48. Me alegra que estés aquí

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Los dos se quedaron allí un rato, mirándose como si no se hubieran visto en años. Definitivamente se sintió así.

–Erin– susurró Oliver después de un rato. Parecía casi enfermo, con grandes bolsas debajo de los ojos y una expresión pálida. Le temblaban levemente las manos.

Tan pronto como Erin puso sus ojos en él, supo que era una causa perdida y, sobre todo, sabía que su corazón no la dejaría escuchar su mente. Así que respiró hondo, se acercó a él y le rodeó el torso con los brazos.

Oliver inmediatamente envolvió sus brazos alrededor de ella también, abrazándola tan fuerte como pudo. Su toque hizo que Erin se sintiera mareada, como si él fuera una especie de droga para ella.

Se quedaron allí un buen rato antes de que Erin finalmente se apartara, mirándolo a los ojos. Sus ojos estaban vidriosos, pero una pequeña sonrisa permanecía en sus labios.

–Me alegro de que estés aquí– susurró.

–Vine aquí tan pronto como recibí tu carta– Oliver colocó un mechón de cabello de Erin detrás de su oreja. Su mano se posó en su mejilla durante un rato mientras observaba todo lo que se había perdido desde agosto. Su pulgar acarició suavemente su piel mientras la miraba con intenso amor en sus ojos.

–Erin, siento mucho no haber estado allí– dijo, con la voz quebrada un poco –No sabes ni la mitad de cuánto me arrepiento. Si pudiera retroceder en el tiempo, lo haría...

Erin lo calló presionando sus labios sobre los de él. No había imaginado que su primer encuentro fuera así. Había preparado una conferencia completa sobre cómo no podía hacer frente a la continua angustia y cómo lo odiaba, pero también lo amaba. No había planeado dejarlo escapar tan fácilmente, pero cuando sus labios se movieron en sincronía como solían hacerlo, se olvidó de esos planes. Todo lo que ella quería ahora, era a él.

Sus manos encontraron su cintura y la acercó a él. La sensación familiar la abrumaba y su corazón latía fuera de su pecho. Sus manos pasaron descuidadamente por su cabello mientras se perdía por completo en el beso.

Solo se alejaron cuando ambos tenían una gran necesidad de aire y Erin no pudo evitar que la sonrisa se abriera paso.

–Entonces, ¿Asuntos familiares urgentes relacionados con una mascota?– susurró sin aliento, a lo que Oliver se rió entre dientes.

–Sí, no pensé en una explicación antes de venir aquí. Entré en pánico– Simplemente admiró los hermosos ojos de Erin por un tiempo, que brillaron de nuevo. Le encantaba cuando hacían eso.

–Te extrañé– dijo y la abrazó de nuevo. La levantó y se sentó en uno de los bonitos sofás que decoraban la oficina de McGonagall. Gentilmente colocó a Erin en su regazo y la abrazó con fuerza. Erin apoyó la cabeza en su pecho y aspiró el aroma que había estado perdiendo durante tanto tiempo.

–¿De verdad me perdonas?– preguntó después de un rato.

–De verdad– Oliver sonrió y tomó su mano, entrelazando sus dedos con los de él.

–Realmente lo siento mucho. Prometo que me mantendré lo más lejos posible de Marlo– susurró, dándole un beso en la cabeza. Erin respiró hondo.

No le gustaba admitirlo, pero Marlo era la razón por la que lo había perdonado. Esa carta la convenció en un santiamén. Y enfatizó que no quería atrapar a Oliver, solo era una perra. Erin no quería ser esa novia que le prohibía a su novio hablar con otras chicas. Tenía que confiar en él, incluso con chicas como Marlo.

–No, no quiero eso– murmuró –Solo pensé que tenía intenciones diferentes, pero si ella es solo tu amiga, entonces no quiero que la excluyas. Eso no es justo.

𝐂𝐚𝐩𝐭𝐚𝐢𝐧 |𝐎𝐥𝐢𝐯𝐞𝐫 𝐖𝐨𝐨𝐝| ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora