capitulo 14

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Poncho no tenía mascotas, por lo que la única posibilidad que quedaba era que una persona hubiera hecho aquel ruido.

¿Sería Poncho?

Tragó saliva. Eso esperaba.Aguzó el oído, tratando de distinguir más sonidos, pero no escuchó nada más que silencio.

De puntillas, regresó al vestíbulo y estiró el cuello para poder ver todo lo que pudiera del piso superior. Parecía tan tranquilo y tan vacío como el inferior. No salía luz de ninguna de las habitaciones.

Con las manos cubiertas de sudor, comenzó a subir las escaleras. ¿Sería posible que Poncho estuviera realmente enfermo?

Por fin llegó a la segunda planta y tropezó con algo. Era un libro, David Copperfield, para ser exactos. Levantó la mirada y vio que había dos libros más al borde de la estantería que había en el distribuidor. ¿Sería aquello lo que había escuchado desde la planta de abajo? Seguramente.Dejó el libro con los otros y siguió fiando.

Sólo había estado una vez en aquella planta, el día en el que Poncho le había dado la llave y le había mostrado la casa. A la izquierda, había dos habitaciones de invitados con baño, y a la derecha, la habitación de matrimonio.Eso era lo único que recordaba. Poncho se lo había mostrado no como si fuera de menos importancia que su despacho, pero sí algo más importante que el salón. Dulce se había quedado allí unos segundos, pensado que aquel sería el dormitorio que compartirían cada noche

 La puerta del dormitorio principal estaba ligeramente entreabierta. Dulce la empujó para mirar en su interior. Estaba más oscura que el resto de la casa, aunque recordó que había unas pesadas cortinas que hacían juego con las que adornaban el dosel de la cama. Todo resultaba imponente, pero Poncho no estaba allí. Sólo se veían sábanas revueltas y almohadas sin mullir. Dio un paso más al frente.

-Qué casualidad encontrarte aquí.

Dulce estuvo a punto de desmayarse.

Chris encendió una de las lámparas de la mesilla de noche y observó a Dulce, que había estado a punto de caerse al suelo. Tenía una expresión confusa y asustada en el rostro, aunque, poco a poco, aquella expresión fue cambiando. Sacó la lengua para lamerse la comisura de la boca. Sin poder evitarlo, Chris se preguntó si seguiría sin bragas. Llevaba el mismo traje que antes, así que apostaba a que sí. Se frotó el cuello. Sabía que tener aquella clase de pensamientos no era una buena idea, especialmente cuando los dos estaban tan cerca de una acogedora cama. Si por lo menos todo aquello no perteneciera al prometido de Dulce...

-¿Q-qué estás haciendo aquí? -preguntó ella...

-Mi mejor amigo ha desaparecido, su madre no quiere llamar a la policía y su prometida no tiene ni idea de dónde está. ¿En qué otro lugar podría haber empezado a mirar?

-¿Dónde está Helena? -quiso saber Dulce, mientras miraba a su alrededor-. No estará aquí, ¿verdad?

-No. Alguien tuvo que quedarse en el despacho por si el secuestrador llama.

-¿De verdad crees que lo han secuestrado? -replicó ella, mientras se acercaba a la cama. Entonces, tocó una almohada y se olió la mano.

-No lo sé -contestó Chris. Decidió colocarse en el rincón más alejado de la cama. Era el lugar más seguro. Allí, abrió los cajones de una cómoda-. Tenemos que asegurarnos de que lo tenemos todo bien cubierto. Helena ya se ha puesto en contacto con su contable para preparar el dinero.

-¿Un millón de dólares? -dijo Dulce, asombrada.

-Esa era la cifra que aparecía en la nota.

Ella asintió lentamente, aunque parecía preocupada por la cama. A Chris le daba la impresión de que no era por la misma razón que lo preocupaba a él. Dulce extendió la mano y mulló las almohadas, para luego hacer lo mismo con el edredón. Todo parecía tan hogareño... Chris se dio la vuelta y gruñó. Claro que parecía hogareño. ¿Cuántas noches habría pasado ella allí, en aquella cama con Poncho?

Amante desconocido  ***HOT***Donde viven las historias. Descúbrelo ahora