capitulo4

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Todas y cada una de las necesidades que esperaba haber ahogado con el alcohol surgieron de nuevo para multiplicarse por diez, especialmente cuando se dio cuenta de que aquel hombre no era una aparición, sino de carne y hueso. Su piel oscura sugería algún tipo de mestizaje.

Tenía el cabello negro algo largo, por lo que este le llegaba hasta el cuello de la camisa.

A Dulce se le ocurrieron toda clase de diabluras, lo que le facilitó la respuesta.

-Bien... -dijo, dejándose llevar por la imaginación- mi fantasía secreta es uná noche de sexo y pasión con un hombre desconocido... en un ascensor.

May, entornó los ojos y Any asintió para animarla a que siguiera hablando. El pulso de Dulce pareció acelerarse mientras iba imaginándose por completo la escena.

-Yo llevaría puesta esta falda tan corta... sin ropa interior. Él ... llevaría unos pantalones de cuero negro -dijo. El hombre al que estaba mirando llevaba unos vaqueros, que se le ceñían a la perfección-. Tendría unas tiras de cuero en los bolsillos y las utilizaría para atarme las manos por encima de la cabeza.

Dulce no pudo tragar saliva. Se lo impedían las nítidas imágenes que se dibujaban en su cabeza, imágenes de besos ardientes, de suaves gemidos de placer, de una erección cubierta de seda vibrándole entre las manos, del aroma íntimo del sexo, de una piel bronceada apretándose contra su sensible y pálida piel...

May se movió un poco, lo que hizo que Dulce se fijara en ella. Era la primera vez que veía a su amiga sin palabras. Temerosa de haber revelado demasiado sobre sí misma, trató de buscar una manera de salir del atolladero en el que se había mugido ella sola.

-Oh ... y habría otro hombre en un rincón del ascensor, mirando.

A juzgar por el modo en que se levantaron las cejas de May y por cómo se abrieron los ojos de Any, había tenido éxito en su intento.

-Te lo acabas de inventar -le dijo May.

Dulce se frotó el cuello, encantada de haber engañando, aunque fuera sólo momentáneamente, a sus amigas. El hecho de que el hombre de sus fantasías estuviera delante no ayudaba a mejorar el estado en el que se encontraba.

-De acuerdo, tienes razón -mintió-, pero tenéis que admitir que os he puesto a cien.

También se había excitado a sí misma. Efectivamente, la pasión con un desconocido había sido una de sus fantasías secretas desde hacía mucho tiempo, aunque se habían producido mucho más frecuentemente en la última semana. Menos mal que no faltaba mucho para su noche de bodas...

-Muy bien, dado que no te interesa compartir tu verdadera fantasía sexual con nosotras, dinos una cosa, Dulce -le preguntó May-. ¿Por qué dijiste antes que tuviste que mentir para casarte?

-Yo no dije eso.

-Claro que sí.

¿Lo había dicho? Lo pensó durante un momento y se dio cuenta de que así había sido, cuando había sugerido que tal vez Any no estaba casada por su incapacidad para mentir.

-Era una broma -respondió.

-No, no lo era. Tú no sueles gastar esa clase de bromas. ¿Tiene que ver algo con Poncho?

-May, advierte antes de volver a mencionar algo de lo que hablamos hace dos días -dijo Dulce.

-Fue hace cinco minutos, no hace dos días. ¿Vas a responder a mi pregunta?

-Apelo a la Quinta Enmienda.

-Es imposible que salgas de esta, Dulce -replicó May-. ¿Te gustaría que te volviera a hacer la pregunta de modo que sólo puedas responder «sí» o «no»?

-Sí -respondió Dulce.

-De acuerdo. ¿Mentiste a tu novio, a tu futuro esposo?

-Sí.

-¿Tuvo que ver con el sexo?

-No.

-Maldita sea -replicó May, frunciendo el ceño-. De acuerdo, ¿tuvo que ver con tus amigas, la señorita May Perroni y la señorita Any Puente?

Dulce se quedó inmóvil. Las preguntas se estaban acercando demasiado a la realidad.

-Bueno, es mucho más complicado que todo eso...

-Nos vale simplemente con un «sí» o un «no», señorita Espinoza -insistió May, mirando a Any-. ¿Puedo pedirle a Su Señoría que haga que la testigo responda de la manera acordada?

Dulce miró a Any, que se acababa de convertir en jueza de aquel interrogatorio, esperanzada.

-Responda a la pregunta, señorita Espinoza -dijo la benjamina.

Dulce la miró incrédula. Any nunca se había aliado con May.

-De acuerdo. Entonces... sí. Sí, la mentira que le conté a Poncho tuvo que ver con vosotras

No se dio cuenta del peso de la pregunta y de la correspondiente respuesta hasta que el silencio se apoderó de ellas. Miró sin parpadear la copa vacía, evitando las curiosas miradas de sus amigas.

May le había advertido el mes anterior, durante una fiesta en la finca de los Herrera, que Poncho trataría de romper su amistad cuando hubiera conseguido colocarle el anillo en el dedo. Dulce se había reído de ella, pensando que aquello era ridículo... hasta que Poncho le había preguntando aquel mismo día por qué sólo iban May y Any a su despedida de soltera, y por qué no había invitado a su madre, Helena, a pesar de que ella deseaba asistir. Mientras se dirigía a la ciudad, Dulce se había empezado a preguntar si las advertencias de May tendrían más base de lo que había esperado en un principio. Si Poncho desaprobaba a sus amigas antes de la boda, ¿qué ocurriría después de que estuvieran casados? ¿Empezaría a sugerir que las dejara fuera de la lista de invitados cada vez que celebraran una fiesta? ¿Sugeriría que fueran a la casa de su familia de vacaciones, evitando así que tuviera contacto con sus amigas?

Decidió que no iba a permitir que Poncho la obligara a defender su amistad con May y Any. Era un hecho que tendría que aceptar. En cuando a lo de la despedida de soltera, le dijo a Poncho que a esas fiestas acudían tradicionalmente mujeres sólo por parte de la novia. No quería decir que Helena la aterraba.

En cuanto a la mentira, le había dicho a Poncho que las tres iban a salir a cenar y a ver una película y que luego se iban a marchar todas a casa de May.

-Vamos a bailar.

Asombrada, Dulce levantó los ojos y vio que May se estaba levantando de la mesa.

-¿Cómo? ¿Sin...?

-¿Sin hombres? Por supuesto -replicó May, tirando de la mano de Any. Ésta, a su vez, agarró la de Dulce...

Casi sin darse cuenta, se encontró en la pista de baile, delante del grupo que estaba tocando aquella noche. May encontró fácilmente el ritmo y Any comenzó a dar palmas, lo que hizo que Dulce se encogiera de hombros y se decidiera a seguir el ejemplo de sus amigas. Podía hacerlo. Después de todo, aquella era su última noche de fiesta como mujer soltera.

Amante desconocido  ***HOT***Donde viven las historias. Descúbrelo ahora