La sacrílega herrumbre.

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"Ansel"

Ya no aguantábamos el cansancio ni el dolor, era necesario seguir adelante a cualquiera que fuera el costo a pagar, mi mentor era el más preocupado de nosotros tres, Azrael nos guiaba estando en el frente, bajamos por unos escalones que nos llevaban al cuarto circulo, aquellas tierras yermas del tercer circulo terminaban en un hundimiento bastante pronunciado y largo, por ello la necesidad de aquellos escalones de piedra finamente cortada.

Cada vez más un olor a metal se hacía presente en el aire, el olor era idéntico al del oro, lo sé por mi experiencia estando en una mina, a lo lejos eran visibles unas calderas al rojo vivo cuyo olor era muy fuerte, los ríos de oro arrastraban a los pecadores los cuales eran arrojados desde riscos, las ollas rebosantes de oro fundido alimentaban a los ríos, el oro permanecía por el calor de las ollas, estas siempre estaban cerca de las orillas de los ríos y por medio de complicados mecanismos de tuberías, los gritos de dolor de los pecadores eran más sonoros aquí que los del anterior anillo.

Paso tras paso y el sonido de los gritos ahora solo me eran una molestia a comparación del sufrimiento que tuve anteriormente, fue mi mentor que más que mostrar temor sentía y cierto grado de paranoia en ocasiones, pero no más afortunadamente.

En cierto grado de los escalones escuchamos a un diablillo lobuno que con su profundamente chillona y molesta nos empezó a gritar unas palabras en antiguo romano, lo cual asustó a mi mentor por lo sorpresivo del momento.

—¡Pappe, pappe Sa...! —Rápidamente y antes de que pudiera seguir con su grito mi mentor lo empezó a ahorcar hundiendo sus dedos en la garganta para provocarle más dolor.

—¡Nadie me asusta y vive para contarlo! —Arrojando al demonio al suelo mi mentor rompió la espalda a dicho ser e imposibilitándole toda forma de escapar posó sus manos en su cara para estrellarla contra el suelo repetidas veces hasta que se hartó y al final la cabeza de aquel monstruo quedó reducida a carne desfigurada y rota.

—¡Sög, acabas de matar a Plutón! Comentó Azrael con temeridad en su voz. 

—Así hubiera sido Saturno o la misma luna lo hubiera matado de igual manera, pues nadie me asusta de esa forma y no estoy dispuesto mostrarle a mi enemigo mi temor o debilidad. —Contestó mi mentor bastante agresivo.

—Sigamos adelante este cadáver no hablará más, no sé que estamos esperando de todos modos. —Comenté antes de que ocurriera un problema entre mi mentor e Isildalf.

Tras bajar los últimos escalones llegamos por fin a ver la tierra de este circulo, y no era tan asquerosa como la del anterior anillo, este suelo era duro, como de piedra caliza de los estados del sur de Aldrem, entre el suelo poroso y polvoriento encontramos unos arboles casi retorcidos en posiciones angulares rectas desde posiciones diagonales  hasta las más extrañas siendo totalmente rectas en ángulos demasiado extraños mayores a los doscientos once grados según lo que vi, terminando de explicarlos, todos estos arboles tienen puntas muy afiladas  y todos ellos  estando sumamente pegados uno del otro.

Cerca del inicio de una ruta en el bosque que parecía ser la única había un teatro pero no uno grande, era uno pequeño como de títeres que encuentras en las ferias, pero este se veía muy cuidado y finamente confeccionado con telas caras como la seda y adornos dorados como las mascaras de tragedia y comedia eran lo que más resaltaban entre todo lo demás.

 Nos acercamos a ver más detalladamente ese pequeño teatro, estando unos pasos cerca un una mano muy fina saca un cartel que citaba lo siguiente:

"Favor de alojar su moneda y dejar empezar el espectáculo, conozca a nuestros más impresionantes personajes, espectáculo para todas las edades.".

La historia del orco comercianteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora