Un nuevo amigo

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— "A veces las cosas inesperadas resultan ser una alegría en tu vida"

Luego de unas horas, Iruka se despertó, ya que su estomago le estaba exigiendo comida. Se levantó con pereza y se dirigió a la cocina para prepararse algo ligero.

— No puede ser...olvidé hacer las compras. 

Sin más remedio, termino yendo a un puesto de ramen que no estaba muy lejos de su casa, la verdad antes solía ir con frecuencia con sus padres a ese lugar, pero dejo de ir después del incidente.

— ¡¿Como que no tienes dinero?! –reprocho furioso el dueño del puesto.

— Lo-lo siento y-yo tenia hambre –respondió el niño asustado.

El señor se disponía a golpearlo, pero Iruka se interpuso en el medio, agarrando el brazo y dejándolo inmóvil.

— ¿¡Qué te pasa?! –grito zafándose del agarre.

— Eso debería preguntar yo ¡¿Cómo se le ocurre pegarle a un niño?! –exclamo enojado el joven Umino.

— ¡Esa escoria no es un niño! ¡Es un ladrón!

El niño agacho la mirada y sus ojos se comenzaron a poner cristalinos, Iruka lo noto al instante y antes que la situación se saliera de control agarro un par de billetes de su billetera y se los dio al dueño del local.

— Quédese con el cambio –hablo, entregando los billetes.

— ¡Pero...! 

Antes de recibir una respuesta, agarro al niño de la mano y se fue del lugar, no soportaba a la gente así. Ya alejados del local, Iruka se agacho, quedando a la altura del niño y comenzaron a hablar.

— Bueno pequeño, aun no me has dicho tu nombre –dijo, con una sonrisa 

— M-me llamo Naruto –pronuncio algo inseguro.

— ¿Me podrías decir por qué pediste un ramen si no tenias con que pagar?

El niño agacho la mirada y sus ojos se cristalizaron otra vez, de inmediato el mayor noto esto, se paro y lo miro preocupado.

— Es que...desde hace 2 días no he podido conseguir comida...

Escuchar eso, le partió el corazón a Iruka. El niño trato de no emitir ningún sonido, pero se podan escuchar sus chillidos.

— ¿Y tus padres?

 — Yo no tengo....

Con tan solo esas 3 palabras, Iruka comenzó a derramar un par de lagrimas, era como si se estuviera viendo en un espejo, al notarlo se limpio rápidamente los ojos.

— ¡Vamos! ¡Ya no llores! –exclamo con una sonrisa.

El niño lo miro sorprendido, pero lo que le dijo a continuación, fue como una luz de esperanza en que todavía había gente buena en este mundo.

— ¿Qué te parece si vienes conmigo? No vivo en una mansión pero, puedo cuidar de ti, claro ¿Si tu quieres?

En ese momento, Naruto pudo sentir como un brillo de luz había llegado a su vida, a pesar de ser de noche, la sonrisa de Iruka iluminaba el lugar como si fuera un estrella caída del cielo.

— ¡SI! –respondió sin pensarlo el niño.

Fueron a la casa de Iruka y cuando llegaron el niño veía todo con asombro, parecía como si nunca hubiera estado en una casa.

— ¡¿Qué es eso?! –pregunto el niño con un brillo en sus ojos.

— Eso es una tele, ahí veo mis programas favorito.

— ¿Programas?

Iruka solo agarro el control y prendió la tele. Naruto estaba impactado, era la primera ves que veía una tele en su vida.

— ¿Cómo es posible que nunca hallas visto una tele? 

— Es que...cada vez que me acercaba a un puesto, me tiraban baldes de agua o me votaban a palos  –respondió algo avergonzado.

Al escuchar eso, a Iruka le entraron unas ganas de romperles las caras a esos idiotas que habían tratado así a Naruto, no podía creer que había tanta gente arrogante, que trataba así a las personas y en cima a un niño que no tenia la culpa de ser huérfano.

— Bueno creo que ya es hora de dor... –no pudo terminar la frase ya que, el sonido de su estomago lo había interrumpido.

Naruto soltó una pequeña risa e Iruka se sonrojo un poco. Sin decir nada el niño se fue a la cocina y trajo un tarro de azúcar con una cuchara.

— Habré la boca –pronuncio mientras extendía una cucharada de azúcar hacia el mayor. 

— ¿Para que? –interrogó mirando la cucharada de azúcar.

— Esto es para engañar el estomago, a veces yo hacia cuando tenia días sin comer.

Realmente era muy triste escuchar salir esas palabras de un niño, sin dudarlo Iruka abrió la boca y se comió la cucharada de azúcar, su sorpresa fue grande al descubrir que era verdad, ya  no sentía hambre.

— Muchas gracias Naruto, pero no volveré a dejar que pases hambre, ahora me tienes a mí –dijo con una gran sonrisa. El niño se sonrojo al escuchar eso y miro a otro lado, realmente se sentía feliz, nunca antes le habían dicho eso y ahora, todo parecía un sueño.







El chico nuevoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora