Fuego de Dite.

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"Isildalf"

Tomé un rato para despedirme de nuestro barquero que nos ayudó a cruzar al sexto circulo.

—Gracias Flegias, supongo que es hora, ¿No? Como sea, mira siento que mis compañeros sean un poco...

—No pasa nada con ellos fue una aventura interesante, no había visto a un buen combatiente desde hacía milenios, ese orco y ese chico son grandes compañeros, cuídalos bien, se ve que tienen esa extraña chispa que hace que la vida sea vista como una comedia, al menos eso me imagino. —Dijo Flegias con alegría, antes de zarpar al horizonte.

—Tal vez, aún me siento con dudas con lo que debo de hacer, hay algo en ellos que me agrada, incluso ese orco, aunque me diga apodos estúpidos, ese orco me agrada de algún modo. Pero mi lealtad fue para estos seres infernales, también lo fue para aquellos como Hades o Kali, me siento muy confundido Flegias.

—Ay, elfo estúpido, si no estuviera tan alegre en este momento te estaría dando una increíble golpiza para que dejes de pensar en idioteces, en ellos está la respuesta, ¿Oíste Isladalf?

—Mi nombre es Isildalf. —Contesté seriamente corrigiéndolo al confundir de la forma más tonta mi nombre.

—Como sea, es parecido, ahora para dejar de hacer tiempo, recuerda, si quieres seguir cargando con tu dolor el resto de tu vida ya sabes a quienes obedecer, pero si por otro lado deseas ver una nueva vida y encontrar una nueva razón para vivir, es entonces con ellos dos con quien debes de estar, te lo dice este pecador, no ganarás nada al servir a dioses y seres caídos y de conseguir algo será únicamente será dolor eterno y cadenas que te arderán eternamente, queda de ti si hacerme caso o morir como el esclavo que fuiste y eres. —Su respuesta me tocó. ¿Cómo sabía eso? Nunca hablé con él de mis penas.

—¿Cómo sabes que fui un esclavo?

—Vamos sabes con quien he estado hablando, mientras tú y el niño paseaban por aquel extraño palacio de cristal yo hablaba con el orco, y me contó de ti, él se puso algo sentimental, a veces hablaba un poco cortado, pero creo que es por su edad, si eso mismo me pasa a veces. —Dijo Flegias riéndose un poco, no supe que responder, así que decidí darle de nuevo las gracias al barquero, y me fui con Sög y Ansel.

A lo lejos Flegias se despidió de nosotros.

—¡Adiós mortales! ¡Reclamad más cabezas, pues en este hoyo nos hace falta más acción y unos guerreros como ustedes son un regalo divino! —Todos nos despedimos de él, Sög sería el que más le deseó más buena suerte en su partida mientras que Ansel se despedía animosamente con cortado, buenos deseos hacia el barquero.

—¡Cuídate Flegias! ¡Que tus penas sean menores a tus cantidades de trabajo! —No supe que más decir, pero creo que se lo tomó a bien, creo que dijo algo de mí.

 —Es... Elfo...Id...Chin...Ma... —Si creo que algo me quiso decir espero le vaya bien

Bien estuvimos en la costa un rato y a unos pasos la puerta de Dite se encontraba tan grande y titilante como solo el maestro Dante la pudo describir en aquellas épocas perdidas.

Azrael me conversó por unos minutos de aquella puerta y de aquellos dos aventureros que vinieron, y como los siguientes también continuaron con la búsqueda de la luz y la sanación en su interior, y todo por una persona importante en la vida de cada.

El primero el antiguo cruzado que arrasó a todo ser aquí habido solo para salvar el alama de su amada y la de él mismo, y luego me contó de la travesía de un poeta cuyo dolor y confusión lo hicieron seguir las palabras de su muy bella amada y alabada musa, algo que pude tomar de toda la conversación es que debería de enamorarme de nuevo supongo, solo así podría salvarme, eso o de que me convierta en poeta, la verdad es que creo que me vendría bien hablar del amor en un libro, eso o hablar de las delicias que he probado, ambos son temas muy tentadores.

La historia del orco comercianteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora