi temperatura corporal no exista.
Más allá de todo lo sobrenatural que ahora rodeaba mi vida, me permitía ciertos momentos de normalidad, de fingir que era una simple adolescente de dieciocho años sin ninguna otra preocupación más que graduarme, Edward quería eso en mi vida. Ciertos momentos de normalidad como los que he tenido junto a Emily, cocinando juntas galletas para muchachos hambrientos, fingiendo que no sé lo que en verdad son. Momentos de normalidad como los que tenía con Jacob, hablando de cosas triviales y sin sentido.
Momentos de normalidad como los que tenía con Tara o mama, los cuales extrañaba de sobremanera, pero por su bien, debía evitarlas a ambas lo más que pueda. Ahora que soy completamente diferente emocional y físicamente, ahora que he desarrollado un nuevo don del que todavía no conozco demasiado, ahora que soy una bomba de tiempo que puede estallar en cualquier momento, y desintegrar cualquier cosa o persona que esté en su radio.
Si, a veces me permitía fingir ciertos momentos de normalidad. Pero justo ahora, ese no era el caso, sino todo lo contrario. Había decidido que era momento de conocer qué soy capaz de hacer, por lo que me dirigí al bosque, a una parte alejada para que nadie me viera o corriese peligro si las cosas se salían de control.
Sabía que aquella parte que controlaba el hielo, seguía igual que siempre, no debía preocuparme el hecho de que el nuevo don haya anulado esa parte, pues podía sentir el frío recorrer mis venas y reforzar aquellas partes que él hielo había decidido congelar por protección.
Sacudí mis manos a los lados de mi cuerpo y moví mi cabeza de un lado al otro para quitarme los nervios de encima. Mis ojos inspeccionaron el lugar buscando algo en donde descargar mi poder, pero no tenía muchas opciones considerando que todo se trataba de árboles. Por lo que no tarde mucho en elegir.