Chris la iba a matar. De eso estaba segura. Dulce se aferró a la barandilla para no caerse por la escalera, no por la altura de sus tacones, sino porque Chris le había convertido las rodillas en gelatina, una gelatina que podía devorar...
Cuando llegó a la puerta, respiró profundamente y la abrió. El repartidor tenía una jarrón lleno de lirios entre los brazos. Tendría casi unos cuarenta años y parecía demasiado grande, demasiado fuerte para ser un repartidor de flores.
-Sí, tengo una entrega para Herrera.
-Yo soy Dulce Espinoza, la prometida del señor Herrera. Yo me haré cargo de la entrega.
-Tengo instrucciones expresas de no entregarle esto a nadie que no sea el señor Herrera en persona -dijo el hombre, mientras aprovechaba para mirar la casa.
-Lo siento -replicó ella, colocándose de modo que el hombre no pudiera seguir inspeccionando la casa-. El señor Herrera... no está en estos momentos. Va a tener que dejarme esas flores a mí.
-Lo siento -repitió el hombre, dando un paso atrás-, pero no puedo hacer eso. Tengo que entregarle estas flores al señor Herrera en persona. ¿Dónde está? ¿Esta aquí?
Dulce lo miró atentamente. Por segunda vez, le pareció que aquel hombre no se parecía a ningún repartidor de flores que hubiera visto nunca. Era demasiado fornido. Tal vez fuera un ex presidiario que no había podido encontrar otro trabajo más que aquel.
Miró brevemente por encima del hombre y vio que Chris estaba en lo alto de las escaleras, mirándola. Se sintió mucho más segura.
-No, desgraciadamente, el señor Herrera no está en casa en estos momentos -dijo de nuevo, tratando por segunda vez de tomar las flores-, pero yo estaré encantada de...
-¿Cuándo estará en casa?
-Yo... No lo sé.
-Entonces, regresaré en otra ocasión.
Sin más, el hombre regresó a la furgoneta, dejando a Dulce completamente atónita.
-¿Qué quería? -preguntó Chris, acercándose a ella.
-No estoy segura... -respondió. La furgoneta decía «Floristería Manny»-.Tenía una entrega de flores para Poncho, pero se negó a dejármelas a mí.
-¡Qué raro!
-Eso es lo que me había parecido a mí.
-¿Crees que podría haber sido uno de esos que dan mensajes cantando?
-No lo creo.
-No, yo tampoco lo creo.
Mientras observaba cómo la furgoneta se alejaba, recordó que tenía que reunirse con la florista que había elegido para que se encargara de las flores de la boda. Miró el reloj y vio que ya iba con una hora de retraso. Sin embargo, la cuestión no era para ver si debía llamar para concertar otra cita. La cuestión era si iba a haber boda
Se dirigió a la mesa del vestíbulo y tomó su bolso. Sacó el teléfono móvil y llamó a Mona, para pedirle a la secretaria que volviera a concertar cita con la florista. Mientras hablaba, vio en el espejo que Chris se dirigía hacia el comedor, dándole una buena vista de su trasero, enfundado a la perfección en unos vaqueros negros.
-¿Nada más? -preguntó Mona.
-No, nada más. Gracias, Mona
Volvió a guardarse el teléfono en el bolso y entonces se fijó en el correo que había dejado allí también. Tomó las cartas y las examinó. Eran cuatro cartas de propaganda, junto con dos facturas. Nada del otro mundo. Se disponía a dejar de nuevo las cartas sobre la mesa, cuando le llamó la atención una tarjeta de visita. El rectángulo negro se fundía perfectamente con el mármol oscuro de la mesa. Fueron las letras, en color rosa fuerte, lo que le llamaron la atención. Decía: Sala Dama Rosa.
-Bueno, aquí no hay nada. Yo me marcho.
Dulce se sobresaltó. Entonces, se volvió a mirar a Chris, que se disponía a marcharse. Tranquilamente, se metió la tarjeta en el bolsillo frontal del bolso.
-Sí, yo también me marcho.
Chris le abrió la puerta y le cedió el paso. Dulce salió, tratando de no notar su aroma, el calor que irradiaba de su cuerpo al pasar a su lado. ¿Nacerían todos los hombres como él con una cualidad tan magnética? A pesar de que lucía el sol, se echó a temblar.
-¿Dulce? -dijo Chris. Ella se volvió para mirarlo-. No te preocupes. Encontraremos a Poncho
Ella sintió un nudo en la garganta, simplemente porque en aquellos momentos eso era lo último que tenía en mente.
Asintió y se metió en su coche...
Chris nunca hubiera pensado que aquel lugar fuera del gusto de Poncho. Se sentó en uno de los taburetes que había frente a la barra de la Sala Dama Rosa. El sudor, el humo de cigarrillos y el olor a cerveza asfixiaban el aire.
Pidió una cerveza y trató de imaginarse a alguien tan elegante y distinguido como Alfonso Herrera III en un sitio tan cochambroso como aquel. Una bailarina de striptease afroamericana le mostraba el trasero a un cliente, tan sólo vestida con un tanga que dejaba muy poco a la imaginación. El hombre, que iba muy desaseado y vestido con ropa barata, le metió un billete en el tanga y trató de tocarla, pero la bailarina se centró entonces en otro cliente. La música era tan fuerte que hacía que la conversación fuera imposible. El dueño quería que la atención de los clientes se concentrara sólo en las bebidas y en las chicas. Por supuesto, también las chicas también ofrecían servicios aparte...
Chris se tomó un trago de cerveza y se dirigió a la camarera, una mujer que probablemente había estado en el escenario hacía unos años.
-Estoy buscando a alguien -dijo.
-¿Acaso no lo estamos todos, cielo? -replicó la mujer, con una sonrisa en los labios.
-Sí, pero a mí me interesa una persona en particular. Tal vez la conozca -respondió él. Entonces, le mostró la fotografía que Bruno le había dado aquella mañana.
-¡Vaya! El primer tipo interesante que viene aquí en mucho tiempo y resultaba que le interesan los hombres.
-Confía en mí. No es lo que estás pensando - comentó él, con una sonrisa.
-Claro que no. ¿Ves lo oscuro que está este lugar? Si el propio Obama hubiera estado aquí, no me habría enterado.
-Mmm -murmuró Chris. Entonces, volvió a guardarse la foto en el bolsillo.
De repente, una puerta se abrió a su izquierda, dejando pasar un rayo de luz de la calle. Chris sintió que alguien se sentaba a su lado y que la camarera miraba en esa dirección. Se echó mano de la cartera, preguntándose cuánto dinero tenía y cuánto le haría falta para que hablara aquella mujer.
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Amante desconocido ***HOT***
Любовные романыDulce Espinoza siempre había tenido unas fantasías maravillosas. El problema era que esas fantasías jamás se habían acercado a la realidad... Hasta que se encontró a solas en un ascensor con el sexy Christopher Uckermann. Sin embargo, había otra cos...