Luz de Luna (Edward Cullen)

•Adiós•

No estaban. Ninguno de ellos asistió al Instituto, y eso solo me provocó una mala espina. Me fue inevitable no darle vueltas al hecho de que los Cullen se hayan ausentado por lo ocurrido con Jasper.

―Deja de pensar en eso, no debe ser nada de que preocuparse.

Mire a mi amiga mientras avanzábamos hacia nuestros coches, a pesar de los puntos en mi brazo, no se me dificultaba la tarea de conducir. Tara me dedico una sonrisa y se despidió de mi con un movimiento de mano. Enseguida me monte a mi coche, encendí el motor y me dispuse a conducir sintiendo como un mal presentimiento se comenzaba a formar en mi pecho.

El hecho de que Edward ni siquiera apareciera en la mañana para verme y asegurarse de cómo estoy, era extraño, y eso solo hacía que mi preocupación creciera cada vez más, porque él no es así. Mis manos se tensaron en torno al volante y una gran oleada de frío comenzó a recorrer mi cuerpo.

En mis manos, empezaba a formarse una fina capa de escarcha y podía sentir como cada célula y terminación nerviosa de mi cuerpo se congelaba. Enseguida los nervios comenzaron a hacerme una mala pasada y a incrementar el esparcimiento del hielo en el interior de mi cuerpo, tuve que hacer acopio de mi fuerza de voluntad para intentar serenarme.

Traté de dejar libre la parte que era capaz de controlar el fuego, que se expandirá por mí cuerpo y que hiciera el trabajo de derretir el hielo que había tomado control de mi. Pude sentir como grandes llamaradas de fuego recorrían todo mi interior y, lentamente, visualice como la escarcha de mis manos desaparecía. Suspire aliviada y relajada.

Aparque el coche en el camino de entrada de mi casa y el corazón me dio un vuelco cuando lo vi de pie esperando por mi. Con movimientos rápidos y torpes, salí del interior del vehículo, me acerque con paso rápido hacia Edward y note que llevaba puesto el mismo atuendo que ayer, pero poco me importo.

Una vez que me acerque a él le sonreí, esperaba que el también lo hiciera, que me dedicará esa sonrisa de lado que tanto me gustaba, para así hacerme entender que todo estaba bien, que estábamos bien. Pero no lo hizo, por el contrario, me dedico una mirada gélida e inexpresiva que no reconocí, en realidad, era como si el Edward que estaba de pie frente a mí, no fuera del que yo me había enamorado hace un año.

―Hay que hablar.

Esas tres palabras bastaron para poner mi mundo de cabeza, mi corazón se detuvo y retomo la marcha de forma abrupta y acelerada. El tiempo que nos llevó caminar el trayecto hacia el interior del bosque, se me hizo eterno. Miles de posibilidades aparecían en mi mente para darle algún tipo de explicación a la actitud que había adoptado Edward conmigo, pero ninguna era lo suficientemente buena como para aceptarla válida.

De pronto se detuvo y con lentitud se giro hacia mí, apreté los labios y trague duro, el nudo en mi garganta dolió de sobremanera y apreté mis manos en puños hasta clavar mis uñas en las palmas de estas, en un intento por mantener mi cordura a raya.

―Tenemos que irnos de Forks.

Enmude, a pesar de lo mal que se oían aquellas palabras, algo me decía que no era solo eso.

―¿Por qué?

Mi voz sonó más bajo de lo que hubiera deseado, pero sabía que para Edward eso no sería problema alguno.

―Carlisle es por lo menos diez años mayor de lo que se ve, ya empezaron a notarlo.

Asentí comprendiendo, era una buena razón para irse, las personas no eran tontas y comenzarían a percatarse del hecho de que Carlisle estaba muy bien conservado para tener la edad que el decía. Suspire algo aliviada.

―Supongo que iré con ustedes.

No obtuve respuesta alguna, el rostro de Edward estaba sumamente serio y evitaba mi mirada a toda costa. Entonces, lo comprendí.