En la iglesia y los problemas por llegar.

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Era de noche y nuestros dos protagonistas y el inútil elfo estaban encerrados en celdas separadas, Ansel tenía puesto en sus brazos grilletes imbuidos de diversas bendiciones para evitar que el prisionero escapara por medio de métodos mágicos, aparte de que tenía papiros llenos de rezos que anulaban ciertos poderes que él poseía, por ello él estaba a la par de poder que una persona promedio, y tomando en cuenta su joven edad él en una pelea podría fácilmente quedar noqueado o muerto pues sus poderes eran su principal habilidad para escapar y/o atacar en caso de estar en situaciones adversas o solo para divertirse un rato torturando ladrones por medio de darle una muerte horrenda al pillo a manos de los sirvientes de Un Ahaal el dios del Mitnal para los lugareños de las tribus autóctonas del sur de "la isla" o como ellos creían que era el lugar donde habitaban, a Ansel le entretenía ver como los sirvientes Un Ahaal reptaban el cuerpo de los ladrones que osaban llevarse unas "muestras gratis" de forma descarada delante Sög.

Y hablando de Sög, él estaba demasiado preocupado de que algún guardia intentase agarrar el dinero que había ganado en este viaje de meses enteros, en total pasó 5 meses fuera con Ansel, al principio de este viaje cual se suponía que duraría a lo mucho unos 3 meses, ahora hablando de su estancia en la mazmorra se sabe que se la pasó maldiciendo a Isildalf con unos improperios que dejarían a cualquier bucanero como un simple sacerdote tímido y recatado.

¿Y qué pasó con el elfo apestoso al final?, pues igual que nuestros dos protagonistas está encerrado y solo podía reírse internamente de lo que decía el orco, aunque en varias ocasiones se ponía a llorar suplicando a los guardias que le quitaran sus harapos y le dieran su armadura, cosa que terminó por hartar, y los molestó tanto que entraron a su celda solamente para noquearlo, o casi, momento que hizo reír Sög y tranquilizó a Ansel. Nuestros tres compañeros solamente podían esperar a que los miembros de la iglesia de Arendel decidieran que hacer con ellos y claro está que se tardaban por cosas sin importancia alguna.

—¡Maldita sea!, ¡¿Por qué demonios se tardan tanto, es que no ven que los hijos del infierno se están desatando de sus cadenas?!, ¡si no hacen algo miles de familias morirán!

—Ohh, el grandote se nos ha puesto moralista, supongo que tus clientes no les pasará nada o tal vez sí, ¡Ja!

—Apenas me suelten te arrancaré los ojos, maldito elfo desgraciado, tú y tus asquerosos seguidores nos han condenado y han puesto en riesgo a todos...

—Calma Sög tal vez nos dejen libres, ya verás que encontrarán pruebas de que somos inocentes. —Apenas terminó de hablar Ansel vio que Sög volvió a empezar a maldecir a Isildalf y parecía que no iba a parar hasta que llegara la noche siguiente.

El cielo aún era oscuro, pero había más calor cada que entraba más la noche, Isildalf aprovechando que un guardia se sentía algo aturdido por el fiero golpe de calor el elfo intentaba agarrar la llave de la celda, y al parecer lo logró, aunque su lapso de felicidad se desvaneció apenas el guardia escuchó sus sonidos de felicidad y celebración, y terminó con varios moretones tras varias patadas propiciadas por el guardia carcelero, para Sög cualquiera que golpeara Isildalf ya se ganaba el aprecio del orco y con ello un descuento en cualquier producto de su carruaje.

De repente un hombre de túnica igual a la que tenía Ansel solo que con la estola perfectamente puesta y no usada como un cinturón llegó para darle las noticias a los prisioneros, aquel hombre era el padre de la catedral de Selena inmaculada y principal jefe de los señores del perdón.

—Pronto los señores del perdón acudirán para interrogarlos, soltad sus plegarias herejes, y más vale que Arendel los escuche bien. —Comentó el padre con una calma imperturbable, y así como vino se fue y dejando a la espera otra vez a los prisioneros.

La historia del orco comercianteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora