43. No eres alérgica a las plantas, ¿Verdad?

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–¡Erin, espera!– George gritó mientras corría tras ella. Erin fue rápida, corriendo en la nieve de camino al castillo. George tenía la ventaja de tener piernas realmente largas, así que después de un tiempo, pudo alcanzarla.

–Erin, alto– dijo, deteniéndola suavemente poniendo una mano en su hombro. 

–Sé que es difícil, pero solo...

Erin se detuvo, se dio la vuelta y envolvió sus brazos alrededor del torso de George. Ella realmente necesitaba algo de consuelo en este momento. George se sorprendió al principio, pero luego la acercó protectoramente. Deseaba poder protegerla de todo el daño del mundo, pero ahora mismo todo lo que podía hacer era ayudarla a superarlo.

–Vamos– murmuró George y la levantó suavemente. Tenía frío y estaba cansada y aún quedaba un largo camino hasta el castillo. Por suerte para él, Erin era bastante pequeña, especialmente en comparación con sus 1.91 de altura.

Erin apoyó la cabeza contra el pecho de George, mirando fijamente a la distancia. Caminaron en silencio por un rato y Erin se concentró en el latido constante de George para calmarse de nuevo. Estaba tan cansada, tan vacía. 

–No eres alérgica a las plantas, ¿Verdad?– Bromeó George mientras abría la puerta del invernadero dos. 

A pesar de que afuera hacía mucho frío, siempre hacía calor en los invernaderos, por eso George la llevó allí. Olía a vegetación, tierra y musgo, que era un olor que siempre podía calmarlo. 

Gentilmente colocó a Erin en la esquina del invernadero y llenó un cuenco pequeño con agua. Tomó un paño limpio y lo humedeció suavemente.

–Dime si te estoy lastimando, ¿De acuerdo?– dijo y cuidadosamente tomó sus manos entre las suyas. La sangre se había secado, lo cual era una buena señal. Los cortes no fueron demasiado profundos.

George limpió suavemente la sangre y Erin apenas reaccionó. Ella solo miró sus movimientos, exhausta. Cuando se había lavado la sangre, sacó su varita y cerró los cortes con el hechizo Episky, un hechizo con el que desafortunadamente estaba muy familiarizado. Guardó el paño y volvió a sentarse a su lado.

–Vengo aquí cuando estoy enojado por algo. Se siente hogareño– dijo. Envolvió un brazo alrededor de su cintura mientras ella apoyaba la cabeza en su hombro. Incluso con el rostro manchado de lágrimas y una mirada triste en sus ojos, todavía se veía hermosa. 

–¿Quieres hablar de lo que pasó?– preguntó después de un rato, tratando de no sobrepasarse –No tienes que hacerlo si no quieres, pero a veces ayuda. Te prometo que no se lo diré a nadie.

Erin respiró profunda y temblorosamente. Sabía que volvería a llorar al hablar de ello, pero también quería desahogarse. Quería ver su punto de vista.

–Oliver y yo habíamos planeado encontrarnos en Hogsmeade hoy. La primera vez que lo volvería a ver desde el verano– comenzó, jugueteando con sus dedos. 

–Pero cuando llegué, él no estaba allí. Tenemos un espejo doble para que podamos hablar entre nosotros mientras estamos lejos, así que traté de localizarlo, pero no apareció. Y...– Tuvo que hacer una pausa por un momento para tragar el nudo que se había formado en su garganta y un escalofrío recorrió su columna, aunque no estaba fría.

–Está bien, tómate tu tiempo– dijo George, agarrando su mano y entrelazando sus dedos con los de él. No estaba tratando de hacer ningún movimiento en absoluto, solo quería que ella supiera que él estaba allí para ella, que no estaba sola. 

–Y luego el espejo mostró un reflejo, pero no era el suyo. Era Marlo Deverill, en su habitación, en pijama– Las lágrimas rodaron por el rostro de Erin de nuevo mientras descansaba la cabeza sobre las rodillas. Realmente esperaba que Oliver tuviera una buena explicación, pero ¿Cómo convertir algo así en un malentendido? 

–Lo siento mucho– suspiró George, acercándola más. Le dolía verla así. Oliver era tan, tan afortunado de tenerla y lo había arruinado. Si tan solo el chico se diera cuenta de lo que realmente tenía.

–¿Estás seguro de que es lo que crees que es?– Erin se encogió de hombros. 

–Estaba en la habitación con ella, ella estaba hablando con él. Incluso si no se acostó con Marlo, se olvidó de nuestra cita, la única cita que habíamos planeado en tres meses– Eso era lo que más le dolía a Erin, por qué no quería hablar con Oliver. Tal vez tenía una buena explicación de por qué Marlo estaba en su habitación, en pijama, pero aún se había perdido su cita y eso era lo que le dolía. Ella no era lo suficientemente importante para él como para aparecer en una sola cita.

–Y él sabe que no me agrada. Le dije que no me agradaba Marlo, así que ¿Por qué la invitaría?– Se secó las lágrimas, que inmediatamente fueron reemplazadas por otras nuevas.

–Lo sé, lo siento– murmuró George. No sabía muy bien qué hacer. Si fuera por él, golpearía a Oliver en la cara, varias veces, preferiblemente con un martillo, pero eso no beneficiaría a Erin. Sabía que Erin necesitaba hablar con él para poder lidiar con eso. Ella estaba tan desconsolada en este momento y nadie podía arreglarlo excepto el que lo causó. Ella lo amaba, ese era el problema. Ella volvería con él eventualmente, eso es lo que hacen las personas enamoradas. Esa es la razón por la que después de un año de estar en una relación, George todavía estaba locamente enamorado de ella.

–¿Vas a hablar con él?– Erin se encogió de hombros de nuevo. Quería hacerlo, mostrarle que la había lastimado, pero sabía que era demasiado débil para resistirse a él y que él la conquistaría una vez más. La había lastimado tantas veces, el rechazo, la aparición, romper su promesa y ahora esto. No sabía si podría soportar más dolor de corazón. Temía que su corazón sufriera daños irreparables. 

–Quizás, eventualmente, pero no ahora. Necesito lidiar con estas emociones antes de hablar con él. Necesito poder decirle cómo me siento y qué pienso sin tener un colapso mental– George sonrió levemente, sabiendo que ella estaría bien. Ella era una chica fuerte. 

–Bueno, todavía tienes más de un mes hasta las vacaciones de Navidad. ¿Crees que te las arreglarás?

–Lo haré.

Erin pensó en las vacaciones de Navidad. Entonces no podría evitarlo, pero aún faltaba un mes para eso. Solo necesitaba aclarar su mente hasta entonces.

–¿George?– ella preguntó –¿Puedo preguntarte algo?

–Cualquier cosa.

–¿Serías mi cita para el Baile de Navidad, por favor?

Estuvo en silencio durante un rato, ya que George no sabía qué decir. Por supuesto que quería ser su cita, no había otra chica con la que le encantaría ir más, pero no quería ser un aprovechado y ella definitivamente no quería que ella tomara decisiones irracionales porque estaba mal. Erin notó que estaba teniendo dudas. 

–Estaba planeando ir solo por Oliver, pero ahora solo quiero divertirme con las personas que me importan, tener una noche agradable. Si voy sola, solo recordaré el motivo– Ella admitió. Ella no le pidió que pusiera celoso a Oliver o que la distrajera, solo quería divertirse.

–Entonces sería un honor para mí llevarte– dijo George, dándole un pequeño beso en la cabeza. 

–Deberías hacer que Fred le pregunte a Beatrice, eso será el doble de divertido– Erin sonrió levemente. Ella acababa de darse cuenta de cuántas personas tenía en quién confiar. Solo había conocido a los gemelos como era de esperar hace medio año, pero allí estaba George, consolándola como si fueran amigos desde que nacieron. Los tenía a ellos y a Beatrice, que daría la vida por ella y al revés, y tenía a Michael, Jonathan y Anthony. Tenía a su hermano pequeño y a su madre. Ella estaría bien.

–Todo estará bien– murmuró en voz baja antes de quedarse dormida lentamente.

𝐂𝐚𝐩𝐭𝐚𝐢𝐧 |𝐎𝐥𝐢𝐯𝐞𝐫 𝐖𝐨𝐨𝐝| ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora