8. La noche del escape.

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Capítulo 8.

" No nos deben descubrir "

Jesse.

Nevada, Las Vegas. 

Había llegado el día.

Hoy era nuestra primera y única oportunidad de terminar con todo esto.

Ya no lo soportábamos.

Esto no era la vida que queríamos.

No habíamos podido escapar anteriormente, porque ya no le veíamos la razón por intentarlo. No había salvación, no había manera de huir de este infierno, y ellos no tenían compasión.

No quiero sentir.

No quiero pensar.

Ya no quería lidiar con esos pensamientos y preguntas repetitivas de mi cabeza: ¿Por qué yo? ¿Por qué tengo que estar aquí? ¿Quiénes son todos ellos? ¿Por qué nos tratan tan mal? ¿Cuándo acabará esta tortura? ¿Y quién soy yo?

Es mucho más fácil no sentir nada en lo absoluto, que vivir estancado la mayoría del tiempo. Me había cansado de pensar y de planear escapes, me había cansado de ser positivo, hasta incluso traté de encontrarle algo bueno a esto e intenté adaptarme a esta vida, pero era imposible.

Era un infierno.

Todo el día era el mismo bucle interminable: Despertar, desayunar, horas en las salas de chequeos, horas en las salas de pruebas y dormir. Y así constantemente. Cada. Maldito. Día.

Había intentado recordar, con la esperanza de llegar a algo, con la esperanza de ver, recordar personas, colores en específico, pero mi mente siempre se encontraba en blanco.

Eran torturas tediosas, cada noche y día. Me desgastaban por completo, poniéndome aprueba con mis sobrenaturalidades. Era como si pensaran que, siendo un chico con un grandioso don, yo no era capaz de sentir dolor, ni mucho menos sentirse agotado. Pero estaba muy equivocados. Al finalizar una prueba, me sentía devastado, ansioso y muy mal.

Jess era una persona realmente fuerte. Aunque no era muy hablador, ni extrovertido. Era más bien un chico simple, serio y roto por dentro, que te intimidaba con la mirada. Era muy gruñón y callado, sin omitir que, parecía que odiaba a toda la humanidad, pero logré ver un poco de lo que nadie podía ver. Había conocido al verdadero Jess.

Un Jess más abierto, un Jess que tenía sus maneras de sentirme mejor, aunque no fuera nada cariñoso, pero sabía que decir en los momentos adecuados. Intentaba charlar conmigo cada vez que veía que me sentía agotado, intentaba elevar mis ánimos, y una que otra vez me sacaba temas de conversación para ayudar a tranquilizar mis nervios. Aunque nuestras conversaciones solo duraban muy poco, algo era algo. Y sin duda me ayudaba.

Y no les voy a mentir, lo envidiaba.

Él era muy fuerte, no parecía que le afectara ni un poco las sustancias que le inyectaban, ni las pruebas que nos hacían, aunque sabía que le dolía demasiado, sin embargo, siempre se mostraba inescrutable. También era muy grosero y poco apático con las personas de aquel sitio, pero eso era entendible. Les respondía de mala gana, se resignaba, y parecía que sabia algo. Tenia ese aire misterioso todo el tiempo.

Yo ni siquiera podía protestar o defenderme con palabras, tenía miedo a que me torturaran más.

Tenía miedo de que me lastimaran y me odiaba por eso. Odiaba sentir miedo porque eso me convertía en un chico débil. Quería defenderme, hacer algo al respecto, pero no podía. Me quedaba estancado.

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