Carne retorcida.

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"Sög"

Habíamos llegado ya al tercer anillo, donde la glotonería era castigada, aquellos quienes veía aquí estaban unidos unos a otros, creando estructuras de carne de formas tan horripilantes como asquerosas.

Fue producto de este anillo el que ahora sintiéramos terror en nuestros corazones, mi aprendiz Ansel junto a mí sentimos repugnancia al ver completamente este recinto, el pobre Ansel vomitó aquel pez que comimos en la cueva al ver estos horrores con los que nos topamos debido a lo mórbido y grotesco de las enfermedades que aquí los castigados sufrían.

Había nubarrones enteros de moscas esparcidas en todo el cielo, el zumbar de estos insectos era frenético y molesto.

Los seres que aquí yacían eran asquerosos y retorcidos, eran seres de carne sanguinolenta que vagamente parecían humanos sus caras eran apenas visibles, sus piernas eran alargadas y huesudas al igual que los brazos, sus manos tenían forma de garras largas y membranosas, casi parecidas a la de la mala hierba o las de un árbol moribundo, estos seres eran apenas más grandes que un humano adulto.

De sus cabezas, en donde debería de estar su cara en raras ocasiones yacía algo como orificios y estos hablaban en un idioma arrastrado y lento que eran gritos asquerosos en pocas palabras, en todo este averno había un calor insoportable, en el cielo era de un color verde nauseabundo y en el ambiente predominaba un olor fétido que salía de montañas de cuerpos en pena que cada que suplicaban clemencia liberaban nubes lóbregas con dicho aroma, si el anterior anillo era vagamente aterrador para nosotros este solo era una abominación antinatural.

Cada paso era espantoso, en cada que podíamos veíamos como cada alma en este lugar era alimentada por estos pesadillescos seres descarnados, estas cosas, del espacio donde debía ir la boca les brotaba un tentáculo que cuya prolongación no parecía conocer limite hasta llegar a un punto de la víctima que era alimentada dejaba de moverse durante un largo tiempo, no me quiero imaginar que les daban para comer.

Era difícil ignorar el hecho de que muchas almas aquí estaban cubiertas de heridas y agujeros que sanaban con una velocidad de vértigo, Ansel ya no quería caminar más, en un punto del camino se echó a llorar, pero aquel ángel que nos acompañaba en más de una ocasión lo ayudó a seguir adelante, sus palabras eran relajantes y su calor reconfortante, su luz nos ayudó a concentrarnos en nuestra misión, Isildalf extrañamente se mantenía con la cabeza gacha junto a Azrael, esta vez Isildalf yacía cayado y mostraba un miedo muy autentico ante las atrocidades que aquí ocurrían, en un momento él se acercaría a mí para decirme algo que no me reconfortaría mucho que digamos:

—Si algo te puedo decir viejo orco, es que Baal'zebub en este anillo no perdona a nadie, su insana unión política con Asmodeo aquel rey del segundo circulo ha traído aquí a muchos pecadores que cuyas almas están conectadas a ambos círculos, incluso y si me lo perdonas, aquí es donde los caníbales y aquellos con fantasías y fetiches de devoramientos suelen parar, si hay un señor al que nunca le di pleitesía en mis días oscuros fue a este ser, solos los más enfermos y enloquecidos de mi orden lo obedecían, que te quede en claro lo que puedes en este abismo cruel. —Con esa misma seriedad se mantuvo en todo el viaje en el tercer anillo.

Nunca me paré a pensar en lo horrible de los castigos que podría recibir el hombre, mi raza no cree en esto, pero yo, yo estoy sufriendo al ver esta locura y cada instante es un terror blasfemo que solo devora mi juicio, por siglos mi gente vivió un hambre brutal, muchas veces iniciamos guerras por la hambruna y ahora veo esto, Ansel de mala gana puede y quiere seguir con esto, en ciertos momentos lo he escuchado convencerse de que esta idea fue suya y que debe seguir adelante.

La historia del orco comercianteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora