•Descubrimiento•

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Culpa

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Culpa.

Aquel sentimiento logró atormentarme durante los días que le siguieron, a la discusión que había tenido con Edward. No sólo estaba dicho que moriría, sino que ahora los lobos querían asesinarme, ante eso Jacob abandono la manada, y a él le siguieron Leah y Seth. Culpa, era todo lo que sentía, y más ahora, que me encontraba sola en la sala, por lo que mi mente no paraba de torturarme con todas las razones, por las que era una mala persona.

1-Mi bebé no tendrá una madre.

2-Edward me perderá.

3-Jacob, Seth y Leah dejaron la manada.

4-Mi madre nunca sabrá que tendra una nieta, ni lo que en verdad me sucedió. Al igual que Tara.

Lleve una mano a mi frente, haciendo un esfuerzo por no llorar sintiendo como el hielo y la energía, se sacudían reprobando mi actitud. Generando más escarcha en mi piel, y que mis venas se iluminarán, con fuerza, de azul.

Mi reflejo en la ventana, me devolvió una mirada cansada y apagada, me desconocía. Tenía menos cabello que antes, opaco, mi piel había tomado un color grisáceo con algunos sectores congelados, y mis ojos se encontraban hundidos. Una lagrima descendió por mi mejilla hueca, y con un movimiento veloz congele el vidrio del ventanal. Me sentía molesta, derrotada, al final, Edward tenía razón.

El clan de vampiros y Jacob, aparecieron en la sala, todos se posicionaron a mí alrededor y fingieron normalidad. Emmett , Jasper y Alice "observaban" la televisión, mientras que Carlisle, Esme, Rosalie, Edward y Jacob estaban junto a mí, cuidándome. Sonreí al verlos a todos nuevamente, pues me había estado preguntando dónde se habían ido, aunque logre percatarme de las expresiones confundidas de Edward y Carlisle al ver la ventana congelada.

Eleve mi muro mental con algo de dificultad, puesto que no deseaba sentir las invasiones del don de Edward o Jasper, ya estaba lo suficientemente agotada con el constante tira y afloja, que hacían el hielo junto con la energía, contra el fuego.

―¿Tienes frío? ―preguntó Edward, sentado frente a mí.

Negué con la cabeza, aunque me encogí en mi lugar, pero no estaba buscando calor, sino que comenzaba a sentir un gran dolor en mi estómago. Mi cuerpo se sacudió ligeramente, y tuve que inclinarme hacia delante en cuanto sentí la necesidad de vomitar. Edward no tardó en acercarme un cesto de basura, pero por más que Jacob (sentado junto a mí) acariciase mi espalda, nada salió de mi boca, por lo que pronto volví a recostarme, abatida.

―Debemos encontrar la forma de alimentarla un poco―hablo Esme, detrás de Edward.

―Si pudiera ver al feto... ―mencionó Alice.

―Al bebé ―le corrigió Rosalie.

―Tal vez podría saber lo que quiere.

En mi cabeza se formó una idea, que logró hacerme sonreír ante lo sarcástico que podía sonar, y deshice mi muro mental para que Edward pudiese leerla. Sus ojos me observaron asombrados, y asintió de acuerdo.

Luz de Luna (Edward Cullen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora