Isildalf entre el juicio y el destino.

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"Isildalf"

Aquel monstruo con malicia y crueldad pudo incapacitar al orco y al chico, a lo lejos la guerra se intensificaba, las trompetas aún no sonaban, debíamos darnos prisa, pero todo el peso recayó en mí, al joven Ansel lo drenaron de su magia lentamente y con ella lo empezaron a quemar vivo dejándolo completamente inmóvil por el dolor.

Sög tratando de defender a su pupilo sufrió del castigo interno más terrible que uno pudiese imaginar, todos sus huesos empezaron a ser aplastados por la magia del maligno ser que entre las sombras reía. La carne de Sög quedaba astillada y poco a poco sus huesos terminaban atravesando su piel, su sangre se esparcía por el suelo, solo quedábamos Azrael y yo, él me dijo que si deseaba ser perdonado entonces yo debía enfrentarme a mis demonios, y me temo que no fue en metáfora esa oración.

Portaba mi lampara con valentía, en este laberinto tan oscuro y cruel era lo único que con mi espada me hacía sentir tranquilo y seguro, podía oír a Ansel y Sög suplicando por piedad y retorciéndose de dolor, alcé mi lampara para alambrar mi camino y guiar mejor mis pasos, hasta que aquella retorcida se hiso presente de entre la oscuridad un cuerpo humano se materializó y era el de un hombre, pero a medida que avanzaba ese ser más y más detalles se agregaban.

Sus piernas eran una asquerosa mezcla de patas de un cuervo y características humanas sus brazos fuertes y robustos estaban llenos de ojos rojizos su cara era el de una mula rabiosa y ensangrentada, su olor era el del azufre mismo y se acercaba con la misma gracia aterradora de un asesino acechando a su víctima.

—El dolor pasajero es el que menos placer genera al que con el caído codo a codo peleó, la sangre derramada con piedad es la que menos regocijo trae, Miguel y Uriel se encargaron de alimentar mi ira el día que me vencieron en aquel reino prometido, con gusto abracé mi destino, y con gusto disfrutaré de ver el comienzo de un renacer glorioso que aquel que mora en el reino de los olvidados nos traerá.

No respondí ante tales palabras, sus pasos sonaban tan marcados y lentos, se vía decidido en querer verme morir, desenfundé mi espada con esperanza y fe en lograr vencer, con miedo podré estar ahora, pero algo era claro, si quiero mi libertad, si deseo ser olvidado por el resto de mis días, entonces solo había una opción, ganarme ese honor, no importa el dolor, no importando contra que o quien, lo que importaba era sobreponerme y vencer hasta ganar mi absolución.

Con furor abracé la idea de retar a esta bestia, un duelo difícil tal vez, pero digno de pelear pues para salvar a esos dos y el destino del mundo, mientras aquel demonio tiránico me embestía yo esperaba ansioso el poder hundir el filo de mi espada en sus ojos, abrí el desfogadero por si acaso, dejando salir el aroma de aquel pez, y aumentando la llama el pasillo se minó de aquel aroma de tan horrido animal.

Dicho plan resultó en afectar un poco la percepción de mi rival, algo que no me esperaba. Tomando que su magia era ahora lanzada de manera al azar me apresuré en correr detrás de uno de los pilares de este lugar tan caótico y cambiante, de un cadáver de los muchos que plagaban esta sala agarré de él un escudo de su brazo ya consumido, esperé lo mejor, mi plan era muy apresurado y apenas tiempo y opciones tenía contra un demonio como Meleck, lo poco que recuerdo de él en cuanto a mi tiempo de cultista era que él era poderoso pero egocéntrico, un ambicioso y un hipócrita, con eso en mente me dirigí de nuevo a la acción.

Con algo de pedantería me burlé de este impío ser, y dije así con tono gallardo:

—¡Hey, burra apestosa! ¡Si tan fuerte eres porque atacas con magia, aquel que se dice ser fuerte como para ir en contra de los designios de Dios atacaría con honor y con golpes no como un cobarde! —Riéndose de mí y mostrando sus dientes pútridos se acercó muy altanero.

—¿Te burlas de mí? ¿Es que acaso te burlas del demonio más fuerte del sexto circulo? Oh Isildalf, si morir violentamente es lo que deseas entonces considera que tendrás el honor de sentir mis manos en tu cuello para arrancarte tu maldita cabeza y desgarrarte.

Empezó a golpear sin detenerse y yo con mi escudo bloqueaba los ataques aunque no muy efectivamente, este escudo no estaba bendito y con unos cuantos golpes ya estaba casi comprometida la defensa, blandiendo mi espada pude cortar su brazo en derecho dos, ahora solo quedaba el brazo izquierdo, moviéndose más lento tomé la ventaja de asestar algunas estocadas, pero me dio golpe que terminó por derribarme una vez impactó lo que quedaba de metal en el escudo, como resultado también rompió mi brazo derecho con el que sostenía la defensa. La lampara aún alumbraba, pero cada vez más la oscuridad devoraba la luz, estaba herido mi miedo creció pues Meleck no paraba de acercarse, yo no podía levantarme, solo me arrastraba para alejarme e incluso eso no servía de nada para evitar un oscuro destino en este pesadillesco lugar.

Entonces él ahorcándome me levantó, hacía todo para liberarme de esa mano asesina, intenté escapar hundiendo mi espada en su brazo, logré liberarme, pero no por mucho tiempo, esa herida no era nada para lo que él me había hecho. Me golpeó aún más y sentí el crujir de varios huesos, solo seguía peleando por el deseo de vencer mi pasado, incluso eso era titánico para un elfo tan débil y desgraciado como yo.

—¡Míralos morir Isildalf! ¿Dónde está el ángel que los guía? El único infierno es la vida, ustedes los mortales son los verdaderos demonios que deben de pagar. Ningún ser humano vale nada para estos ángeles, nosotros dominaremos, nosotros nos sobrepondremos a la adversidad, siempre los haremos, sea una cruzada, una inquisición o una penitencia somos nosotros quienes arrastramos a todo mortal al vicio y ese es el destino de ustedes, patéticas criaturas débiles, imperfectos, impuros y malditos desde el inicio.

Aquella bestia seguía golpeándome, mis costillas ya estaban rotas enteramente, por el dolor en mis huesos apenas podía mantenerme en pie, e incluso así seguía peleando en una extenuante batalla que ya me había consumido desde hace rato.

Cuando ese ser estuvo a punto de matarme con otro golpe más, Ansel que a duras penas y podía moverse por su dolor infinito apuñaló por la espalda a aquel demonio, dándome tiempo de darle una estocada en corazón a Meleck, hundí mi espada profundamente con ambos brazos, incluso con el dolor al máximo le saqué el corazón metiendo mi mano en aquella herida, rápidamente lo aplasté con mi bota, Ansel consumido simplemente cayó al suelo antes de gritar afónicamente, por fin habíamos eliminado a este engendro.

—Podrás haberme matado, pero... —Tras esto Meleck se volvió polvo y por fin el laberinto recobró la luz, aunque esta sea dada por un lugar impuro con un sol negro de luz roja como la sangre.

No pude sostenerme por mucho tiempo, solo vi a Azrael acercarse a nosotros, pero poco más, quería dormir, pero me temo que la muerte aguardaba para mí ahora, incluso con esto vivido, dicho lujo se me fue negado, oí a lo lejos una voz:

—Ninguno de ustedes está listo aún para morir, la luz se te será otorgada pero una vez tu misión se cumpla. —Era la voz de Azrael, quien me despertó, mi cuerpo aún me dolía, solamente supe que me había curado cuando él me lo dijo, en este momento los tres estábamos juntos, siendo atendidos.

La historia del orco comercianteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora