Chris se recostó en el asiento del todoterreno. Parecía relajado, aunque eso distaba mucho de ser verdad. Observó cómo Dulce salía del club. Con sus largas piernas, hizo que un anciano caballero girara la cabeza para mirarla. Cuando vio a Chris, se dirigió hacia el vehículo.
Él no entendía qué tenía aquella mujer que lo llegaba tan dentro. Había estado con muchas otras mujeres hermosas, algunas incluso más, pero ni una de ellas podía competir con la enigmática y provocativa Dulce Espinoza. Le afectaba a un nivel que no lograba comprender.
Recordó que le había dicho a su abuela muchas veces que jamás se enamoraría. La primera vez que se lo dijo tendría unos ocho años y había sorprendido a su madre llorando por su padre.
-El amor no es algo que se busque o que se encuentre, hijo -le había dicho la abuela-. Es el amor el que te encuentra a ti, aunque te escondas muy cuidadosamente.
Chris se había olvidado de aquella conversación. Por supuesto, había descubierto hacía mucho tiempo que no era el amor el que había hecho daño a su madre, sino su padre. Cuando tenía quince años, había ido a buscar a su padre a Arizona, donde vivía con la segunda de sus tres familias. Le pidió respuestas a preguntas que su progenitor no quiso escuchar. Sentir el puño contra la mandíbula de su padre le procuró cierta satisfacción, que había desaparecido hacía mucho tiempo y le había dejado unos recuerdos muy amargos sobre el pasado. Su madre seguía viviendo en la casa de su abuela, sola, con el rostro lleno de esperanza cada vez que escuchaba que se acercaba un vehículo.
Se pasó la mano por la cara y apretó el botón que encendía el aire acondicionado. Sólo eran las diez y media, pero el fuerte sol del desierto prometía otro día de calor. Por fin, Dulce llegó al coche y se metió en su interior. Chris se obligó a no mirarla. Entonces, arrancó el vehículo.
Después de cinco minutos, se decidió a girar la cabeza para descubrir que ella tenía algo en la mano.
-¿Qué es eso?
-Bueno, Jones vino a verme cuando salía de la suite. Me dijo que había estado husmeando en la taquilla de Poncho y que había encontrado esto -respondió, dándole la llave a Chris-. No encaja con la que yo tengo de su casa, así que eso está descartado.
-¿Y su despacho?
-Utiliza una tarjeta. Es demasiado grande para ser de un escritorio o incluso de un secreter -comentó ella, mientras volvía a tomar la llave y se la metía en el bolso. De repente, Chris detuvo el todoterreno y, tras comprobar que no venía nadie, realizó un cambio de sentido-. ¿Adónde vamos?
-Poncho tiene una cabaña en Colorado, justo a las afueras de Aspen...
-Nunca me había dicho nada al respecto -comentó Dulce, frunciendo el ceño.
-No se lo ha dicho a nadie aparte de mí. Ni siquiera Helena lo sabe.
-No lo entiendo.
-Vuelve a llamarlo al móvil.
Observó cómo Dulce sacaba el teléfono del bolso y apretaba un botón. Después de unos segundos, lo volvió a guardar.
-Nada.
-En la cabaña no hay teléfono. El año pasado hizo que le instalaran la luz eléctrica, pero no tiene electrodomésticos ni televisión. Solía irse allí cuando necesitaba estar sólo.
-Entonces, ¿por qué no fuimos allí directamente, en vez de hacer todo esto?
-Porque siempre me ha informado de cuándo estaba allí, ya sabes, por si ocurría algo y era necesario ponerse en contacto con él. Y siempre se lleva su teléfono móvil.
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Amante desconocido ***HOT***
RomansaDulce Espinoza siempre había tenido unas fantasías maravillosas. El problema era que esas fantasías jamás se habían acercado a la realidad... Hasta que se encontró a solas en un ascensor con el sexy Christopher Uckermann. Sin embargo, había otra cos...