"En la arena las bestias están preparadas, prepárate para el festival de sangre, solo los más sanguinarios y los condenados por los dioses seguirán viviendo, cuando baje el pulgar no habrá remordimiento alguno."
Emperador Thadeus Caligor. (13 D.A. - 42 D.A.)
"Sög"
Mira a los cultistas retorcerse, golpe tras golpe de mi martillo, sangre en mi ropa, el martillo es el único instrumento para esta brutal canción de muerte, solo golpeaba y no hacía miramientos, Ansel y el orejas picudas tardaron en llegar en este glorioso festival mortífero.
Solo me entretenía con estas bestias casi humanas, golpeaba sus piernas para verlos arrastrarse, golpeaba sus pechos para oír sus costillas crujir, y al más grande hice sufrir aplastando con mi martillo sus piernas para hacerlo caer, luego sus brazos los rompí a pisotones, y por último hundí mis dedos en las cuencas de sus ojos hasta poder arrancar su cabeza la cual alcé en señal de victoria.
Ansel se limitaba a combatir junto al elfo, ellos dos aun viéndose como unos pequeños blandengues para mi gusto se ve que saben usar una espada con decencia, sobre todo Ansel que aprendió gracias a mi hija a siquiera usar un arma, ya habíamos despejado la mitad del barco de estas escorias y aún mi sed de sangre no saciaba embestí a un grupo de estos subseres, algunos que aún no terminaban de morir les aplastaba las cabezas, eran tan débiles y delgados que no merecían morir por el martillo de mi tío.
De los camarotes del capitán salió un tipo con armadura laminada y cubierta de cuernos y cadenas, su hacha era igual de grande que mi martillo, Ansel y el elfo se quedaron atrás de este barco Ansel fue a tomar el timón e Isildalf tomó algunas armas de los fusiles del barco para dispararle a los del otro barco, la armadura de este tipo era verde y olía horrible, estaba oxidada y la visera de su yelmo estaba tan corroída que se podía ver un ojo pútrido que sacaba un pus sanguinolento.
—Tú serás el primer orco en entrar a mi colección de trofeos. —Dijo este abominable y asqueroso ser con una voz ronca.
—Por cómo te vez no creí que fueras capaz de hablar, eso debe de ser un milagro. —Dije burlesco al disque guerrero que estaba en frente mío.
—Yo no creo en milagros, bestia verde, y tu muerte demostrará que tales leyendas no existen. —Fui el primero en golpear, una lección orco que siempre se debe de seguir.
Aquel que pega primero en combate debe de hacerlo con precaución o con fuerza y velocidad extrema, yo usé la última, y resultó en que herí el brazo izquierdo del monstruo este.
Su herida no le preocupó en lo más mínimo y con una fuerza salvaje golpeo el suelo con su hacha provocando que me cayera, creyendo que él lograría asestar su segundo golpe rodé antes de que su hacha me pudiera hacer daño.
Aún con mis viejos músculos adoloridos y heridos me las arreglé para levantarme, y seguir luchando, meciendo él su hacha con dirección mía salté hacía un lado.
De nuevo hice un esfuerzo por levantarme, mi sed de sangre no hacía más que elevarse, sentía el calor de la guerra de nuevo, sentía el orgullo de la casería en mis venas, quería reclamar otra cabeza como premio, algo me lo exigía y no iba a ignorar esas ansias de sangre, este anillo iba a conocer la verdadera ira, estos pecadores y estos cultistas temerán por siempre mi nombre incluso si me cuesta la vida.
Mientras el tipo se preparaba para un tercer hachazo yo golpeé su pecho con mi martillo haciendo una abolladura en la armadura y haciéndolo toser sangre.
El capitán estaba reincorporándose apenas, eso me sirvió como ventaja para golpear su cabeza con mi martillo, el golpe fue tan fuerte que lo lancé hacía atrás, agarré su hacha y le corté el brazo izquierdo y con un gruñido leve supe que el golpe fue bien dado.
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La historia del orco comerciante
FantasyEstas son las oscuras odiseas de un orco y su compañero nigromante, cuya labor como comerciantes se ve truncada por la imprudencia de un elfo cultista. Atrapados en esta alianza forzada, deben enfrentarse a seres terribles, desatados de un milenario...