"Padre Fabiano"
Era la tarde, el sol ya se metía, y las hojas de los árboles caían suavemente, el patio se volvió el lugar donde el espectáculo inició, el duelo se celebró únicamente entre el líder orco y yo.
—Al final las hojas caen celebrando la llegada de otoño, uno de nosotros será cegado por la espada del vencedor, si gano mis chicos matarán a tus hombres y nos llevaremos sus cráneos, si perdemos nos iremos y podrán cazar libremente en esta zona, tienes mi palabra, humanejo. —Dijo el orco poniéndose su sombrero de paja junto con una máscara con forma de un zorro o lobo, creo.
Mi pelotón estaba dándome ánimos, era bonito saber que me apoyaban, aunque por fuera me veía decidido y con una cara que mostraba coraje y valentía, dentro, muy dentro estaba gritando de terror temiendo y suplicando por mi vida.
Desconozco que estaba haciendo Rosa y donde estaba, y créeme en mi lugar estarías suplicando por un consejo de ella, ya que ella es bastante sabia según dicen algunas personas de la zona.
Casi a punto de empezar el combate oí la voz de Mastema y con su suave voz me dijo:
—Oye, si no quieres morir necesitaras mi ayuda, tal vez y así por fin aprendas a usar una espada, solo cierra los ojos y respira hondo, verás mi ayuda.
—¿Es necesario el cerrar los ojos? —Pregunté en voz baja.
—¡Tu solo has lo que te digo y silencio! —Contestó el Mastema con tantito enojo.
Pues sí, los cerré y respiré profundo, así como me pidió Mastema, salvo por mi bayoneta que poseía mi fusil, casi no noté nada, al menos no ahora.
Desenvainando su espada derecha el orco embistió, de repente en mí vino la idea de correr contra él, con determinación y a unos pasos de llegar a él sentí un subidón de adrenalina, y con furia y con velocidad di el primer golpe clavándole mi bayoneta en su pecho.
—¡Oh no, el humanito me golpeó, oh no, me muero, me muero de la risa! —Contestó el orco que haciendo a un lado parte de su túnica japonesa, mostró su armadura de metal acolchada.
—Al parecer hoy no es tú día de suerte. —Me dijo el orco.
Con un corte limpio me hizo una leve herida en el brazo, con furia y con movimientos que parecían el atacar de una serpiente me hacía retroceder para que en algún momento bajase la guardia.
Golpe tras golpe, no podía apartar mi mirada de los movimientos de mi adversario y solo bloqueaba, aprovechando su distracción en lo que tomaba unos segundos para concentrarse le disparé en el brazo derecho, algo que en vez de molestarlo le hizo soltar carcajadas, ahora con su brazo izquierdo desenvainó la espada derecha.
Cual movimientos lentos pero pesados atacó y los tajos que el repartía eran fuertes y con un impulso digno de un águila de rapiña lista para devorar a la liebre indefensa, estando tan cerca de mí pude darle una patada en el empeine lo cual aproveché para herirle la pierna de una puñalada.
Intentando darle una segunda puñalada, el orco agarró mi fusil y con fuerza lo lanzó lejos, con ira me agarró de mi cabeza y me tiró como si de un costal de papas se tratar, ambos muy adoloridos y con heridas en diversas partes de nuestros cuerpos ambos solo permanecíamos de pie por el hecho de querer mantener nuestro honor intacto.
Aquel orco tras quitarse el saco se despojó de su peto, y me arrojó una espada que tenía, el mango era verde y purpura, a duras penas se mantenía de pie:
—Urameshiya, ya saben chicos, no me hagan perder el tiempo. —Dijo el orco con una sonrisa muy leve en su rostro.
De pronto los subordinados del orco tocando sus guitarras típicas de Nihon empezaron a cantar a todo pulmón y con felicidad en vez de ira o determinación, demonios, estos orcos son raros, pero he de admitir que amé la canción.
Mis hombres me lanzaban palabras de ánimo cuando me levanté escupí un poco de sangre antes de volver a la pelea, agarré la espada y dije con coraje:
—En nombre del Señor, desterraré a escorias como tú, morirán y arderán eternamente por sus pecados. —Dije desenvainando la espada, escupiendo un poco de sangre.
—Shinseina shōnen ga shinu... (Muere niño santurrón) —Respondió el orco tras beber de su cantimplora.
Ambos adoloridos nos enfrentamos con honor y con velocidad, deseando ver al otro perder, hoy no iba a morir... No mientras mi San Ignaciano siguiera de pie, por ello ni la muerte podrá llevarme hasta que mi deber sea completado.
—Apresúrate Guzz, no deseo hacer todo el trabajo de matarte, no sería muy honorable de mi parte. —Comenté con picardía en mi voz y enorme sonrisa.
—De acuerdo humanejo, parece que no eres tan patético como pensé. —Poniéndose en posición de defensa y pese a su pierna herida, aquel orco corrió hacía a mí, yo solo cerré mis ojos y me puse a rezar.
Resé, no para ganar, resé para poder tomar la decisión correcta, pues esto decidiría el destino de San Ignaciano, el sol se ocultaba tan lentamente y su luz dejaba paso a la oscuridad que acariciaba al manto de la malignidad de nuestros corazones, algo que no podía permitirme de querer salvar a la gente de esta ciudad, por ello con fe me mantuve quieto, esperando el momento preciso.
Fue solo un corte.
De un tajo derribé al orco, la poca luz del sol alumbró el filo de mi espada en el momento preciso, un corte en su pecho logré realizar y limpiando la espada con un pañuelo la devolví a su carcasa.
Aquel orco aún con vida me suplicaba que lo matara, a lo cual me negué, estaba aquí para matar demonios no para tomar la vida de un orco excéntrico.
—Te doy mi palabra orco, el día que nos volvamos a ver te daré tu merecido final, pues esta noche habré de tomar las vidas de aquellos seres del mal que tanto atormentan este mundo, te vale más el aceptar mi piedad pues sabes que la recompensa será mayor el día en que tú tomes mi cabeza siendo yo más fuerte.
—Así sea santurrón, yo y mi linaje te habremos de marcar, hasta entonces que la diosa Izanami te de suerte, no quiero que ningún diablillo de baja calaña te vuelva su cena.
Antes de irme le quise devolver su espada, lo cual él negó, con tozudez digna de un orco como solo él mismo, me dijo que me la quedara, pues él solo la volvería a tener de ganarme en un duelo, una forma de recuperar su honor perdido.
Comprensible fue su acto, aunque muy radical su forma de pensar en cuanto al honor, es desde mi punto de vista con que sostengo que mi adversario, más allá de ser un orco, más allá de actuar con una excentricidad muy discordante tanto para nosotros como para los de su gente él se comportó no solo logró comportarse con el ideal de lo que debería de ser un guerrero sin que también logró que me diera cuenta de que no es únicamente la fuerza lo que vence si no la astucia la fortaleza, algo que para ti mi feligrés puede que sepas, pero yo como eclesiástico no, por ello le agradezco al orco por enseñarme todo lo que sé hasta el momento.
Eso y que esa canción me encantó mucho espero tener la oportunidad de escucharla de nuevo cuando me enfrente nuevamente a él, si es que sigo vivo para ese entonces.
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La historia del orco comerciante
FantasyEstas son las oscuras odiseas de un orco y su compañero nigromante, cuya labor como comerciantes se ve truncada por la imprudencia de un elfo cultista. Atrapados en esta alianza forzada, deben enfrentarse a seres terribles, desatados de un milenario...