21. Dolor.

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Capítulo 21.

Él

No me gustaba verlo sufrir.

No me gustaba verlo tan callado ni mucho menos alejado. Pero sabía que necesitaba tiempo.

Ya había pasado una semana desde que los chicos habían llegado. Y en una semana partiríamos a nuestro nuevo hogar. 

Jess se mantuvo callado toda esta semana sin decir ni una mínima palabra. Contestaba con gestos de negación y una que otra vez armaba escenas de celos apartándome de Dee.

Estuve todo estos días con él. Ya que yo era la única persona que dejaba que se le acercara. Pero no daba señales de escucharme, ni mucho menos me miraba, era como si estuviera perdido en sus propios pensamientos. No quería salir de mi habitación, el sol le molestaba, no comía lo suficiente y el simple hecho de intentarlo lo agotaba. 

Una que otra vez tuve que ayudarlo a comer como un bebé, ya que a él se le resbalaban los cubiertos de las manos por las pocas fuerzas. Se sentía avergonzado con si mismo, eso podía verlo en sus ojos. A la hora de comer todos juntos, se sentaba en el sillón alejado de todos ya que no quería que lo viéramos débil. 

Jesse intentaba charlar con él de vez en cuando, pero Jess no le respondía, se quedaba callado mirando hacia el vacío.

Él me aseguraba de que se sentía bien, pero no era cierto. Quería evitar mi preocupación y una que otra vez intentaba darme una sonrisa, pero hasta en eso batallaba.

Pero lo peor sucedía en las noches. Sus gritos nos despertaban a todos. Era preso de pesadillas tan horribles que incluso yo ya no podía volver a dormir, volvía cada media hora a la habitación para asegurarme de que se encontrara bien. Sentía el deber de quedarme a su lado mientras lo rodeaba con mis brazos buscando acallar su llanto que no tardaba convertirse en sollozos, hasta que desaparecían gradualmente.

Eran las tres de la mañana cuando descansaba en mi habitación. Estiré los brazos con pereza y me acomode mejor para seguir durmiendo, no obstante, al girarme me encontré a Jess con los ojos abiertos y las manos detrás de la nuca mirando hacia el vacío. Me había quedado a dormir con él, pese a sus tormentosas pesadillas. Así era mucho más rápido y fácil poder tranquilizarlo. 

—¿No puedes dormir? —inquirí, colocando las dos manos debajo mi mejilla para observar su perfil.

Él negó con la cabeza sin apartar la mirada del techo.

Suspiré de frustración. Realmente quería tratar de hacer algo por él, pero no sabía cómo llevarlo a cabo para que durmiera bien y descansara como antes. 

—Te extrañe mucho —murmuré. Él se giró hacia mí en completo silencio, enfocando sus ojos en los míos.

Trague saliva cuando me di cuenta de lo cerca que lo tenía.

—Creí que jamás te volvería a ver —confesé. No espere una respuesta de su parte, sabía muy bien que batallaba para articular palabras. Seguí hablando ante su silencio—. Lamento no haberme despedido de ti la ultima vez que te vi.

Me miró directamente a los labios y escaneó todo mi rostro con el ceño fruncido que poco a poco comenzó a suavizarse.

—Verás que muy pronto todo esto acabara, lo prometo —asegure, tratando de subir sus ánimos y lograr tranquilizarlo para que pudiera descansar mejor—. Se que duele y se como sufres, pero créeme que todo tiene un final. Pronto estarás bien. Y podremos conversar como siempre lo hacíamos, podremos ver películas en el portátil de Thomas, y podremos pasear por un rato en el bosque —sonreí—. Extraño escuchar tu voz.

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